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El perseguidor de la luz: cuando el pasado es el presente

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El artículo “El sentido de la vida” explica que “el sentido de la vida es un tema objeto de infinidad de reflexiones y debates a lo largo de la historia. Muchos profesionales (escritores, científicos, filósofos…) han tratado de darle una respuesta a esa gran cuestión, aunque sin que nadie haya conseguido que se adopte la propia como universal.

El sentido de la vida hace referencia al significado que le da cada uno a sus vivencias, a los propósitos y las metas que se tienen en mente. Varía en función de cada persona, pues cada individuo necesita encontrar su propio sentido a la vida realizando un viaje a su interior.

Durante toda la vida, los seres humanos se ven enfrentados a múltiples situaciones negativas y en ocasiones, tan dolorosas que es preferible huir de ellas. Pero no enfrentar al pasado, pueden hacer que vivir en el presente sea muy difícil y para afrontarlos correctamente, tenemos que asumir sus efectos porque, mientras más se posponga su resolución, más costará alejarlos de la vida.

En la novela “El perseguidor de la luz”, Yuri Soria – Galvarro nos relata la historia de Osvaldo, un fotógrafo que a fines de la dictadura se va de Chile para vivir lejos de los recuerdos y de una transición política que reflota dolores y traición. Publicada por primera vez en México por la editorial Ficticia el año pasado, hoy llega a los lectores chilenos de la mano de Simplemente Editores.




Yuri Soria- Galvarro nace en Cochabamba, Bolivia en abril de 1968, donde vive sus primeros años. En 1972, gracias a una beca de especialización de su padre, que era médico, viaja a Santiago de Chile y para 1976 la familia emigra a Puerto Montt donde reside hasta hoy. Es biólogo marino, buzo profesional e instructor de buceo. Por más de 20 años ha trabajado en empresas de servicios y productoras vinculadas a la acuicultura, lo que le ha permitido navegar y conocer la mayor parte del sur de Chile y los canales australes.

El protagonista de la novela vive su adolescencia en medio de la violencia, dolor y muerte de los últimos años de la dictadura y con el retorno de la democracia Osvaldo, desea olvidar el pasado y para ello, se embarca en un velero en un viaje hacia Europa.

Este viaje que se extiende por América, África y Europa se transforma en su búsqueda personal o en su escape. do tratando de huir de los recuerdos y de un padre cuya autoridad no reconoce.

Durante los años fuera de casa, pudo sentir una existencia desnuda, absolutamente desprovista de todo, salvo de la existencia misma.

El autor, a través de su personaje, reflexiona sobre la capacidad humana de trascender las dificultades y descubrir, la verdad profunda que orienta a cada ser humano cuando asume la responsabilidad ante sí mismo, ante los demás y ante la vida.

Huyendo, intentamos solucionar los conflictos con actitudes que parecen resolutivas pero que, en realidad, no hacen más que posponer el momento en el que no nos quede más remedio que cambiar de rumbo y, de paso, vencer miedos. En definitiva, huir no soluciona el problema, solamente lo pospone.

Las historias que se entrelazan en esta novela, transcurren en distintos continentes, nos hablan de lo terrible que son ciertas decisiones y su posible conciliación. Renuevan, la vigencia de combatir contra lo injusto y consideran el amor y la amistad como lo único que prevalece más allá de la muerte.

En muchos momentos de la historia se produce una identificación personal entre el personaje y el autor, haciendo al lector parte de la historia que nos conmueve porque los personajes se muestran con virtudes y defectos volviéndolas humanos.

Es lo que ata a las hojas de este libro, que atrapa desde la primera línea obligando al lector a no soltarlo hasta no saber, que pasó con el protagonista.

Tal como decía Juan Emar al preguntarse por la literatura: “Eres como todo, una cosa inventada por los hombres para entretenerse los unos a los otros, para engañarse haciéndose creer que eso es lo grande; para distraerse y no pensar en los misterios que nos envuelven, nos oprimen y nos ciegan…”.

El personaje de El perseguidor de la luz intenta responder esta interrogante viajando, quizás huyendo de sí mismo, interpelando a las varias vidas que tiene una vida, capturando la realidad en instantes fotográficos que muestran la lucha y el exilio, la orfandad, el paisaje, la oscuridad y el mar, presente en la toda novela como una inmensa metáfora a resolver.

Al final, un viaje permite al viajero internarse en sí mismo, el cual se permite que el tiempo lo transforme, se convierta en el objetivo de su propio viaje de modo, que los caminos tomados y encontrados le hagan adaptarse a las necesidades del camino.

Osvaldo, fue un viajero dueño de su tiempo que escalo sus propias montañas para al final, encontrar las respuestas en su propia existencia. Y es que quizá, olvidamos que quién se pierde, tan solo puede encontrarse.

 

 



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