La revolución de los ojos, la movilización ciudadana que escapa de su prisión mental en Chile
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La revolución de los ojos chilena, este movimiento ciudadano masivo que nació a mediados del mes de octubre en el país símbolo del neoliberalismo mundial y que contuvo su estructura por casi treinta años, logró despertar y abrir los ojos a un modelo que parecía perpetuarse bajo la sombra de una constitución elaborada bajo cuatro paredes en la dictadura militar de Augusto Pinochet y que sirvió de ancla para una gran experimentación sistemática de reformas neoliberales en el país austral.
El neoliberalismo en Chile se basa en una estrategia de apoyo a la liberalización en materia económica, lo que implica que los mercados sean totalmente abiertos y la presencia de un Estado mínimo en su intervención en el mercado y el gasto social, achicando de esta manera su “mano” en todos los sectores, lo que conllevó a la privatización de los servicios básicos de los ciudadanos como las pensiones para jubilados, educación y salud, entre otras.
Hasta aquí todo bien para los defensores del libre mercado, no obstante las consecuencias en un país en vías de desarrollo como Chile son nefastas, pues no se garantizan el acceso a los servicios mínimos para los sectores más vulnerables, al tiempo de generar un distanciamiento entre la economía y la estructura social. Millones de chilenos ven pasar ante sus ojos como la justicia funciona para los que tienen dinero, la educación es para aquellos que pueden pagarla, al tiempo de ver a sus cercanos fallecer en las interminables listas de espera de los hospitales públicos y así en todo orden de cosas, generando una creciente desigualdad y diferenciación entre los mismos ciudadanos.
Por otra parte el sistemas que hoy tiene a los chilenos sumidos en las constantes movilizaciones afecta de sobremanera en la psiquis de los ciudadanos, pues de forma inconsciente los conduce a un proceso de individualización extrema, la atracción hacia el consumo irracional estimulado por la publicidad y la búsqueda del éxito en el bien material con su posterior reconocimiento social.
La aceptación social va de la mano con este materialismo que obliga a consumir determinados bienes, visitar ciertos lugares y utilizar determinadas marcas para poder encajar en esta competencia voraz, inconsciente y absurda, fomentando el clasismo entre los mismos ciudadanos en base a la diferenciación de quien accede a objetos, experiencias y estilos de vida.
El individuo de forma inconsciente y colectiva siembra sus cimientos en el modelo individualista, pues lo observa y lo vive como mejor o más fuerte, todo esto producto de la anulación e invisibilización de las instituciones sociales, las cuales caen en pro del individualismo y la privatización exacerbada. Cómo define Manuel Castell surge la noción del ‘Estado impotente’ pues este se enfrenta a una mayor demanda de intervención al mismo tiempo que ve restringido su campo de acción en este caso por el legado representado en la constitución de Pinochet.
En este sentido la ingeniería neoliberal utiliza múltiples acciones para conquistar estratégicamente nuestro espacio con la ‘mano invisible’ del mercado, se estructuran marcos cognitivos de acuerdo a los gustos de las personas, de sus deseos materiales, sexuales, educativos o de ocio. Gracias al Big Data los datos personales se capitalizan y comercializan por completo. El uso del marco es en gran medida inconsciente. Los marcos operan en el sistema nervioso central, de ahí que la gente no suela saber que están usando marcos, y menos aún qué tipo de marcos.
En palabras de George Lakoff, los frames o marcos cognitivos son estructuras mentales que le permiten al ser humano entender la realidad y, a veces, crear lo que entendemos por realidad. Los marcos facilitan nuestras interacciones más básicas con el mundo: estructuran nuestras ideas y nuestros conceptos, conforman nuestra manera de razonar e incluso inciden en nuestra percepción y en nuestra manera de actuar. Por lo general, nuestro uso de los marcos es inconsciente y automático; los utilizamos sin darnos cuenta.
La estrategia de seducción del mercado conduce las formas de pensar y de actuar, se establece como base de la sociedad por sobre las relaciones interpersonales, atacando el sistema emocional impulsando la activación de sistemas y estructuras cerebrales como la aversión a la pérdida, el de recompensa cerebral o el núcleo accumbens, que procesa toda la parte emocional, entre otros.
“Nuestro cerebro toma decisiones en compras porque sigue un patrón de Filogénesis y Epigenia. ‘Dolor’ (identificado en el cerebro principalmente por la Amígdala Cerebral) y ‘Placer’ (identificado principalmente en el cerebro por el Núcleo Accumbens). Nos alejamos de lo que nos causa dolor y nos acercamos a lo que nos da placer. También se involucran otras partes más del cerebro, pero nos hallamos hasta aquí en las bases de la neuroanatomía en la motivación básica”, afirma Carlos Reyes académico de neurociencias aplicadas a la economía y autor del libro La dimensión oculta de un marketing con ciencia.
La ética protestante de Max Weber contiene, en su núcleo, una tesis sobre el papel de las emociones en la acción económica, dado que es la angustia que provoca una divinidad incomprensible lo que subyace en la actividad vertiginosa del empresario capitalista.
En este contexto el individuo se embarca en la competitividad por medio de una larga carrera de obstáculos personales, que muchas veces genera sentimientos de inferioridad, insuficiencia, desgaste profesional, depresión, estrés y frustración. El que fracasa se culpa a sí mismo. Pero que al mismo tiempo, se siente libre y empoderado individualmente como dueños de su destino sin considerar la estructura social donde se desenvuelven, pues todo ‘esfuerzo’ en esta macro ‘competencia’ servirá para ser el gran gerente, el máximo deportista, la superestrella política o el trabajador del año, situación que muchas veces -en Chile- está supeditada a factores relacionados con las redes familiares, la casta política-empresarial donde creció o la universidad o colegio de élite que se accedió, entre muchos otros factores.
Como asegura el filósofo coreano y profesor de la universidad de las Artes de Berlín, Byun-Chul Han en relación al neoliberalismo el ‘poder inteligente’ no prohíbe, se ajusta a nuestros deseos y, en lugar de limitar nuestras opiniones, nos estimula a comunicarlas. Este poder nos seduce, ya que es capaz de leer nuestros pensamientos conscientes e inconscientes y prestarse a satisfacerlos.
En esta línea mermada la confianza del propio ser del individuo en pos de la individualidad exacerbada, baja la cooperación social cambiándola por la competitividad producto de una sociedad desarticulada, fragmentada y enmarcada en un proceso de despolitización y desideologización civil que hoy en su revolución de los ojos busca despertar a su prisión mental que se fue estructurando en torno a una telaraña económica en estos treinta años de ‘democracia’.
Andrés Fredericksen