Diálogo entre Patricio Valenzuela y Felipe Portales acerca de “qué hacer” ante el plebiscito
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PLEBISCITO
Patricio Valenzuela
Algunos días ha, escribí un artículo (“La trascendencia crucial del voto” 27.08.20), en relación al Plebiscito -ad portas-, del día 25 del próximo mes de Octubre. Sin embargo, el Gobierno –que, querámoslo o no, nos guste o no, fue elegido de acuerdo a la Constitución y las leyes que aún nos rigen, (se podría cuestionar su legitimidad dado el altísimo índice de abstención, pero no sería un argumento válido, dado que la abstención generalizada -no solo en Chile-, tiene más que ver con el fenómeno de la crisis posmoderna de credibilidad institucional y de los procedimientos de la democracia burguesa, que es un tema de manifiesto debate dentro de la izquierda, pero que nos aparta de hecho, de la discusión más inmediata de la coyuntura en que los chilenos estamos empeñamos hoy) no obstante, al verse arrinconados por aquella apabullante muestra de poder soberano del 18.O-, intentó, -en uso de sus facultades-, una propuesta que obviamente pretendía rescatar el poder oficial amenazado, retrotrayendolo “de las cocinas del poder constituyente”, para llevarlo de nuevo a las criptas donde se refugia el “poder constituido”; escamoteando la soberanía del pueblo que, a todas luces, pedía una Asamblea Constituyente.
Resulta muy difícil comprender como; dirigentes dizque avezados, que han hecho de la lucha política por la justicia social, su filosofía de vida; no percibieran que al prestar su aprobación al quórum de dos tercios, estaban retrogradando todos los avances logrados en la correlación de fuerzas obrada por el pueblo en la reciente insurrección social del 18.O
Esa fue su primera “maniobra distractiva”, la segunda; proponer una Convención Constituyente (mixta o totalmente elegida), con las reformas Constitucionales pertinentes, ciertos formatos legales y condiciones tendientes claramente a torpedear cambios estructurales ya sea, haciendo fracasar el Plebiscito, o -en el mejor de los caos,- hacer que las reformas sean lo suficientemente inocuas, para que no resulten lesivas a la conservación de las vigas estructurales del modelo de economía neoliberal.
Surge así la tercera y más deletérea de las trampas, que tendrán que enfrentar los Convencionales Constituyentes , a la hora de querer introducir contenidos que signifiquen deconstruir o hacer cambios estructurales que dejase para siempre en algún recodo del camino -no solo la economía neoliberal-, sino el conjunto de una cultura que jibariza las mentes y las embota imantándolas tras el fetiche de la ganancia y el dinero, que se han ido introduciendo imperceptiblemente -como una peste maligna- por todos los poros, al conjunto de la sociedad fagocitándose la solidaridad y el progreso autónomo del pueblo; en contraste con el elitismo egoísta, la colusión, la corrupción, que nos dejan 48 años de despojos, como su impronta más palpable.
Y ciertamente, esta es una trampa casi imposible de superar. Resulta muy difícil comprender como; dirigentes dizque avezados, que han hecho de la lucha política por la justicia social, su filosofía de vida; no percibieran que al prestar su aprobación al quórum de dos tercios, estaban retrogradando todos los avances logrados en la correlación de fuerzas obrada por el pueblo en la reciente insurrección social del 18.O, y refuerza aún más la crisis de las estructuras partidarias de corte leninistas, que hace comprensible las premoniciones de porque las Organizaciones Sociales no aceptaron la injerencia de partidos, banderas o símbolos de partido político alguno, en su movimiento; convencidos que su no contaminación preservaría el carácter impoluto, de la fuerza popular y soberana, ajena a la volubilidad pragmática, y banal que impregna: partidos, congreso y todo aquello que gira en torno a la decadente democracia burguesa y al conjunto de su institucionalidad.
Razón por la cual hoy, la gente es cada día más renuente a militar en partidos, las grandes masas ciudadanas adhieren a organizaciones sociales más libres, abiertas y desestructuradas; como seguro se hará ostensible en la votación por la Convención Constituyente,
Sin embargo, sea cuales sean las condiciones que tengamos que enfrentar no podremos eludir el viejo dilema del ¿Qué hacer? de Lenin, (pero naturalmente en un contexto y con un sentido diferente); ¿Qué es lo mejor para la izquierda y nuestro pueblo frente a la trascendental coyuntura que nos ocupa?
Por estas razones, me ha perecido pertinente y positivo, ir más allá del hábito de la crítica impotente e improductiva, y abrir un debate abierto, franco y honesto al interior de la izquierda -en toda la complejidad de sus distintos matices- para pronunciarse acerca del ¿Qué hacer?, ¿Cual es la mejor alternativa para esta coyuntura y poder avanzar hacia la superación definitiva del neoliberalismo, para construir el nuevo país que anhelamos la mayoría: con un desarrollo autónomo, sustentable e igualitario- equitativo y justo para todas (os).
Por eso, al escribir el artículo arriba mencionado, veía que nos habían metido en este brete (que podría haber sido distinto; que duda cabe), sin embargo, es el desafío concreto al cual hemos sido concitados y creo que hay que enfrentarlo con la misma fuerza del 18.O, a pesar de las trampas -de las cuales estoy absolutamente consciente-, tenía y tengo aún, una visión optimista, posiblemente -todavía obnubilado por la vista de aquellos millones de manifestantes- que, electrificaron Chile, llenando las calles de optimismo y alegría; creo que aquello significará algo más, que el “baile de los que sobran” a la hora de votar la alternativa de Convención Constituyente, también tengo la convicción que se puede y se debe alcanzar una victoria aplastante, lo que nos conferiría peso y poder adicional, a la hora de elegir los Convencionales Constituyentes. ¿Es quizás el mío un optimismo desbordado? Es posible. Por eso, es que hoy quisiera (no emplazar), sino hacer un fraternal llamado a mis compañeros de ruta, a aportar en una reflexión individual o colectiva acerca de otras posibles salidas; creo que es una instancia donde nadie se podría restar a participar buscando salidas ante una difícil coyuntura. ¿Llamar a no votar o, no participar en el Plebiscito? ¿Buscar (en los lapsos que van entre el posible triunfo de la Convención Constituyente, y la elección de los Convencionales Constituyentes); lanzar millones de manifestantes a las calles, pidiendo cambiar el quórum de los 2/3 por una mayoría simple? U otra que se pueda pergeñar pero; que no sea el producto de un voluntarismo delirante, que olvide que la política es correlación de fuerzas reales, derivado de un análisis muy fino y pormenorizado del campo; incluido el juego de todas las complejas variables implícitas aún -una cierta dosis de audacia y temeridad razonables- que forman parte de un diseño táctico para dirigentes esclarecidos (como por ejemplo los necesarios hoy) para la coyuntura que enfrentamos.
Así, he de concluir esperando los aportes reitero, de la inteligencia individual o colectiva, que quizás encuentren una solución más viable que el estrecho y obligado desfiladero de aquella trampa. Pero no desanimarse que el 25.O demostrará que los pueblos tienen recursos sorprendentes para hacer caminos al andar, como escribió el poeta Machado.
Dejo lanzada la iniciativa entonces, para que florezcan las mil flores, entre los aportes que pudiesen buscar alguna otra salida, que no sea la salida que no fuese la actual que “tendría que robar los huevos al Aguila” que parecería ser la única salida que he creído necesario intentar. Estamos conscientes que estamos, frente a un gobierno perverso y miserable, que recién -con ocasión de la pandemia-, descubre que hay chilenos que sufren, que viven en campamentos de miseria, hacinados sobreviviendo de la solidaridad de las “ollas comunes.” No obstante, sabemos que ya la suerte está echada para su Leviatán neoliberal, que a partir del 18.O jamás volverá a ostentar el oprobioso símbolo de ser “la nave nodriza” y ejemplo mundial de la sumisión a sangre y fuego de un pueblo, para montar el experimento del neoliberalismo más ortodoxo y regresivo del mundo, hoy fracasado.
Así, he de concluir esperando los aportes reitero, de la inteligencia individual o colectiva, que quizás encuentren una solución más viable que el estrecho y obligado desfiladero de aquella trampa. Pero no desanimarse que el 25.O demostrará que los pueblos tienen recursos sorprendentes para hacer caminos al andar, como escribió el poeta Machado.
Stgo. 03.09.20 P. Valenzuela (Esopo . CS)
Felipe Portales, historiador
Estimado Patricio:
Me parece muy valioso tu llamado a una reflexión profunda. De tus tesis planteadas me temo, sí, que hay una omisión muy grave. Esta es, que pareciese que el liderazgo de la ex Concertación ha sido una víctima de los engaños de la derecha, cuando ha sido en estos 30 años fundamentalmente el liderazgo de la Concertación quien nos ha engañado sistemáticamente en una política destinada a legitimar, consolidar y perfeccionar el modelo neoliberal heredado de la dictadura. Y, por cierto, ello ha beneficiado completamente a la derecha pero no teniendo a ésta como «engañadora» fundamental. De este modo, fue la antigua dirigencia concertacionista quien le regaló solapadamente a la derecha la mayoría parlamentaria segura que le aguardaba, a través de la Reforma Constitucional de 1989, para después poder «culpar» a ella de no haber podido aprobar medidas de reforma en las que ya no creía. Fue también la dirigencia de la Concertación la que desarrolló políticas destinadas a exterminar la prensa centroizquierdista, (lo que logró en la década de los 90), y después a exterminar cualquier medio que se creare o subsistiese («Rocinante», «Plan B», «Siete + Siete», «Clarín», «Punto Final», etc.).
Fueron también los gobiernos concertacionistas los que en aplicación de la ley minera impuesta por la dictadura procedieron a privatizar más del 70% de la gran minería del cobre. Fueron también los gobiernos concertacionistas ,los que intentaron en múltiples ocasiones aprobar leyes que legitimaran la auto-amnistía de 1978 o disminuyeran drásticamente las penas de los violadores de derechos humanos (1990, 1991, 1993, 1995, 1996, 1999, 2003, 2005, 2007), los que afortunadamente fueron frustrados por la oposición de las ONg de DD. HH. nacionales e internacionales, y particularmente de las agrupaciones de familiares de víctimas. Fueron también esos gobiernos los que designaron diplomáticos y agregados militares vinculados directamente a violaciones de DD. HH. causando gran bochorno de Chile en el exterior. Y fueron también estos gobiernos los que siempre defendieron a Pinochet en sus viajes al exterior como Comandante en Jefe y que ¡terminaron defendiéndolo exitosamente frente al mundo cuando fue detenido en Londres y finalmente -a través de múltiples presiones a los tribunales chilenos, lograran su total impunidad.
Fueron también los gobiernos concertacionistas los que -pese a que habían dicho todo lo contrario- aceptaron virtualmente las inmorales privatizaciones efectuadas a fines de la dictadura. Y, no solo eso, sino también continuaron con la privatización o las concesiones a privados de servicios públicois fundamentales. Y los que procedieron a consolidar el neoliberalismo con tratados internacionales bilaterales de libre comercio. Y continuaron con el sistema tributario que permite la «elusión tributaria» de las grandes fortunas; etc. etc.
Todo ello explica la verdadera furia de Escalona, Insulza, Andrade y el propio Lagos cuando se comenzó a proponer una Asamblea Constituyente, como producto del movimiento estudiantil-ciudadano de 2011. Y el grotesco tongo de «proceso constitruyente» desarrollado por el gobierno de Bachelet. De allí que no constituye ninguna sorpresa la crucial decisión de la ex Concertación de concordar con la derecha el fraude de los dos tercios para lograr poder «culpar» en el futuro a la derecha de no haber podido conseguir una Constitución que permita sustituir el «modelo chileno».
Y fue el gobierno de Lagos, acompañado de la firma de todos sus ministros el que hizo suya -con algunas reformas de importancia, pero que en absoluto terminaron con las disposiciones autoritarias y neoliberales de la Constitución del 80- la Constitución de la dictadura, pretendiendo incluso que se la llamase la «Constitución de 2005». Y que finalmente obtuvieron en mayo de 2015 lo único con lo que dijeron no estaban de acuerdo: el fin del sistema electoral binominal.
Todo ello explica la verdadera furia de Escalona, Insulza, Andrade y el propio Lagos cuando se comenzó a proponer una Asamblea Constituyente, como producto del movimiento estudiantil-ciudadano de 2011. Y el grotesco tongo de «proceso constitruyente» desarrollado por el gobierno de Bachelet. De allí que no constituye ninguna sorpresa la crucial decisión de la ex Concertación de concordar con la derecha el fraude de los dos tercios para lograr poder «culpar» en el futuro a la derecha de no haber podido conseguir una Constitución que permita sustituir el «modelo chileno».
¿Y qué podemos hacer frente a todo esto? Denunciarlo, denunciarlo y denunciarlo. La verdad al fin tendrá que imponerse y, además, podremos disminuir sustancialmente los grados de gigantesco desánimo colectivo que generarían una ilusoria expectativa de poder obtener una Constitución democrática de este proceso fraudulento.
Cordialmente
Felipe Portales
Juan Cordova says:
Señores: La pregunta Que Hacer fue analizada y se le entrego una solución :
Que Hacer? Que todo revolucionario convenza a los Social-Democratas para que se conviertan en Revolucionarios.
«Que hacer? V. I. Lenin».
ramon roman says:
La única forma de detener a la mayoría de un pueblo que demanda transformaciones fundamentales, lease «Constitución», en su destino social y politico es DEJAR ESTAS TRANSFORMACIONES EN LAS MANOS DE LOS MISMOS POLÍTICOS QUE HAN MANTENIDO ESTE SISTEMA SOCIAL Y POLÍTICO ACTUAL. Y ESTO ES LO QUE YA SE ESTÁ MANIFESTANDO EN CADA DÍA QUE PASA EN NUESTRO SUFRIDO CHILITO. Síntomas de esta maniobra: «LA DERECHA SE ESTÁ SUBIENDO AL CARRO DEL APRUEBO Y LOS POLÍTICOS CONCERATACIONISTAS ESTÁN CALLADITOS PARA EVADIR EL JUICIO POSTERIOR AL ENGAÑO.