La amenaza del radicalismo de derecha
Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 53 segundos
La pregunta que cabe siempre: ¿Es posible la emergencia del fascismo ahora?
Chile, como la Alemania en la época Nazi, vivieron experiencias atroces y fracasadas de fascismo; aunque el primero era de corte colectivista-corporativo y el de Chile de corte liberal-corporativo, las condiciones de un orden cuartelario represivo y criminal, los asocian y hermanan de manera consanguínea. Uno, desarrolla una “guerra interna” y el otro una “guerra paneuropea”, pero ambos se desplazan al desfiladero inevitable de lo bélico.
Veinte años después de la segunda guerra mundial, el NPD (Partido Nacionaldemócrata Alemán), fundado en 1964, movimiento de extrema derecha, heredero del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán), en las elecciones sucesivas de parlamentos regionales de 1966 obtuvo varios escaños y una sorprendente votación popular.
En Chile, a menos de una década del retorno a la “democracia”, la derecha estuvo a punto de arrebatar el gobierno a un “socialdemócrata” como Ricardo Lagos, y eso a manos de un derechista declaradamente pinochetista. Luego, la misma derecha que defendió en las calles al dictador apresado en Londres, logró conquistar el gobierno por dos veces. Además, se debe agregar que un miembro del fascismo confeso, logró una votación del 10% en las primarias del 2017, lo que le animó a formar un partido político, sosteniendo un ideario edulcorado con un lenguaje republicanista y libertario, que se ha hecho lugar común en todos los autoritarismos circulantes en la historia moderna.
La Alemania de mediado a finales de los 60, vivía una crisis de crecimiento económico, agregado a la amenaza permanente del régimen comunista en el lado oriental de su país. Chile, vive una propaganda del miedo a los cambios políticos, ventilada por muchos años, donde el oscurantismo formó legiones de ciudadanos obstruidos intelectualmente y que el tránsito democrático terminó por anquilosar en un elitismo cupular y degenerado.
Esta obstrucción propagandística de un duopolio engavillado, más una crisis de seis años en la economía, producto de la crisis asiática y su pésimo manejo, casi llevan al poder a un candidato de la extrema derecha; Bachelet salvó el punto en la siguiente elección, pero su mediocre resultado, a pesar de los altos precios de las materias primas y el hacerse cargo de una nueva crisis (Subprime), llevó finalmente a la derecha más ultra de América Latina al poder en 2010.
Luego de un gobierno lleno de errores y el alzamiento rebelde de los estudiantes el 2011, se produce el triunfo de una nueva coalición que promete cambios sustanciales en la economía, los que fueron rápidamente boicoteados por partidos de la misma alianza. Las incoherencias y desgaste de la economía durante el segundo gobierno de Bachelet, retornan al poder a la derecha, con la promesa hacia la clase media de recuperar rápidamente la actividad, el empleo y los salarios.
Al pasar casi dos años sin ningún resultado que avalara las promesas electorales de la derecha y sumar casi 5 años de crecimiento económico muy bajo, los jóvenes de la clase media se sintieron estafados, los pobres se sintieron compelidos a la rebelión y ésta emerge el 18 de octubre del 2019 como un tsunami que quitó el piso a todo el establishment de manera absoluta.
La respuesta de la derecha a esta hecatombe de su sistema neoliberal- que tantas y tan cuestionadas ventajas le ha otorgado- ha sido pactar una salida de reforma constitucional mitigada por quórums altos y mecanismos complejos de participación ciudadana.
Pero también han emergido discursos y organizaciones belicosas en los barrios llamados “del rechazo”, donde, al margen de salir armados a las calles y apalear a periodistas y a cualquiera que se les cruce ante su iracunda presencia, se han atrevido ya a amenazar a fiscales que investigan hechos graves y criminales cometidos por la policía uniformada. Estos mismos grupos organizan manifestaciones por las calles de la capital y son amorosamente custodiados y protegidos por esa misma policía uniformada, derivando a una especie de connivencia constitucional y jurídicamente ilegal, por su discriminación como por sus antecedentes. Las manifestaciones del otro sector son atacadas con furor por esa policía, dejando innumerables jóvenes y mujeres mutilados, heridos y hasta asesinados. Los mismos comuneros mapuches pueden dar sobrada cuenta de esta versión que degrada al Estado y lo pone nuevamente en la mira de violador contumaz de los derechos humanos más elementales.
Theodoro Adorno, el gran intelectual de la Escuela de Franfort, en una charla dada a los universitarios de la universidad de Viena, por allá por 1967, les advertía-justamente por la importante votación obtenida por el NPD en las elecciones de los parlamentos regionales- que “No deberíamos subestimar estos movimientos por su ínfimo nivel intelectual ni por su falta de teorización. Sería una enorme falta de visión política pensar por eso que no van a tener éxito”.
En Chile somos muy dados a creernos una excepción: los militares chilenos no son golpistas, nuestra izquierda es democrática, la derecha es republicana, etc. Toda una mitología de excepcionalidad frustrada.
EE.UU. ha ido derivando, luego de sumergirse en una prolongada decadencia como imperio, en un ambiente de polarización, donde la derecha se va inclinando a posiciones ultras (Teaparty) y amenaza ya con limitar tanto la institucionalidad republicana, que va pareciéndose mucho a experiencias del subdesarrollo latinoamericano.
Brasil va derivando igualmente a liderazgos populistas de extrema peligrosidad, con un delirante Presidente, cuyo nexo militar hace más riesgoso su insensata conducta autoritaria.
Una pobreza enorme se avecina en el mundo, producto del declinar inexorable de las estrategias neoliberales y de una pandemia que afecta la economía con una universalidad e integralidad absolutas.
Más de 75 millones de latinoamericanos caerán en estado de hambre y más de 1 millón de chilenos también descenderán al infierno de la dudosa sobrevivencia física. Esto debe ser agregado a que en la contabilidad de los decesos por el covid19, los pobres llevan una preferencia casi demoniaca.
Los Estados han sido diezmados de recursos por las políticas neoliberales, lo que los deja impotentes para enfrentar las calamidades del futuro: el rostro nuevo de la pobreza extrema y de la enfermedad masiva.
Es el momento propicio para que se levanten los relatos populistas de los movimientos de ultraderecha, que vendrán como siempre a culpar al Estado, al comunismo, a las redes sociales, a la falta de rigor represivo, a la laxitud de las costumbres, a la rebelión de los inútiles, los vendepatria y los perdedores.
La presencia y conjugación de una élite conservadora e inculta, que abunda en los controles del poder, hace que sea muy importante volver a tomar conciencia clara de cuál es la estructura de la agitación fascista y de los fundamentos sociopsicológicos de sus éxitos. La experticia demostrada por la derecha en la combinación de propaganda y nuevas técnicas de control de masas (cosa vistas en las elecciones en Chile, en EE.UU. y en Brasil), nos obligan a tomarse en serio las estrategias que puedan contrarrestar esta oleada, que ya se hace presente con todas sus divisiones en medio del campo inocente-casi panglossiano- de las políticas tradicionales.
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Felipe Portales says:
En Chile, al menos, no tenemos ningún «peligro» al respecto ya que estamos, luego de 30 años, sufriendo bajo el modelo que instauró la dictadura de extrema derecha que tuvimos. Vivimos aún bajo la sombra de la dictadura; en el sistema proyectado por la dictadura. O, al decir de Ricarte Soto y de José Maza, en la Corea del Norte del capitalismo. Y respecto de Pinochet, no nos olvidemos que quien lo salvó efectivamente de ser condenado fue la derecha concertacionista, no la derecha tradicional…