El pintor de almas: un nuevo retrato de Barcelona
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El artículo «Conflictividad laboral en Cataluña a comienzos del siglo XX: sus causas» de Alejandro Andreassi Cieri, expresa que “en el periodo comprendido entre 1870 y la década de 1920, las huelgas fueron no sólo la expresión más generalizada de la lucha de clases, sino también acontecimientos capaces de evocar un conjunto de emociones e imágenes, por lo menos habituales y comunes en el periodo que abarca el cambio de siglo … Una suerte de guerra civil relativamente incruenta, que aparece persistentemente como la manifestación específica del enfrentamiento social.
Es esa capacidad simbólica, que le permite encarnar la rebelión contra todas las injusticias sociales que la ha hecho, objeto de la literatura y el cine.
El marco espacial de este artículo, es el de la ciudad y provincia de Barcelona y responde a la necesidad de analizar el movimiento huelguístico, en un área de gran densidad industrial y larga tradición en su desarrollo como es Cataluña en relación al resto de la economía española, cuyo epicentro está constituido por la capital del Principado y las comarcas de su entorno inmediato”.
En estos años, el desastre de la guerra de Cuba que marcó el fin del periodo colonial, la guerra de Marruecos y la perdida de miles de vidas, permitió que surgiera, en la población, un fuerte sentimiento antimilitarista
En ese periodo, la ciudad inspirada en la grandeza de París, en los sueños de la burguesía, en el surgimiento de los intelectuales del novecientos y la Iglesia, crecía a un ritmo acelerado y aparecían grandes proyectos urbanísticos, que buscaban ampliar el radio urbano de Barcelona uniéndola a las villas cercanas al núcleo fundacional de la ciudad.
En un artículo del archivo del Ayuntamiento de Barcelona, titulado la “Semana trágica”, se explica que “en los barrios insalubres hervía la ciudad proletaria, callejera e insurrecta consuetudinaria, constituida por unas clases populares depauperadas. La capital catalana contaba entonces con medio millón de habitantes, de los cuales unos 170.000 eran trabajadores asalariados, la mayoría analfabetos.
Hombres, mujeres y niños, normalmente a partir de los siete años, trabajaban durante quince horas diarias, en condiciones durísimas, entre seis y siete días a la semana. El anarquismo, articulado entre la acción directa y el sindicalismo y el populismo lerrouxista, sedujeron a las masas obreras.
Y a la flamante Barcelona, que inauguraba la Vía Layetana y se dejaba seducir por la fachada de la catedral o las joyas del modernismo, se opuso otra Barcelona, hostil y combativa, hecha de hambre, de mítines y huelgas, de bombas y barricadas.
Junto con esa agitación social, a finales del XIX y comienzos del XX, aparecen dos nuevos movimientos socio-culturales: el Modernismo que se expresa con fuerte originalidad, dejando en la ciudad uno de sus más representativos patrimonios artísticos.
El Modernismo, asimila la tradición del gótico catalán integrando el hierro forjado, la cerámica, el vidrio y la madera expresando, las aspiraciones estéticas de la burguesía industrial.
Su aparición, coincide con la expansión económica y cultural de Barcelona que, en 1900, tiene 544 mil habitantes. Por lo que se refiere al Noucentisme, es un retorno a la racionalidad y al clasicismo”.
Fue en ese contexto histórico, que Ildefonso Falcones situó la trama de la novela “El pintor de almas”, publicada por Grijalbo, en la cual retrata los conflictos que vivía la sociedad catalana y el mundo en general a comienzos del siglo XX.
Su protagonista Dalmau Sala, hijo de un anarquista ajusticiado, es un joven pintor que vive atrapado entre dos mundos. Por un lado, está su familia y la mujer que ama y la firme defensa de la lucha obrera; es parte de ese grupo de hombres y mujeres que no conocen el miedo a la hora de exigir los derechos de los trabajadores.
Su otro mundo, está conformado por su trabajo en el taller de cerámica de don Manuel Bello, su mentor y un conservador burgués de férreas creencias católicas, que lo acerca a un ambiente donde imperan la riqueza y la innovación creativa.
Dalmau tendrá que encontrar su camino y descubrir que es lo que de verdad le importa: sus valores, su esencia, el amor de una mujer valiente y luchadora y, sobre todo, esos cuadros que brotan de su imaginación y capturan en un lienzo, las almas más miserables que deambulan por las calles de una ciudad agitada por el germen de la rebeldía.
Para el pintor Javier Mansilla Águila, “más allá de la representación exacta de un retratado, la pintura pretende provocar o emocionar y no corresponde a un instante de una escena, sino que es una historia en sí, por ende, los modelos deben corresponder no solo física si no que emocionalmente al proyecto. El pintor antes o durante el transcurso de la sesión, indaga y se adentra en la personalidad y carácter del retratado, lo conduce al estado emocional que desea representar y su maestría hará el resto.
Considero que no se puede ser fiel a la representación de un modelo, si se ignora su esencia y creo que es el tema el que elige al pintor, el ambiente, lo social, lo político, lo que nos motiva a desarrollar un tema específico y quizás será por eso, que son los tiempos de caos los que producen las obras más interesantes”.
Hay dos elementos que llaman la atención en esta novela. Por un lado, está el exceso de datos históricos y costumbristas que contiene el relato, que hacen que la lectura sea más lenta y por otro, cierto maniqueísmo en el desarrollo de los personajes, que los muestra como incapaces de controlar su destino, sin una reflexión personal que los haga evolucionar, es decir, son buenos o malos hasta el final, justificándose cualquier acción sin que éstos analicen qué parte de culpa tienen porque pareciere que su condición lo justifica todo.
Como en todas sus novelas, Barcelona y su historia es la tela donde Ildefonso Falcones, escribe sus historias donde esta trama, es un espacio en que se unen con mucha maestría, la historia de una época muy convulsionada en la cual el amor, la pasión por el arte, la lucha los ideales y la venganza, se combinan para recrear la transformación de Barcelona, de una ciudad antaño sobria y gris a una brillante, moderna que se convertiría en un referente artístico y social cobrando con esa transformación, la vida de muchos de sus hijos.