Corrientes Culturales

Relatos ciudadanos en Derechos Humanos. Cuentos premiados: 1984

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 18 segundos

El siguiente es uno de los cinco cuentos ganadores del concurso de relatos ciudadanos en derechos humanos, que el Colegio Regional de Atacama organizó este año.

 

 

 

                                                          1984

 

Yo nunca me imaginé que tendría que hablar de esto contigo, o sea, alguna vez lo pensé, pero fue mucho tiempo después de que me reventaran la cabeza allá en el cerro.

A mí no me importaba vivir más allá, no me imaginaba el futuro, a no ser que fuera comprarme una moto, tener un auto pa’ manejar algo mío que no fuera un colectivo. No me importaba que alguien se acordara de mí cuando me muera, ni había pensado en que otra persona tuviera mi mismo nombre, mi misma mirada, mis mismas manos. Nunca pensé que podía vivir en ti lo que nunca pude vivir yo mismo.

Cuando asomé la nariz por la ventana del economato pude ver a muchos compañeros tendidos en el suelo. Hice un esfuerzo por calcular y llegué a la conclusión que podían ser unos 200 acostados en el piso.




Vi como un militar golpeaba a una niña en la espalda y me dio miedo… arranqué por la parte trasera de la universidad. Al pasar corriendo por entre los pabellones reconocí a Jorge y a otros compañeros que también corrían, pero en dirección opuesta paralelamente al río. Cuando intenté saludarlo, en vez de asustado lo noté enojado y tenso. No me di cuenta que traía un arma.

Mientras subía el cerro vi que la mayoría de los otros estaban en el economato y yo sólo era parte de un pequeño grupo disperso que corría rodeando la mina o río arriba entre la universidad y el cerro. El ruido de los disparos y los gritos me hacían temblar.

Recuerdo también que había un fuerte olor que me hizo llorar y que no me dejaba respirar bien. Al terminar de pasar por los pabellones reconocí el puente que llevaba a la mina de práctica. Atravesé por el puente corriendo junto a otros y enfilé por el borde de la entrada subiendo por el cerro. En un momento di vuelta la cabeza y vi un pelotón de carabineros y a algunos militares que desde abajo disparaban. Sentí esos disparos, estaba asustado y por primera vez, como nunca antes, supe que iba a morir.

El miedo me aturdió y, a pesar de que salí corriendo, pensé también que nunca más  volvería a ver a mis viejos. Que no podría verles la cara de orgullo al recibir mi título de ingeniero, que no les podría mostrar a su nieto que tanto querían conocer.

Siento más cerca los disparos, siento que el sonido de los proyectiles me ensordece y que no puedo seguir corriendo porque mis piernas están inmóviles, de dolor, de cansancio, acalambradas de cansancio y entonces, reconociendo el sonido y el olor de la muerte, recordé a tu madre y pensé en ti, pensé que podía tener un hijo y que quería conocerlo y pensé que no quería morir, que quería conocerte y me imaginé tu cara, pero entonces sentí un grito doloroso de una voz que reconocí al lado mío.

Dos metros a mi derecha cayó Eduardo herido en la pierna y el espanto me congeló, volví a mirar hacia atrás, grité un nombre, probablemente el tuyo o el de tu madre, el de mi vieja linda, en el mismo momento en que una bala me atravesó la frente y me derribó. Caí pesadamente sobre un cerro que me recibió duro como el silencio y morí rápida y ensordecedoramente mientras el cielo en mis ojos se vestía de un bullicioso silencio que lo iluminaba todo y todo lo envolvía.

Desde la calle Centenario y entre los pabellones, por el enorme economato con sus puertas oscuras, desde los camarotes violados y desde las salas vacías, el silencio gobernaba con su viento de muertes, La Locomotora miraba a Copayapu y yo lo vi todo antes de morir.

Y morí, pero nací en ti, apenas unos días después.

 

Juan Manuel Cáceres

Primer Lugar

Concurso de relatos ciudadanos en derechos humanos

Organizado por Comisión DDHH Colegio de Periodistas Atacama



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