Llamado a preparar la huelga general para imponer el tercer retiro y acabar con Piñera
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El día de ayer estuvo marcado por la anunciada derrota —31 a 11— de Piñera en el Senado, una votación en la que 7 senadores oficialistas se inclinaron por apoyar el tercer retiro del 10% de los fondos de AFP. Una jornada marcada adicionalmente por rumores de renuncias de ministros —se aludió a Delgado y Rubilar—, la insólita declaración pública del Comité Político afirmando que no había disensos internos y la concurrencia de los presidentes de los partidos de Derecha a la reunión con el Presidente en la que éste no logró alinear a su propio sector. Pero lo más importante de todo, los fuertes rumores de que un sector de la Derecha está planteando la renuncia del propio Piñera. Una jornada en la que vivimos el peligro de una salida «por arriba» a la crisis.
El vacío político dejado por Piñera y por los partidos del Acuerdo por la Paz tensiona en extremo la crisis. Que Piñera haya recurrido al Tribunal Constitucional (TC) revela un esfuerzo desesperado por instalar algún tipo de acción de gobierno, que permita nuclear al grueso de la burguesía en torno a un proyecto común. Porque el régimen del Acuerdo no deja de fraccionarse y su máxima política es la de contener la situación, sin otra perspectiva que la de estabilizar y capear el temporal. Pero no es posible gobernar administrando la miseria, la creciente cesantía y una pandemia que se ha salido por completo de control. Por supuesto que Piñera no va al TC para hacer respetar la Constitución, una Constitución que no jurídicamente pero sí en un plano político ha muerto. Piñera, repetimos, intenta asumir con el requerimiento el papel bonapartista que fue la promesa con que llegó a La Moneda: un gobierno fuerte que someta a las facciones de la clase dominante y aplastar toda resistencia del movimiento de masas. Nada de eso se ha cumplido y es por esa razón que crecientes sectores patronales comienzan a barajar una salida de quiebre institucional.
En este contexto, una salida «por arriba», golpista no resulta en absoluto improbable. Cuando hablamos de un golpe de Estado, no pensamos en un nuevo 11 de septiembre del 73. Por cierto que no. Hablamos del típico golpe palaciego, tan común en el resto de América Latina, aquél que se resuelve con la detención de las máximas autoridades, la imposición de un nuevo gobierno de unidad nacional y una escalada represiva acotada al activismo
Los signos hasta el momento —la situación no permite otra cosa— han sido igualmente caóticos y contradictorios, pero observados en una perspectiva general marcan una tendencia. La carta de la FACH reclamando por la parodia en un programa de televisión, es un pequeño pero claro acto de deliberación y de amague de la libertad de expresión. El notorio y errático retiro —en la práctica— de las FFAA y Carabineros en las labores de control de la pandemia, importan igualmente un debilitamiento sensible de un Gobierno cuya única labor desde hace más de un año es precisamente administrar dicha pandemia. El miércoles 21 una patrulla militar irrumpió en un local de la Unión Portuaria en la localidad de Chañaral amenazando a los trabajadores que nacionalmente habían anunciado acciones de movilización en protesta por el bloqueo piñerista al tercer retiro. El día de ayer la Escuadra naval abandonó Valparaíso, señal que habitualmente utiliza la Armada para comunicar sus preocupaciones políticas. Estos rasgos golpistas, más bien de autonomía de las FFAA, prefiguran un cuadro a través del cual la burguesía como clase busca resolver la crisis recuperando la iniciativa, quebrando la institucionalidad y ocupando también el espacio político que han dejado las masas y organizaciones populares en un marcado reflujo consecuencia de la pandemia.
En este contexto, una salida «por arriba», golpista no resulta en absoluto improbable. Cuando hablamos de un golpe de Estado, no pensamos en un nuevo 11 de septiembre del 73. Por cierto que no. Hablamos del típico golpe palaciego, tan común en el resto de América Latina, aquél que se resuelve con la detención de las máximas autoridades, la imposición de un nuevo gobierno de unidad nacional y una escalada represiva acotada al activismo. Se trata de acciones preventivas, casi exploratorias y de corto alcance. A la Derecha una acción de este tipo le convendría para impedir su derrumbe electoral y le abriría un camino controlado institucionalmente. Sacar a Piñera de esta forma ayudaría a la burguesía y al gran empresariado a salir de la situación «jugando con la pelota al piso» como dice la jerga futbolera. En buena medida, los propios partidos del Acuerdo impulsores algunos de una nueva acusación constitucional en contra de Piñera, buscan un efecto similar: sacar a Piñera tranquilos y que todo siga igual.
La posibilidad de que un plan así funcione dependerá de la capacidad de los trabajadores, de las organizaciones populares y de las masas en su conjunto, de salir a enfrentar tales acciones. El anunciado requerimiento al TC para bloquear el tercer retiro tuvo como inmediato resultado una respuesta de indignación popular muy parecida a la que tuvo lugar el invierno pasado antecediendo al primer retiro. Barricadas nocturnas en las poblaciones, enfrentamientos con la policía y helicópteros de FFEE acosando y sembrando el terror sobre los explotados. Respondieron de inmediato las mismas organizaciones que sostienen las ollas comunes y demás organizaciones de resistencia a la ola de miseria. A ellas se sumaron las advertencias de la Unión Portuaria, Federación Minera, algunos sectores de la CUT y otros sectores menores de la burocracia sindical. El común denominador de estas declaraciones es la advertencia, la proposición de acciones de movilización y huelga general que entendemos expresivas de la enorme presión de las bases trabajadoras.
Con la campaña electoral suspendida y la espada de la pandemia pendiendo sobre los comicios de mayo, todo el debate político se ha concentrado en la lucha por el tercer retiro. El tercer retiro concentra todos los antagonismos de clase que la crisis ha agudizado en un grado sin precedentes. Sólo un idiota podría pensar que esto se resuelve con una política social efectiva, con ingresos mínimos o inclusive con un nuevo sistema previsional. No. Esto porque esto sólo superficialmente hace referencia a las pensiones. De fondo —impulsados por el hambre— lo que está planteando el movimiento por la base es el quiebre de la institucionalidad y la recuperación de sus salarios usurpados por el capital financiero de las AFP.
El movimiento no puede agotarse en este tercer retiro. Aunque esta es la tarea prioritaria hoy, debe ir por la totalidad de los fondos y por la imposición de un régimen laboral que garantice un sueldo mínimo y pensión jubilatoria equivalente a la canasta familiar. No hay otra forma de sortear la crisis y para ello es imprescindible la amplia unidad de las organizaciones en lucha. Se nos dirá que tal tarea no es realista, que ello no es posible. Tienen la razón, no es posible, porque no es posible compatibilizar los intereses de la mayoría trabajadora con los de la minoría explotadora que se conduce con la única finalidad de preservar la propiedad privada de los grandes medios de producción. Por eso, aunque parezca en un primer momento desmedido, racionalmente la lucha por el tercer retiro y la recuperación íntegra de los fondos de capitalización previsional conduce a una lucha en contra del régimen capitalista en su conjunto., por la socialización de los grandes medios de producción y un gobierno de la clase trabajadora.
El conflicto y la división de las élites del poder debe aprovecharse para golpear más fuerte y de conjunto. Hoy es el momento de la unidad y la preparación de una huelga general para imponer el tercer retiro y acabar con Piñera, no para que otro agente del capital llegue a La Moneda sino que para gobiernen las organizaciones populares de resistencia, las asambleas, cabildos y ollas comunes que por miles se reactivan en estos momentos. Todos los días a las calles, a las barricadas a las cacerolas, a hacer de de la convocatoria de la CUT a la Huelga Sanitaria del 30 de abril un gran Primero de Mayo. Vamos a la Huelga General.
Por Gustavo Burgos