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Vox marca el paso de la derecha española

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Con 24 diputados y una exigua representación en las comunidades autónomas y ayuntamientos, Vox decide los destinos, por el momento, de la derecha española. Marca la agenda y cohesiona el ideario de conservadores, liberales, democristianos, franquistas, nacional católicos y falangistas. La fuerza de Vox es suma de factores que va de la sucesión de Aznar por Mariano Rajoy en la cúpula del PP, la crisis catalana, pasando por la emergencia de Ciudadanos y Podemos, hasta la crisis económica de las hipotecas basura.

 

El triunfo electoral de los Populares en 2011 trajo tormenta. Mariano Rajoy llegaba al gobierno. Un electorado desafecto le dio su voto. El argumento era uno. En tiempos de crisis la derecha produce orden. El cuestionamiento de la monarquía, un parlamento desacreditado, los indignados con su: no nos representan, una juventud sin futuro, el aumento del desempleo y la corrupción, hizo estallar la entente entre derecha, socialdemocracia, nacionalistas e izquierda institucional. En medio de la crisis, los partidos hegemónicos creyeron capear el temporal. El PSOE retornaba a la oposición y el PP recuperaba el gobierno. Las voces de protesta deberían ceder. Pocos vaticinaban la ruptura de la derecha que tanto costó unir a Manuel Fraga Iribarne.

 

En 1989, con los restos de UCD, formación creada ex post para gobernar en la transición, liderada por Adolfo Suarez, Fraga tejió junto a conservadores, neoliberales, democristianos, nacional católicos, padres, hijos y nietos del franquismo, un partido sin fisuras bajo el rótulo de centro reformista. Nacía el Partido Popular, heredero legítimo de la España imperial. La derecha se reinventaba sin renunciar al pasado, ni renegar del caudillo. Habían ganado una guerra. Ni memoria histórica, ni justicia reparadora. Serían los nuevos arquitectos de un orden cuyos cimientos se remontaban a los reyes católicos, la conquista y colonización de América Latina. Había que continuar la obra. Este pasado es reivindicado vehementemente por Pablo Casado, presidente del PP, en un intento de arrebatar a Vox su relato.

 

Ni la designación a dedo de Mariano Rajoy, los sobresueldos, el cohecho, la malversación de caudales públicos, la financiación ilegal, los pagos en negro, causaba malestar al interior de sus filas. La política antiterrorista y la lucha contra ETA marcaba su línea roja. Sin embargo, a fines de 2013 el edificio sufre las primeras grietas. Nace Vox. Sus fundadores se muestran decepcionados con Rajoy. Ligados a la Fundación Villacisneros, a la institución para la Defensa de la Nación española Denaes, aznaristas todos, toman la iniciativa convencidos de la necesidad de refundar la derecha.

 

Alejo Vidal Quadra, ex vicepresidente del Parlamento Europeo; Ignacio Camuñas, ex ministro de UCD; José Luis González Quirós ligado a la fundación FAES y director de la revista Cuadernos; José Antonio Ortega Lara, ex funcionario de prisiones secuestrado por ETA; Ana Velasco, periodista de Libertad Digital y destacada de la Fundación Villacisneros, cuyos principios responden a los valores civilizatorios del catolicismo más reaccionario; Cristina Segui, periodista próvida, tertuliana en los plató de televisión; María Jesús Prieto, defensora de Aznar y ex directora del Instituto de Meteorología, eran junto a Iván Espinosa de los Monteros, miembro de la Fundación para la Defensa de la Nación española Denaes, Santiago Abascal ex diputado del PP en el País Vasco, miembro de Denaes, y Enrique Álvarez ligado al círculo de empresarios, los nueve magníficos. Todos compartían un discurso: la cobardía política de Rajoy para defender los valores patrios, las víctimas de ETA y favorecer el independentismo.




 

La deriva xenófoba, patriarcal y acercamiento a la ultraderecha europea, supuso la renuncia de tres de sus fundadores: Ignacio Camuñas, Alejo Vidal Quadra y Cristina Segui. A partir de ese instante, el poder recae en Santiago Abascal. Vox se reinventa. La ultraderecha se reagrupa fuera del PP. Todos son parte de las redes de poder tejidas durante la tiranía o provenientes de la rancia aristocracia. Hijos y nietos de embajadores de Franco, amigos de Hitler, confidentes de las SS, generales golpistas, gobernadores civiles, procuradores en Cortes, jueces y académicos ultraconservadores. A ellos se unen jueces, militares retirados, toreros y personajes de la farándula. Son cabeza de cartel en sus listas electorales. Participan en sus mítines y arropan a sus dirigentes, muchos reniegan abiertamente del PP. Cobra fuerza el eslogan de Santiago Abascal al tildar al PP como la derechita cobarde y a Ciudadanos: la veleta naranja por sus continuos giros políticos. Entre bambalinas, Rafael Bardají, ex mano derecha de Aznar en política exterior y antiguo militante troskista, consultor de la Fundación Elcano.

 

Las elecciones autonómicas en Andalucía, diciembre de 2018, marcan el punto de inflexión, Vox se proyecta en las instituciones. Con 12 diputados facilita a la derecha el gobierno de la Junta de Andalucía. En 2019, tras las elecciones generales, municipales y autonómicas, hará lo mismo en la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento. Allí donde PP y Ciudadanos no pueden formar gobierno, los votos de Vox son indispensables. Ambos partidos se convierten en sus rehenes, teniendo que asumir, bajo el sello de un patriotismo rancio, las propuestas xenófobas, racistas, próvida y control educativo de la ultraderecha. El resultado, un proceso de involución democrática, donde cantar el Cara al Sol se hará sin remilgos, todo sea por el poder. En la batalla de ideas, Vox restablece el orden ideológico de la derecha. No requieren formar parte de los gobiernos, pero marcan el ritmo de quienes tararean sus letras. Han sabido desplegar la moraleja del Traje del Emperador. El PP y Ciudadanos creen estar vestidos pero se han desnudado sin pudor cayendo en manos de la ultraderecha y mostrando sus vergüenzas

 

 



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