Medio Ambiente

Arde el Amazonas y Bolsonaro nos adelanta el apocalipsis

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El planeta está en llamas. Primero Siberia, más tarde Gran Canarias, desde hace varios días el Amazonas. Hoy, todas arden sin control. De todas ellas, sin duda que el Amazonas, por su amplitud y espesor, es la selva cuyo deterioro y desaparición impulsará a una catástrofe planetaria. Un proceso de retroalimentación positiva se activará elevando de forma acelerada la temperatura global.

 

El Amazonas ya venía sufriendo los estragos del calentamiento global, con un déficit creciente de lluvias sobre la profusa vegetación. No pocos estudios y modelos de futuras alteraciones pronosticaban la muerte de esta pluvisilva, posiblemente hacia finales de este siglo. Con la pérdida de la vegetación, los suelos desnudos y erosionados se calentarán con el resultado de más dióxido de carbono en la atmósfera amplificando este ciclo a escala global.

 

Los modelos para anticipar el calentamiento global en general no han incluido un factor hoy determinante. La política y la economía. No incluyeron a Bolsonaro, su negacionismo ambiental ni a los hacendados y ganaderos que hoy le han prendido fuego a la selva para plantar soja y venderla a los chinos. Porque no es azar o coincidencia que desde la llegada del ex capitán de Ejército a la jefatura de gobierno los incendios han aumentado a tasas nunca antes registradas. En estos días puede leerse en la prensa que las quemas descontroladas de agosto son casi un 90 por ciento superiores al promedio de los últimos años.

 

 

No hablamos de un bosque o una reserva. Hablamos de una selva con una superficie de un continente completo que arde en estos momentos. Un fuego que arrasa con todo a su paso y llevará a la extinción de la flora y fauna que habita esos lugares. En estos momentos miles de animales inocentes están muriendo abrasados por las llamas.




 

El fuego ha cruzado el umbral del no retorno, empujando a una muerte segura y acelerada del llamado pulmón verde del planeta. Ningún modelo para elaborar pronósticos consideró que un nuevo Nerón gobernaría Brasil. Tan grande es el fuego, que cruza Brasil de Oeste a Este. Tanto, que el martes el humo espeso llevó a Sao Paulo una noche oscura a las 3:00 de la tarde, cosmópolis tres mil kilómetros al oeste del foco de los incendios.

 

La deforestación es la política. Suicida para nosotros, pero política sin duda a favor de intereses comerciales y de grandes inversiones. Tras la quema vienen las plantaciones, la ganadería, la soja y el ingreso en un proceso precipitado que tiene aspecto terminal. Bolsonaro y los hacendados han superado todos los modelos experimentales sobre la Cuenca del Amazonas. En aquellas proyecciones se sustituyen los árboles por hierbas, matorrales  o como mucho una sabana con uno que otro árbol. Aquellos estudios, citados por el paleontólogo australiano Tim Flannery, estiman que las grandes zonas se tornan tan cálidas y asoladas que no pueden mantener ni siquiera una reducida vegetación y acaban por convertirse en un desierto. Si es así, es un futuro aterrador. El modelo prevé que estos signos de decaimiento aparecerán a partir de la mitad de siglo, pero la aparición del incendiario Bolsonaro apresura su muerte.

 

Hay algo peor que esta catástrofe. Es el fanatismo y ceguera de estos políticos que se han sacado las caretas. Bolsonaro se ha burlado de Angela Merkel y le ha rechazado la ayuda para controlar los incendios, lo mismo que al gobierno de Noruega en tanto culpa por twitter a las Ongs del fuego. ¿Por qué? Para armar conspiraciones y enredos vuelve a escribir en twitter.

 

Hay otro mono con navaja tanto o más peligroso que Bolsonaro. Este sujeto quería comprar Groenlandia y por este motivo había agendado una reunión en octubre con la primera ministra de Dinamarca, Mette Fredericksen. Cuando la danesa le respondió por la misma red que Groenlandia no estaba en venta y que nunca había escuchado algo más absurdo, el magnate del que hablamos suspendió indefinidamente la reunión. En twitter apareció más tarde una foto trucada de Groenlandia con la torre Trump. De paso, queda inaugurada una nueva manera de hacer diplomacia. Uf.

 

Si Bolsonaro está metido o favorece a los hacendados y ganaderos con la tala e incendios, Trump quiere Groenlandia, que es la mayor isla del planeta, para extraer recursos naturales y desarrollo inmobiliarios. Tal vez un casino o un resort de lujo ahora que se derriten los hielos.

 

Hace unos meses el secretario de Estado de Trump, Mike Pompeo, tenía una idea similar con el derretimiento y cercana desaparición de los hielos del Artico. Pompeo quiere aprovechar el polo norte para establecer nuevas rutas marítimas, más rápidas y cortas.

 

El crítico cultural británico Mark Fisher tiene una frase perfecta para este pensamiento, que es sesgado y fanático como cualquier fundamentalismo religioso. “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Con estos líderes, y sus electores, no olvidemos, no solo imaginamos ese fin, sino también lo realizamos.

 

PAUL WALDER

 



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  1. Federico E. Cavada Kuhlmann says:

    Muy interesante tu articulo Paul, sobre todo por que sirve para que la comunidad se de cuenta del grave peligro que sufre frente a estos problemas y al explotación irrestricta de la tierra

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