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El triunfo contundente del ex dictador Carlos Ibáñez del Campo constituía una desafortunada situación para mi familia, sin embargo, el “Cara de Alicate, Caballo y Paco”, (los opositores lo catalogaban con estas cariñosas palabras), tenía minoría en Congreso. El presidencialismo chileno no es democrático, más bien se acerca a una monarquía con más poderes que los absolutistas “de derecho divino”, y en cada elección se juega el todo o nada del poder político; si el Presidente cuenta con mayoría en ambas ramas del Congreso, podía gobernar sin trabas, pero debería superar el obstáculo de las “órdenes de partido”, y quien las desobedeciera debía atenerse a la pena de expulsión. Ibáñez estaba apoyado por dos partidos indisciplinados, los socialistas populares y los agrario-laboristas.

El sistema político “del todo o nada” que se jugaba el poder en cada elección, tendía a favorecer las grandes alianzas contra el gobierno de turno. Antes, había sido ´todo contra los radicales´, ahora, “todo contra Ibáñez”.

La alianza contra Ibáñez era muy poderosa: incluía a la derecha,  liberales y conservadores;  al centro, la Federación Social Cristiana, (falangistas y conservadores socialcristianos); por la izquierda, los socialistas, seguidores de Salvador Allende.

En ese tiempo, cuando fallecía un diputado o senador, o bien, cuando aceptaba la dirección de un Ministerio, se llamaba a elecciones extraordinarias: el candidato era nominado por los partidos de la combinación “Todos contra Ibáñez”. El primer beneficiado fue el socialista fue Luis Quinteros Tricot, quien ganó fácilmente la senaduría por Santiago; posteriormente, había que cubrir el cargo de diputado por el primer distrito de Santiago, que recayó en el falangista Rafael Gumucio Vives. Su nombre fue vetado por Juan Antonio Coloma, del Partido Conservador, que abominaba a los falangistas, acusándolos de comunistas, (o de compañeros de ruta), sin embargo, obtuvo el triunfo por mayoría.




El slogan de campaña se hizo famoso para la época, “proteste con Gumucio”. El rival era Clodomiro Almeyda, quien sufrió una contundente derrota. Los falangistas sólo contaban con cuatro diputados y, con Gumucio, conformarían una delantera de cinco.  (La Revista Topaze mostraba a Gumucio como una especie de Martín Lutero, el líder de los protestantes).

El segundo gobierno de Ibáñez fue un verdadero desastre: tuvo más acusaciones constitucionales que los gobiernos anteriores, y su íntimo amigo, Darío Sainte-Marie, fue el fundador de El Clarín, diario caracterizado por su ironía fina y avasalladora de los rivales políticos, por parte de la línea Editorial del Diario. (El Gato Gamboa, director de este Diario, llamaba a Jorge Alessandri “la Señora”, deslizando la idea de homosexualidad).

El gobierno de Ibáñez contó con el apoyo incondicional de María de la Cruz, una feminista, fanática de Juan Domingo Perón, y que usaba un vocabulario fuerte y combativo. María de la Cruz fue elegida senadora por Santiago, con una enorme mayoría de votos, pero la coalición contra Ibáñez logró que fuera expulsada del Senado acusándola de contrabando de relojes, importados de Argentina.

La visita de Juan Domingo Perón a Chile tuvo el mérito de movilizar las masas, sin embargo, la propuesta de una alianza entre el justicialismo y el ibañismo no tuvo el éxito esperado: las comisiones investigadoras de la entronización del justicialismo en Chile por parte del Congreso sólo sirvieron para inspirar a escritores, entre ellos, a Alejandro Magné, en su libro, Nuestro vecino justicialista.

El 2 de abril de 1957 explotó en Santiago una rebelión popular, que tuvo aterrados a sus habitantes por más dos días: en la lucha callejera había aparecido un sector social, ignorado por la oligarquía: eran los pobladores cesantes, y con pocas esperanzas en el futuro laboral y, además, estaba muy lejano de la clase obrera, organizada en sindicatos, que obedecían a los comunistas y socialistas.

En el ibañismo existía un sector – la Línea Recta – que quería el poder para los militares, y aprovechándose de la rebelión de abril, presionaba al general Ibáñez para la aprobación del Estado de Sitio para que se perpetuara en el poder. Ibáñez, que pretendía que su gobierno  fuera democrático, convocó a todos los partidos políticos para pedirles que aprobaran el Estado de Sitio, pero ya era innecesario, pues los militares ya habían sofocado la rebelión.

El Partido Comunista había resistido los embates de la Ley de Defensa de la Democracia, como también rechazado la propuesta del “reinocismo”, (apellido del secretario general de las Juventudes Comunistas), la cual proponía la adopción de la vía violenta contra el gobierno burgués.

En la Cámara de Diputados se conformó el llamado “Bloque de Saneamiento Democrático”, y excluía a los partidos de derecha – liberal y conservador – de dicho Bloque. Esta nueva alianza de partidos estaba compuesta por representantes de los Partidos Socialista, Conservador Socialcristiano, Falange, Agrario Laborista y Radical. El programa incluía tres aspectos centrales: la derogación de la Ley de Defensa de la Democracia; una nueva ley electoral que contemplara la Cédula única, a fin de evitar el cohecho; una reforma administrativa, (propuesta por los radicales). El Bloque de saneamiento Democrático ha sido, a mi modo de ver, la reforma más importante y radical en el sistema político chileno.

El Partido Comunista, por ejemplo, que había sido tantas veces proscrito, jugó un papel muy importante en el sistema democrático, manteniendo siempre la tesis del V Congreso de la Tercera Internacional, que sostenía que el enemigo principal era el nazismo, por consiguiente, había que privilegiar la alianza con los partidos burgueses progresistas.

En un paréntesis sobre política, recuerdo desde mi infancia el haber odiado la educación formal y decidí acudir a la cimarra, que consistía, en mi caso,  en ubicarme en Cerro San Cristóbal, y leer, uno a uno, los libros  que estaban en la biblioteca de mis padres: ya no me conformaba con las obras de Freud y entré, de lleno, en la literatura, principalmente, los escritores rusos y, posteriormente, la literatura existencialista francesa. Los gran temas de actualidad entre ellos el cristiano,  era el famoso diálogo, liderado por los comunistas italianos, y las obras de Theilhard de Chardin, entre otras.

Mi madre, que era muy hábil e inteligente, me salvaba de las reprimendas y disposición de expulsarme del Colegio de Los Sagrados Corazones, y descubrió un nuevo Colegio para alumnos díscolos e indisciplinados, dirigido por el educador Enrique Cueto, español exiliado; en ese colegio había libertad y no existía el panóptico. Por primera vez, en mi vida escolar, obtuve calificaciones óptimas, especialmente en castellano, historias y filosofía, es decir, por primera vez me di cuenta que era una persona y que podía lograr lo que quería, y el camino de la literatura podría proporcionarme momentos de felicidad. Enrique Cueto envió a mis padres una carta en la cual me felicitaba. (En el Colegio de los Sagrados Corazones, Juan, mi hermano, siempre fue un buen alumno, mientras que yo, los pocos  días que concurría, sólo obtenía “catorce unos”), y la llegada al Colegio Carlos Casanueva, de Cueto, fue mi salvación.

Tuve la suerte de usar la “cuña”  para dar los exámenes como alumno libre, en un Liceo de Recoleta; los profesores eran falangistas y me trataban con “consideración”, y aprobé mi bachillerato en la Universidad Católica de Valparaíso, (en ese tiempo en manos de los Jesuitas).

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

06/04/2021

(Continuará)

 



Historiador y cronista

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  1. Gino Vallega says:

    Gumucio ,el viejo , nos cuenta que a punta de Pitutos , logra «pasar» por educado y contarnos «su» historia y la de sus amores ,la democracia cristiana ,
    con buena letra y ortografía, hay que reconocerlo.Para los sucesos del 2 de abril ,con el paco ibáñez , como presidente del centro de alumnos de Química y Farmacias y con el presidente del centro de alumnos de la Facultad de Leyes y varios seguidores , nos apalearon los pacos en Vicuña Mackena justo al llegar a la plaza Dignidad.

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