La destrucción del sistema de partidos políticos abre el paso a aventureros y oportunistas
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El nuevo golpismo latinoamericano va adquiriendo distintas características según las coyunturas políticas de los diversos países: 1) en Brasil y Paraguay el derrocamiento de Dilma Rousseff y de Fernando Lugo, respectivamente, tuvo las características de un golpe jurídico mediático, por vía parlamentaria; 2) el golpe en contra de Evo Morales, en Bolivia, requirió la acusación por un fraude electoral, que nunca se comprobó, (en el caso boliviano, la colaboración entre OEA, la policía y el ejército fueron decisivos); 3) el caso de Perú, que no es propiamente un golpe de Estado como tal, pues se recurre al artículo 113 de la Constitución peruana que incluye la vacancia por imposibilidad moral permanente del Jefe de Estado, y el quiebre del sistema político en este país en un Estado inviable.
En el caso peruano, por ejemplo, podemos fechar la destrucción del sistema de Partidos políticos a partir del triunfo de Alberto Fujimori, en las elecciones de 1990: antes de ser apoyado por el APRA, liderado por el ex Presidente Alán García, nadie conocía a este profesor universitario de agronomía; y en un ambiente políticamente tenso, en medio del cual el escritor Mario Vargas Llosa estaba seguro de ser elegido como Mandatario del país.
García y Sendero
Alán García había destruido la economía peruana y, a su vez, el grupo guerrillero “Sendero Luminoso” tenía aterrada y tomada parte importante del país. El “salvador” neoliberal, Vargas Llosa, durante la campaña electoral, se estaba convirtiendo en un fiasco, pues su única receta era el shock neoliberal, tipo Chicago Boys, (ya exitoso durante la dictadura de Pinochet y, luego, en la transición a la democracia).
Alberto Fujimori, (no se sabe aún si es oriundo de Japón o de Perú, sin embargo, el genotipo japonés se puede identificar también con el de las poblaciones campesinas quechuas), en poco tiempo supo conquistar a la población peruana, que estaba harta de la clase política intelectual.
Al inicio del gobierno, Fujimori no tenía ningún programa político pero, guarnecido en el servicio secreto, conoció a Vladimiro Montesinos, quien se convirtió en su mentor y fue el autor de la planificación de la política de shock en lo económico, apoyado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial; en el aspecto político y apoyado por el ejército y el Servicio Secreto, comenzó una guerra a muerte en contra de Sendero Luminoso, atropellando los derechos humanos, en este caso, y muchos otros crímenes de Estado, (es digno de mencionar los cometidos en Barrios Altos y La Cantuta).
En 1992, sorpresivamente, Fujimori dio un autogolpe de Estado, cerrando el Congreso, los Tribunales de Justicia, y ocupó militarmente Lima, exiliando y apresando a sus rivales políticos. Presionado por la OEA, aprobó la Constitución, que rige desde 1993 hasta la fecha.
Para algunos analistas, la destrucción del sistema político peruano viene desde antes, con las dictaduras militares de Velasco Alvarado y de Morales Bermúdez, (antes existía en Perú un sistema político bastante pasable para el nivel latinoamericano, con el APRA, de Haya de la Torre, y Acción Popular, de Fernando Belaúnde Terri, dos líderes que con sus más y sus menos, tenían reputación de honestidad). La política peruana era un debate de ideas: Mariátegui, Haya de la Torre y, en menor medida, Belaúnde y el democratacristiano Cortejo Chávez, tenían reconocimiento a nivel latinoamericano.
A partir de 1990 los partidos políticos peruanos, o bien se han corrompido, como el APRA, o bien, pretenden ser herederos del dictador Fujimori, con Fuerza Popular, los demás son representados por una serie de siglas de fantasía que llevan la palabra “Perú”, cuyo único sentido es servir a un líder que, en todos los casos, hoy se encuentran acusados ante la justicia por soborno, (especialmente por parte de la empresa brasilera Odebrech), y por otros delitos. Llegar a la presidencia en Perú ya se ha convertido en sinónimo de enriquecimiento ilícito y de asociación para delinquir.
La destrucción del sistema político peruano se radicalizó durante la segunda vuelta en las elecciones, con los candidatos Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski. La gente votó por PPK convencidos de que era un mal menor frente a la vuelta del corrupto partido fujimorista. Se sabía que PPK era un tecnócrata liberal, pero no se sospechaba que había robado durante el gobierno de Alejandro Toledo, cuando era ministro de Economía. Al poco andar de mandato de Kuczynski se descubrió el cohecho por parte de Odebrech a una empresa, cuyo socio era un ciudadano chileno.
En Congreso estaba en manos de una mayoría fujimorista-aprista, con parlamentarios bastante inmorales y no pocos ladrones y corruptos: en el hemiciclo brillaban los Becerril, los Mulder, Marta Chávez, y el hijo de Kinji, el hijo de Albero Fujimori.
Los fujimoristas iniciaron una vacancia contra PPK, que evitó con una sucia maniobra urdida por hijo del dictador Fujimori, Kinji, que consiguió dividir el Partido Fuerza Popular, a fin de que no alcanzara los votos necesarios para vacarlo, a cambio de la amnistía para su padre, Alberto Fujimori. Antes de la segunda vacancia, cuando se habían descubierto las grabaciones del “pícaro” congresista Mamani, el Presidente PPK prefirió renunciar a su cargo.
Su sucesor, Martín Vizcarra, al corto tiempo quebró su relación con el Congreso y logró, por segunda vez, (la primera fue Fujimori), ordenar el cierre del Congreso, pretextando dos rechazos seguidos al programa del Primer Ministro, (el primero, Fernando Zabala y, el segundo, Salvador del Solar). Como lo indica la Constitución, llamó a elecciones en el mes de enero de 2020, y el nuevo Congreso le fue más desfavorable que el primero, y su propio monstruo acaba de comérselo vivo, vacándolo en el cargo.
Con el caso peruano aparece una nueva modalidad, una especie de parlamentarismo salvaje, dejando al nuevo Presidente, Manuel Merino, en manos de la Sala del Congreso. Algo no muy distinto está ocurriendo en Chile con el Presidente Sebastián Piñera, que ya no manda desde el 18-0.
La antipolítica y la destrucción de los partidos llevan, como siempre, a la búsqueda de aventureros que quieren asumir el poder. (En el caso de Perú, Antauro Humala, con el etno-cacerismo, cuyo programa retrógrado incluye la pena de muerte para los políticos ladrones, y la invasión al territorio chileno del Tarapacá).
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
12/11/2020
Diego says:
Pos que vengan manito, Webastian y su tropa de fascinerosos del Chile Vamos estan listos junto al ejercito nunca vencido y asesino de su pueblo, ir a pelear al desierto solo con sus cantimploras llenas de chupilca del diablo, solo que ahora reemplazan el alcohol puro por wiskey, y enfrentar a los indios (cholos) para la supervivenvia de la raza blanca representadas por las columnas de combatientes de las tres comunidanes de Las Condes, Vitacura y otra que ya se me olvido y rodeados de los cholos de un caserio que votaron por el rechazo, a limpiar el honor de Arturo Prat cuando lleguen a iquique.
Gino Vallega says:
También es problema que los PARTIDOS U ORGANIZACIONES SOCIALES—– ø idearias tienden a formar un————LÍDER—-que obtiene PODER———
y de acuerdo a lo alguien dijo por ahí «el poder corrompe»—SE CORROMPE y si una manzana está podrida , la canasta entera se pudre.Bienvenido a casa!