La magia de la política y la desenfrenada búsqueda de candidaturas
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Así como los magos sorprenden a los espectadores haciendo aparecer un conejo desde el interior de un sombrero, algunos parlamentarios y algunas parlamentarias, dirigentes sociales y políticos, y analistas varios, han hecho aparecer – como si fuera un inesperado y sorprendente acto de magia- el quórum de los 2/3, la dificultad de las candidaturas independientes de ser elegidos como Convencionales y la “necesidad” de integrarse a los cupos cedidos por los partidos políticos institucionales, como parte importante del proceso constituyente en curso, como si no lo hubieran sabido con anterioridad, ya que artículos, debates y publicaciones en las redes sociales y la prensa no tradicional dieron a conocer sin ambigüedades las trampas de dicho proceso.
De la noche a la mañana estas normas claras y precisas emanadas desde el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, plasmadas en una ley redactada especialmente para tal efecto, han salido a la luz pública por este acto de magia, luego de haber permanecidos ignoradas y en la oscuridad por la maraña publicitaria que ofreció cambios estructurales profundos por el solo hecho de ganar con la opción Apruebo en el Plebiscito del 25 de Octubre.
Esto no se trató de un “descuido inocente” por parte de la clase política, sino fue parte de la “táctica” destinada a incentivar una gran participación ciudadana. Aunque lo anterior no se logró (analizando los fríos números, ya que solo votó poco más del 51% de los chilenos y chilenas habilitados para hacerlo, cifra muy similar a la de la última elección presidencial) se levantó con un entusiasmo exacerbado el triunfo del 80%, presentándolo como “una gran victoria popular”, escondiendo mañosamente que en esa cifra está también incluido un porcentaje no despreciable de la centro derecha, la “derecha liberal” y la derecha concertacionista.
Poco a poco la exaltación y la euforia inicial por el triunfo del Apruebo ha ido dando paso a una serie de reflexiones y cuestionamientos ante la dura realidad de los mecanismos y normas que rigen para la elección de los Convencionales Constitucionales y la redacción de la nueva Constitución, en especial para los verdaderamente independientes, aquellos que no quieren saber nada con la clase política institucional.
La aceptación del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, que significó en la práctica aceptar las reglas y el campo de juego institucional elaborado por la clase política y la élites, es un acto que legitima a la cuestionada clase política, la institucionalidad neoliberal y al gobierno derechista de Sebastián Piñera, más allá de los desencuentros existentes hoy día dentro de la misma coalición de gobierno. El Acuerdo por la Paz y la participación posterior en el Plebiscito son actos políticos que tienen como efecto la legitimación de la institucionalidad que se pretendía “desmantelar”. Pueden esgrimirse las más variadas y elaboradas argumentaciones, pero ninguna acción política es inocua, por mucho que la pasión, las emociones, las elucubraciones y las expectativas políticas deseen algo distinto.
Han empezado los pataleos y rabietas por las dificultades que enfrentan los independientes para optar por un camino propio, y los partidos políticos tradicionales se frotan las manos ofreciendo sus limosnas electoreras, buscando conquistar “rostros” de dirigentxs sociales, sobre todo aquellos con mayor impacto mediático, que pasarán así a transformarse en “limpiadores de imagen” de los desprestigiados partidos políticos. El negocio para la clase política será redondo, aunque no faltarán, por parte de los “independientes” que acepten estas migajas, las múltiples y variadas justificaciones y explicaciones para “salvar las apariencias”. La desenfrenada carrera por lograr un cupo en las candidaturas de todo tipo, incluyendo por cierto las de los Convencionales, ha comenzado a desarrollarse con mucho ímpetu.
Ahora, como otra cosa es con guitarra y se hace inevitable enfrentar las reglas establecidas, han empezado a levantar falsas expectativas con promesas de cambiar el quórum y el espíritu de la Convención Constitucional para transformarla en una Asamblea Constituyente soberana. Nuevamente se tratará de pirotecnia publicitaria para embolinar la perdiz y evitar que las y los “ciudadanos” puedan informarse más correctamente y darse cuenta que no todo lo prometido era como se le presentaba.
En medio de la pegajosa telaraña de pre candidaturas y candidaturas en carrera para las múltiples elecciones que se avecinan, muchas y muchos candidatos, incluyendo incluso a integrantes de pueblos originarios, se han visto “obligados a mendigar” cupos en los partidos políticos desprestigiados y rotundamente repudiados por la inmensa mayoría de los chilenos y chilenas. Total, al haber aceptado y participado del proceso constituyente derivado del Acuerdo fraguado entre cuatro paredes desde las alturas del poder, ya se dio el primer paso, respaldando y legitimando la institucionalidad neoliberal sustentada en la Constitución dictatorial reformada y firmada por Lagos el 2005. Pareciera ser, como dice el dicho, “la necesidad tiene cara de hereje”, y al aceptar las limosnas ofrendadas por los partidos políticos institucionales para que los “independientes” puedan ir en sus listas, así lo está confirmando. Acá no está de más recordar otro sabio dicho popular “dime con quién andas y te diré quién eres”.
Toda esta operación política en curso, envuelta en un bonito papel de regalo como una inteligente táctica política en aras de una unidad de utilería que permite ir ocupando y abriendo nuevos espacios, incluso respaldada por sectores que durante la Rebelión Popular iniciada en Octubre del año pasado exigían la renuncia de Piñera y terminar con la institucionalidad neoliberal, sigue adelante viento en popa, pero en la práctica concreta está legitimando y consolidando un gobierno y un modelo de sociedad que, pese a nadar en aguas turbulentas y arremolinadas, se mantiene a flote gracias al poderoso salvavidas regalado con generosidad republicana y entusiasmo el 15 de Noviembre de 2019, a pesar de las dificultades y el desorden de gobernabilidad en que se encuentra actualmente.
Por otra parte, los sectores rebeldes que no acataron las normas elaboradas desde las elites y la clase política institucional -rechazando el proceso constituyente y no participando en el acto electoral que delegará una vez más la soberanía popular en un número reducido de “representantes iluminados” que formarán parte del selecto grupo de los 155 Convencionales que redactaran una nueva Constitución “en la medida de lo posible”- desarticulados y divididos producto de una jugada política inteligente como lo fue el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución – carecen de una organización y un instrumento articulador adecuado para mostrar un camino diferente en este período coyuntural preciso.
Lo anterior no obliga a seguir el camino del “mal menor” que conocemos de sobra y sabemos perfectamente hacia dónde conduce: a la realización de cambios cosméticos que serán amplificados mediante una muy bien orquestada campaña publicitaria y de propaganda, pero que significará la reafirmación y consolidación de un sistema económico, político y social excluyente, desigual y opresor, bajo una maquillada careta de nuevo tipo.
Pero también se percibe en el ambiente una especie de mar de fondo que comienza a agitarse luego que se destrabara el confinamiento (pasando a otras fases más abiertas) lo que se puede observar con la reaparición de movilizaciones y protestas callejeras, aún cuando son expresiones muy limitadas y sin ninguna comparación con la potencia casi insurreccional que mostró en algunos momentos la rebelión popular de octubre. Eso sigue latente y cada día aparecen nuevas situaciones de abusos de poder que pueden llegar a transformarse en elementos detonantes de nuevas y mayores expresiones populares de protesta. El brutal baleo a dos niños al interior de un recinto del Sename por parte de Carabineros en Talcahuano y la salida del general Rozas del mando policial han reactivado potentemente la consigna de la “Renuncia de Piñera”, la que junto a la exigencia de libertad por los presos de la revuelta estuvieron presentes en las movilizaciones que se realizaron en distintos territorios este viernes 20, y que en Santiago adquirió características de violencia política y represión muy similares a las del año pasado. Es indudable que en este espacio extraparlamentario de las movilizaciones y la lucha callejera vuelve a producirse la unidad en la acción de los sectores populares rebeldes, tanto de aquellos que optaron por participar en el Plebiscito como los que rechazaron de plano dicha opción.
No se puede descartar que se produzcan más adelante movilizaciones masivas a lo largo del territorio nacional con el objetivo de presionar por cambiar las reglas del juego del proceso constituyente institucional, lo que, unido a las movilizaciones rebeldes que ya se están reactivando y otras protestas por demandas sociales sectoriales que han comenzado a manifestarse, pueden complejizar el ordenado y pacífico camino electoral definido por las élites y la clase política. La consigna exigiendo la renuncia de Piñera puede transformarse en un elemento aglutinador con un objetivo muy preciso. No debemos olvidar, eso sí, que la emergencia sanitaria provocada por la pandemia de coronavirus sigue presente y puede ser utilizada discrecionalmente desde el poder para aplicar nuevas medidas drásticas de confinamiento. Es, sin duda, el momento histórico que estamos viviendo, un proceso en desarrollo.
Los espacios de participación en el proceso constituyente en curso no son única y exclusivamente los electorales y parlamentarios, y el camino para la construcción de la soberanía y el poder popular sigue siendo de largo aliento. Solo una vez que los sectores populares rebeldes logren alcanzar importantes grados de organización, que le permitan construir un instrumento y una propuesta clara y alternativa, podrán avanzar en la formación de la fuerza necesaria para vencer a las clase opresora, y de esta manera hacer posible efectuar una verdadera Asamblea Constituyente libre, democrática y con participación popular efectiva y soberana, que permita sentar las bases constitucionales de una sociedad de nuevo tipo.
Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 22 Noviembre 2020
Gino Vallega says:
Por ahora , 51 % en el plebiscito ,dadas las cincunstancias ,no es malo : aumento de votación de jóvenes en comunas marginales ; en el proceso ,se ha logrado decir que se quiere cambiar a Guzmán-Lagos-Piñera ; el modo , convención constitucional , nombre inventado en Noviembre2019 ; las «amarras» estuvieron semi escondidas y sin «batifondo» para no alarmar ; se pide cambiarlas (diputadas) y se enojan las dos derechas ,la dura Piñera&lacayos y la blanda concertacionista….y este pedido desaparece ante el 10% AFP , cambio de Paco represor y ahora nuevo delito-tringulación del delincuente Piñera.
Ellos/ellas no se dan tiempo para las «amarras» sino para mantener a flote al semi ahogado Piñera.CUANDO SERÁ ESE CUANDO……tapado por el conffeti
de los 15noviembre19 , esperaremos hasta el día del juicio final ? La calle dirá , es el último recurso ? Ellos/ellas…se coluden y renuncian a la lucha ?
Felipe Portales says:
Lo importante es seguir en la labor de esclarecer el carácter fraudulento de todo este «proceso constituyente»; y que ello respondió simplemente a un hábil intento de las dos derechas de neutralizar la rebelión social surgida en octubre del año pasado, para poder seguir manteniendo el «modelo chileno» que legitimaron, consolidaron y perfeccionaron durante 30 años y que, repentinamente, vieron como se les iba completamente abajo. Tampoco hay que generar expectativas de lograr lo que sucedió en Bolivia en que el MAS pudo revertir en gran parte el quórum de dos tercios que le había impuesto la derecha boliviana. Aquí no hay MAS, sino una segunda derecha (concertacionista) que DISEÑÓ EN CONJUNTO CON LA DERECHA TRADICIONAL el candado o la trampa de los dos tercios…
Lo más probable es que todavía falten varios años para que podamos a acceder a una auténtica Asamblea Constituyente que pueda aprobar una Constitución realmente democrática. Pero, mientras tanto, hay que seguir desnudando la falsía de este proceso para que así el pueblo sea lo menos engañado posible.