La Plaza de la Victoria de Valparaíso, un diario mural popular
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Como dice la canción “La Joya del Pacífico”, que es un verdadero himno popular de Valparaíso, “…la Plaza de la Victoria es un centro social…”, ya que al ser un sitio neurálgico de la ciudad es el lugar natural de encuentro de las familias porteñas. Durante el último tiempo este “centro social” se ha transformado en un verdadero “pizarrón popular”, en un “muro no virtual” donde, mediante frases cortas y precisas escritas en pancartas de papel o cartulina, se expresan ideas y exigencias que las porteñas y porteños gritan en las movilizaciones. Para cualquier persona que se desplace por este lugar es imposible no observar estos llamativos carteles. Este espacio público se ha convertido en un escenario de protesta.
“Esta es una manera de utilizar los mismos métodos que usa el marketing, el mercado, para la publicidad, con frases cortas y repetitivas, para que las personas que las lean a su paso las vayan haciendo suyas, sobre todo en nuestro país, donde al pueblo lo tienen sumido en la ignorancia, con una educación de mala calidad, que se traduce en una pésima capacidad de comprensión de lectura. Por eso, pienso que no se saca nada con entregar volantes con mucho contenido de lectura, ya que la gente los toma, los mira y los vota sin leerlos. En cambio estos mensajes, con las armas de la publicidad del capitalismo, son mucho más efectivos. Por eso yo los coloco una y otra vez, ya que constantemente los están sacando. Papel, pintura o plumones, a seguir colocando estos sencillos mensajes que todos entienden. Esto no solo lo hago en la plaza Victoria, sino también en otros lugares donde circula mucha gente….” , me manifestó el compañero que acababa de instalar uno de estos carteles, al preguntarle cuál era el sentido de esta acción.
Las imágenes que reproduzco a continuación hablan por sí solas y destacan a la vista de las y los numerosos transeúntes, de las más diversas edades y condiciones sociales, que transitan cotidianamente este céntrico lugar de Valparaíso.
Texto y fotos: Guillermo Correa Camiroaga