Bendita sea el agua (Recuerdos del verano de 2019)
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Hacer recuerdos, ayuda a superar el fastidio de la pandemia. Todo a causa del movimiento telúrico del sábado. Al concluir el personaje de esta historia, sus habituales paseíllos diarios por la avenida Libertad de Viña del Mar, llegaba a la plaza Vergara. Le seducía ese lugar, donde convergen las avenidas. Las calles solitarias carecen de vida y cuando son ciegas, dan la sensación de cárcel. La plaza Vergara, es el ombligo de la ciudad y ahí todo puede suceder.
Hay vendedores ambulantes, truhanes que estafan con el inocente juego de “Pepito paga doble”; jugadores de ajedrez, a quienes jamás nuestro personaje ha podido ganar. A veces, concurre a un local a beber café, donde nunca falta el amigo. Un sábado, quiso beber agua en un surtidor de la plaza y se acercó un sujeto. Vestía de inspector del tránsito, guardián de un “mall” o el encargado de cobrar los estacionamientos de los automóviles. Hay una manía por uniformarse o disfrazarse en épocas de turbulencia, que altera la tranquilidad. Cualquiera se siente vigilado. El uniformado le advirtió: “Si desea beber agua, señor, debe cancelar 100 pesos”. Preguntó el paseante la razón de aquella arbitraria e inusual medida, propia de un oasis del desierto. El funcionario, sin abandonar la amabilidad, respondió. “El agua, señor, es privada y se halla desde hace dos meses, bajo la concesión de una empresa europea: “OUR WATERS”.
Como se vive en un país, donde las privatizaciones alcanzan el delirio —ya se privatizará el aire y la lluvia— nuestro paseante preguntó, si también se encontraba bajo concesión, caminar por las calles. “El tema, señor, se halla en discusión y a partir del próximo verano, será realidad”. Preguntó el paseante, cuantos sorbos de agua podía tomar. “Como nos encontramos en marcha blanca —advirtió el vigilante— los que usted estime. El próximo mes, se cobrará a 100 pesos el sorbo, con un límite de cinco. Ahora, si usted quisiera beber más de esa cantidad, el precio se va duplicando”. Nuestro paseante le respondió que, si concurría al café y se tomaba un vaso de agua mineral, se encontraba dentro del precio del café.
Se cruzó de brazos el funcionario, y sin abandonar la gentileza, dijo: “Ha de saber señor, que desde hace tiempo, nada es gratis en nuestro país. Perdone advertirle, pero usted no está informado de cuanto sucede aquí. La gratuidad es un pésimo ejemplo que viene de países en decadencia, a punto de quebrar. Chile ha sobrevivido gracias a la privatización del agua, de su litoral, de la educación, de la salud y del fondo de pensiones”. El paseante le preguntó, aunque se trataba de una pregunta idiota, que si él compartía esas medidas. Unos segundos caviló el guardián y mientras empequeñecía los ojos y se sobaba el mentón —la pera en buen chileno— respondió que él sí creía, pero su señora dudaba. En cambio, sus tres hijos, sin poder ingresar a un instituto técnico o a la universidad, lo acusaban de momio. Entonces, él debía trabajar en esa actividad para sostener la casa y aspirar a que en breve, lo designaran jefe de cuadrilla.
Tres sorbos de agua bebió el paseante y se dirigió al café. Sentado a una mesa, mientras hablaba por celular, encontró a Pepe, un amigo que no veía desde hacía meses. “¿Y dónde andabas metido?” le preguntó a Pepe, a penas éste concluía su charla telefónica. “Hace una semana regresé de África y pienso escribir mis experiencias, para un diario de Canadá”. Mientras esperaban ser atendidos, el paseante le refirió al amigo, sobre la anécdota del surtidor de agua. Pepe lo acusó de vivir en el limbo, aunque ya no existe. Enseguida, habló como si dictara cátedra, que Chile empezaba a economizar el agua, destinada a surtir los oasis del mundo, donde cualquiera pueda concurrir en las vacaciones, a disfrutar de las bondades del clima. “Debemos ser solidarios con quienes pueden morir de sed”, remató.
Mientras nuestro personaje regresaba a casa, recordó lo que había leído en una oportunidad: “Para mantener buenas relaciones de amistad con el imperialismo, es fundamental no tener petróleo, agua, ni litio. Y si se tienen, el imperialismo los debe administrar”.
Por Walter Garib
Gino Vallega says:
Como me extirparon un lóbulo pulmonar ,por un cáncer , gasto menos aire y con el ahorro del respirómetro ,me tomo un espresso mensual , parado en el mesón y sin agüita mineral.