Crónicas de un país anormal

El “camino propio” de la DC dobla a la derecha

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La renuncia al Partido Demócrata Cristiano por parte del diputado por Rancagua, Raúl Soto, viene a completar el abandono de dirigentes del ala derecha de  esta colectividad política, como también de la izquierda: los primeros, por considerar su política muy izquierdista y, los segundos, por haber traicionado los principios de vocación popular de la Democracia Cristiana.

 

 

Por lo general el camino propio, impulsado por la directiva, conduce a la derecha, y así  ha sido a través de la historia de este Partido: cuando se aliaron con la derecha,   en los años 70, por ejemplo,  terminaron avalando el golpe de Estado de Augusto Pinochet.

 

Hoy, los votos de la Democracia Cristiana sumados a los del Partido Radical han hecho posible la aprobación de los proyectos emblemáticos del gobierno de Sebastián Piñera: el de pensiones y, el jueves último, el tributario, aprobado por la Cámara de Diputados. La “santísima trinidad” – Gabriel Ascensio-Gabriel Silber-Faud Chahin – disimula, so pretexto  de independencia de los diputados del Partido, su incondicional servicio y adhesión al gobierno reaccionario de Sebastián Piñera.

 

El proyecto dejó intacto el sistema de AFPs, y el tributario, sólo favorece a los más adinerados del país, por lo cual el fisco deja de percibir 800 millones de dólares, suma que alcanzaría para satisfacer las demandas hospitalarias y educacionales.




 

El joven diputado Raúl Soto ingresó a la Democracia Cristiana convencido de que este Partido cumpliría el principio de la vocación popular, la justicia social y la redención del proletariado, valores inculcados por sus padres; sus modelos eran Radomiro Tomic – decía que “cuando se pacta con la derecha, la derecha es la que gana” – y Bernardo Leighton. Es cierto que los fundadores han sido reemplazados por hombres mediocres y oportunistas, cuyo único interés es el de repartirse el botín del Estado, y hoy se funden en un abrazo con connotados pinochetistas a fin de celebrar los proyectos gubernamentales, claramente en contra de la mayoría, que son los pobres y los pertenecientes a las capas medias.

 

Este trío democratacristiano ha tenido el mal gusto de aliarse al gobierno de Piñera, cuando la mayoría de la ciudadanía los rechaza, y sólo le augura una derrota segura en las próximas elecciones.

 

El diputado Raúl Soto había presidido en la Cámara la Comisión de Trabajo, tratando de corregir los múltiples errores que contenía el proyecto de Pensiones, cuya base se sustentaba en la mantención del sistema de las AFPs, además de un ridículo aumento de la pensión solidaria – hoy de $100.000 y que aumentaría a $110.000 -.

 

El jefe de bancada de la Democracia Cristiana en la Cámara, Gabriel Asencio,  en forma autoritaria, dispuso la salida del presidente de la Comisión de Trabajo,  Raúl Soto, y de su reemplazo por Gabriel Silber.

 

El debate en la Sala de la Cámara de Diputados, entre Asencio y Soto fue memorable: Soto sacó de su bolsillo un billete de $10.000 para demostrar el aumento miserable de la pensión solidaria, y Asencio – hoy momio populista – enseñó  a los presentes su billetera, sosteniendo lo importante que era para los pobres las “dádivas” que encarnaba el proyecto de Pensiones.

 

En la Democracia Cristiana aún restan algunos parlamentarios dignos, progresistas y decentes, (los casos de los senadores Francisco Huenchumilla y Yasna Provoste, y del diputado Torres que junto con Soto, rechazaron los proyectos de Pensiones y el Tributario), sin embargo, el declive hacia la derecha de  la Democracia Cristiana parece inevitable, y su destino, al igual que el de los radicales, es terminar convirtiéndose en un pequeño y corrupto Partido, muy hábil para manejar el sistema electoral y pedir a sus aliados la presidencia de las màs rentables y mejores empresas del Estado.

 

 

La directiva democratacristiana, al mando de Fuad Chahín, ha tratado de minimizar la renuncia del diputado Raúl Soto argumentando que hace sólo dos años ingreso al Partido, y que su papel en la Cámara carecía de importancia. Es posible que la seguidilla de renuncias no se detenga, y tampoco  faltará quienes le pidan a los dirigentes democratacristianos que entren a formar parte del gobierno y, en forma tardía, se adjudiquen puestos fiscales.

 

Ya pasaron los tiempos en que Radomiro Tomic, buscando la unidad social y política del pueblo dijera, con su vozarrón de eximio orador, que el “Partido tiene que ser el escudo y la espada de los pobres” y agregando la máxima de  “cuando se pacta con la derecha, la derecha es la que gana”.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

24/08/2019                  



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