“Prefiero morir luchando que en la lista de espera del hospital»: Salud, pandemia y organización
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Lo que la rebelión de octubre denunció, la pandemia lo desnudó. Se pusieron en cuestión los sistemas públicos a nivel mundial y en Chile, el abandono de la salud pública por más de 40 años y la consolidación de una salud para ricos y otra para pobres, quedó al descubierto.
La desigualdad se expresa en la diferencia en la tasa de mortalidad por coronavirus que es impresionante, en Vitacura es de 25,9 mientras que en San Ramón es de 132,9; es decir, en las comunas pobres las personas mueren 5 veces más que en comunas ricas. Cifras demoledoras y dramáticas que no solo dan cuenta de la precariedad del sistema público, sino que de la vida en su conjunto: jornadas laborales extenuantes, pocos recursos económicos, hacinamiento y construcciones precarias, mala alimentación, sin tiempo de descanso, sin herramientas tecnológicas: computadores, internet y un largo etcétera son parte de las determinantes en salud, que revelan que la peor enfermedad de base es la pobreza.
El gobierno plantea que ha hecho lo humanamente posible para combatir la pandemia, pero a decir verdad han puesto el acento en mantener sus ganancias y no perder las utilidades de las empresas. Pero para el resto de la población la pregunta es, ¿cómo mantener cuarentenas sin ingresos? Hoy la gente se ve con la necesidad de salir a trabajar. El trabajo informal creció a un 27%, la cesantía está sobre un 10%, los campamentos crecieron un 74%, el costo de la vida y la canasta familiar subió un 4% según el IPC y así, suma y sigue. Nosotros hemos pagado la crisis a través del retiro de nuestros fondos previsionales y de cesantía, mientras las grandes fortunas de Chile aumentaron un 73% su patrimonio y se niegan a aumentar impuestos.
Se dice que la red privada “colabora”, sin embargo, en palabras más claras sacan provecho de la crisis: el costo básico de una cama UCI en la clínica Alemana es de $1.066.094 pesos, mientras que el estado paga $159.760 pesos a los hospitales por el mismo servicio. El costo básico es 6,7 veces más alto en las clínicas privadas y este sobreprecio es pagado por FONASA, es decir, por más del 80% de la población, los que cotizamos en FONASA.
Este gobierno empresarial ajusta las leyes a su favor para hacer crecer sus fortunas, y desconoce la realidad de la salud chilena. Recordemos que Mañalich había quedado impresionado por la desigualdad en Chile y Luis Castillo, ex subsecretario de redes asistenciales, el mismo que declaró que la gente va a hacer vida social a los CESFAM, es hoy el encargado de las Camas UCI y plantea que “vamos como viento en popa”. Pero, el dramas de las camas UCI ha implicado triplicar su capacidad habitual. Se habla de una red integrada de salud donde se contabilizan las camas UCI del sector público y del sector privado. Se dice que la red privada “colabora”, sin embargo, en palabras más claras sacan provecho de la crisis: el costo básico de una cama UCI en la clínica Alemana es de $1.066.094 pesos, mientras que el estado paga $159.760 pesos a los hospitales por el mismo servicio. El costo básico es 6,7 veces más alto en las clínicas privadas y este sobreprecio es pagado por FONASA, es decir, por más del 80% de la población, los que cotizamos en FONASA. Para sumar al negocio redondo, hace una semana el Ministerio de Salud decidió implementar un «incentivo económico» que consiste en pagar 6 millones de pesos a las clínicas por cada cama UCI extra que opere durante un mes. Y será nuevamente el sector público quien asuma esa deuda. El gobierno prefiere traspasar recursos a clínicas privadas, antes que mejorar la salud pública. Esto plantea la necesidad urgente de la unificación del sistema de salud público y privado, sin entregar más subsidios a las clínicas y reemplazarlo por un sistema único, integral y con cobertura universal, gestionado por sus trabajadores, comunidades científicas y territorios.
Desde el inicio de la pandemia, las y los trabajadores de la salud pública vienen denunciando las ineficientes medidas del gobierno y los pocos recursos del sistema público de salud. El año pasado fue la falta de elementos de protección personal (EPP) y hoy es la sobrecarga laboral. Cerca del 20-30% de los funcionarios de salud presentan licencias médicas por depresión y problemas asociados a la salud mental, lo cual no es menor considerando el gran peso que ha recaído sobre sus hombros. Una verdadera sobreexplotación que se ha revestido de vocación. La campaña de vacunación contra el Covid e Influenza y la estrategia de Testeo, Trazabilidad y Aislamiento se ha sumado al ya precarizado trabajo en atención primaria, manteniendo las exigencias de cumplimiento de metas, lo que ha generado una polifuncionalidad y precarización laboral, ya que se mantiene el mismo presupuesto y la falta de personal histórica. Por su parte, el gobierno ya anunció que no habrá semana de descanso para este año y en hospitales se suspendieron los días administrativos y las vacaciones. En el sector privado la conversión de camas y el negocio que producen se hace a costa de la explotación de sus trabajadores, las clínicas no se atienden solas.
Rebelión de la salud
En Neuquén (Argentina) hace más de 50 días se viene generando una verdadera Rebelión de la Salud. Las y los trabajadores de la primera línea en salud, autoconvocados ante el silencio de sus dirigencias sindicales y cansados de la precarización y la sobrecarga laboral, comprendieron que tenían que pasar a la ofensiva y han dado una gran lucha con asambleas interhospitalarias, con delegados, con cortes de ruta y fondos de lucha. Han confluido con profesores, ceramistas de Fasinpat Ex- Zanon con años de gestión obrera y tradición de lucha y organización, comunidades mapuches, de derechos humanos, de jóvenes y cada día crece el apoyo de la población, quienes viven en carne propia la precarización de la vida. Esta Rebelión de la Salud marca un camino importante no solo para Argentina sino también para las y los trabajadores de la salud a nivel internacional, quienes están viviendo situaciones similares. Muestra una perspectiva de cómo conseguir nuestras demandas, es el camino de la Rebelión de Octubre.
En Chile, quienes trabajan en salud han sacado la voz sobre un sistema de salud que se cae a pedazos, que deshumaniza, explota y agota a sus trabajadores. En el CESFAM Alejandro del Río (Puente Alto) hace semanas se vienen realizando protestas de 30 minutos bajo la consigna #NoSomosRobots, apoyados por vecinas y vecinos. En la región del Bio Bio trabajadores de las salmoneras llevan días de huelga, los trabajadores del metro también se han movilizado porque no les realizan PCR y para evitar despidos injustificados. El descontento hace meses se hace sentir, y ahora nuevamente volvió a explotar, el gobierno tuvo el descaro de acudir al antidemocrático Tribunal Constitucional para frenar el tercer retiro, y la respuesta fue inmediata, cacerolazos, paralización de portuarios, y varios comunicados de organizaciones de trabajadores que se preparan.
¿Y la CUT?, nuevamente llega tarde. Luego de meses en cuarentena y silencio, finalmente ha convocado a una Huelga General Sanitaria para el 30 de abril, pero sin una verdadera organización. Por lo cual, es fundamental un Paro Nacional efectivo, que los diferentes gremios puedan convocar a asambleas, a una organización desde las bases, comités de huelga, de acción, coordinaciones y la unidad de amplios sectores, para que sea un paro efectivo. La paralización afecta sus ganancias, es por eso que necesitamos un plan de lucha para enfrentar las medidas del gobierno y para que esta crisis sanitaria y económica no la terminamos pagando nosotros.
La lucha por la salud es también luchar por una vida digna y que valga la pena vivir, salud es también ausencia de enfermedad, salud es tener un lugar digno donde descansar, un salario acorde a la canasta familiar y estabilidad laboral, ¡no más despidos durante la pandemia! Salud es también jubilaciones dignas para nuestras abuelas y abuelos, tener tiempo de descanso, de disfrutar la vida. Lo que nos enferma hoy es el ritmo de vida en el que vivimos, que descansa sobre la constitución del 80, tal como lo expresó la juventud que inició la rebelión “no era depresión era capitalismo”.
Por todo lo anterior es importante organizarnos para dar esta gran pelea y terminar con el Chile capitalista y neoliberal de los 30 años que nos enferma y mata. Luchemos por el derecho a la salud pública sin subsidio a los privados, donde las y los trabajadores decidamos.
Retomemos el camino de lucha y organización. Retomemos el camino de la Rebelión de Octubre.
Por Valeria Yáñez Álvarez