¿Cuál es el legado de Piñera?
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Salvo en sus negocios personales (bordea los 3 mil millones de dólares) el que termina es sin duda el año más negro de Sebastián Piñera: su impresionante sucesión de errores, desaciertos y desatinos, no solo le han restado lo poco que le quedaba de credibilidad, sino que en la ciudadanía se instaló la idea de que nunca antes en la historia de Chile la figura de un presidente de la República había alcanzado tanta irrelevancia.
El hasta ahora primer mandatario encabeza un gobierno peso pluma, gran parte de sus antiguos electores lo abandonó, los partidos de su propia coalición le quitan el piso con frecuencia y cada una de sus intervenciones merece de inmediato tal unánime rechazo que hace coincidir la voluntad de la calle con la del Congreso Nacional.
Muchos se preguntan quién o quiénes lo están asesorando – más allá del segundo piso de La Moneda – como para llevar a cabo una gestión tan desastrosa por su lejanía con la gente, en que desconoce la existencia de clases sociales antagónicas y sus abismales diferencias, y en que lo único claro es que solo se alientan los afanes de los ricachones del barrio alto y del 0,1% más adinerado que es el verdadero dueño de Chile.
Tal como en su primer mandato perdió la batalla contra la delincuencia, ahora los reveses siguen acompañando a Piñera: apostó por el nepotismo cuando llevó a sus dos hijos empresarios en un viaje oficial al Asia para sumar en su plan de negocios, y por los abusos de poder cuando se supo que por años no pagaba las contribuciones de bienes raíces por su mansión de veraneo que posee en Lago Caburgua, avaluada en 360 millones de pesos.
Obviamente no hay allí ningún “legado” como el gobernante pretende proyectar. Su imaginación también le juega en contra, porque de ahí no salen los cientos de miles de nuevos empleos presuntamente creados en su administración y los supuestos miles de agentes extranjeros que conformaban el poderoso peligroso enemigo encubierto que denunció cuando comenzaba el estallido social al asumir un informe de “inteligencia” del Ejército. El estallido y la pandemia terminaron por borrarlo del mapa y quedó claro que el multimillonario inversionista no da el ancho ni tiene espaldas para la jefatura de Estado. Ignorar al pueblo, desoír sus clamores y reafirmar el modelo privatizador de desigualdades no contribuye tampoco a un eventual “legado”.
Este Piñera que quiso subirse al carro de la victoria del Apruebo en el plebiscito es el mismo que a comienzos de su actual gobierno mandó a su entonces ministro del Interior (Chadwick) a decir a un grupo de parlamentarios que era innecesaria una nueva Constitución porque bastaba con seguir parchando la pinochetista. Contra su voluntad hoy admite que “esa Constitución nos dividía”.
Para el gobernante el sistema previsional privado es intocable, pero igual ha habido en dos ocasiones retiro de fondos (viene una tercera y quizás una cuarta) de millones de hombres y mujeres para poder paliar la crisis generalizada, subsistir en medio de la emergencia, comer algunas semanas y pagar las más urgentes deudas en mora. Ningún asesor le recuerda que en Chile han marchado millones de personas cuya exigencia central es no más AFP.
Las contradicciones vitales del presidente lo caracterizan. Llama a la “unidad nacional” y a dejar atrás la “ola de violencia”, sin reparar en que las desigualdades convocan a la confrontación y que la conducta violentista de los operadores del modelo, sus reiterados abusos, su saña discriminadora y sus descaradas corruptelas provocan la reacción airada de los innumerables compatriotas estafados e indignados.
Ni siquiera atina el mandatario chileno en el ámbito internacional. Como neoliberal a ultranza le repele cualquier dirigente o régimen socialista, pero en Bolivia la presidencia fue ganada holgadamente por el MAS, Movimiento Al Socialismo; y en Venezuela está firme el presidente Maduro – a quien hace dos años le auguró su caída “en los próximos días” – porque el que se va es Trump, el tío Sam del viejo capitalismo yanqui, tío político de Piñera.
Finalizando el año y coincidiendo con el episodio de falta de mascarilla en Cachagua, la encuesta Criteria le ha dado el golpe de gracia: su aprobación cayó a un inédito 7%. Ello contribuye a robustecer la voluntad popular de que Piñera – favorecido por el hecho de que todavía no rige un referéndum revocatorio – se sume al plan “paso a paso” y dé en lo inmediato un paso al costado, antes de que la paciencia de las mayorías termine por agotarse.
Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso