Se les rompió el saco
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La derecha es víctima de su propio sino. Su destino es ser guardián de sus tesoros y Chile es su tesoro más preciado. Pero no como amor patrio, humano o republicano; su amor es utilitario. Tanto se han adjudicado para sí de las riquezas de todos, que ya han forjado con esos recursos un vínculo de pertenencia en derecho. Por eso son tan exaltados patriotas.
Con el tema de las AFP y el 10%, sienten que se les arrebata ilegítimamente las llaves de su tesorería. Creen que el dinero ahorrado por la gleba les pertenece como contribución a su extraordinaria gestión, que toda mano ajena que se meta en estas arcas sagradas, merece la condena absoluta. Porque, necesariamente, la gestión de otros será espuria y ruinosa.
Con toda la evidencia de que este sistema, impuesto a fuerza de bayonetas, ha resultado un desastre, justamente porque no era el adecuado para una sociedad esencialmente primaria y oligopólica, sin industria y con empleos precarios, con una pobre productividad y regresiva distribución del ingreso. Con todo insisten en perpetuarlo, porque con eso se financian los grandes negocios y también la deuda pública. Deuda pública que se produce y acrecienta porque los que acaparan el 80% de la riqueza no aportan con más del 9% de la tributación efectiva.
Ante el horror social del hambre, producto de la crisis sanitaria y ante el recuerdo reciente de la explosión social de octubre, algunos políticos de derecha decidieron romper las cadenas que los atan ideológicamente a la tiranía del interés empresarial. Y como el gobierno de derecha despertó tarde a la iniciativa de un crédito universal y sin requisito para la clase media, entonces ahora les revienta en la cara la maldición de su propio destino. La avaricia termina rompiendo la resistencia del propio saco.
¿Es tan catastrófico sacar el 10% de las AFP?
En verdad no lo es, puesto que se deben considerar algunos aspectos que pocos lo tocan.
El señor Larraín, director de la asociación de AFPs, supone que se retirarán un total de 16.000 millones de dólares; pero eso no es tan cierto, pues en este total existen personas de ingresos altos, que no caen en el rango de necesidad de la clase media “aspiracional”, esa que tiene ingresos bajos y por tanto pocos fondos acumulados. Los de ingresos altos y que podrían retirar más recursos (4 millones de pesos), muchas tienen trabajo formal y recursos extras, por lo que no necesitan ese retiro de dinero de sus pensiones; en cambio los “aspiracionales”, de salarios más bajos y que además han quedado sin ingresos, son los que más requieren retirar dineros, pero como sus aportes son bajos, entonces no retirarán gran cantidad de recursos. Eso por una parte.
Lo que está en juego, entonces, para la derecha, es la inviolabilidad de un dogma sagrado: los fondos en las AFP son, no para las pensiones de los trabajadores, son para los negocios de las grandes empresas financieras y comerciales y las compañías de seguros.
El segundo elemento, se dirige al problema de si el Estado se pondrá para reponer esos dineros una vez pasada la crisis. Si el Estado lo asume, entonces no habrá merma en las pensiones. Claro que el Estado puede ser selectivo en los aportes, pues si una persona de ingresos superiores a 3 millones mensuales y con fondos altos retiró sus 4 millones, quiere decir que puede reintegrarlos, a cargo suyo pero sin intereses, pues es su dinero. También puede no integrarlos, entonces asume su pérdida; también el Estado puede ir estableciendo un aporte proporcional; le aporta más al que menos gana y menos al que más gana.
Lo cierto es que se pueden dar muchas fórmulas para resolver el tema de la “pérdida de los fondos” o el “regalo de los fondos”, como llaman algunos heraldos negros de la derecha profitante y militante.
Lo que está en juego, entonces, para la derecha, es la inviolabilidad de un dogma sagrado: los fondos en las AFP son, no para las pensiones de los trabajadores, son para los negocios de las grandes empresas financieras y comerciales y las compañías de seguros.
El mantra publicitario de que los fondos son de los cotizantes, es una engañosa artimaña, pues de hecho si usted se jubila por el sistema de renta vitalicia, usted habrá traspasado la propiedad de sus fondos a las compañías de seguros, que en realidad son amamantadas con la misma leche materna que las empresas administradoras de los fondos. Si usted se muere de “coronavirus” y se jubiló por ese sistema vitalicio, las compañías de seguros harán una fiesta, todo el saldo les queda para su bolsillo y los familiares, pagando las cuentas del funeral.
Queremos que se retire ese 10% y que la sociedad se haga cargo por una vez de lo que nunca se hizo cargo: de la clase media; más bien de aquellos a quienes se les dijo que eran de clase media, pero que esta urgencia de retirar fondos de ahorro para sobrevivir les lanza a la cara una realidad cruda, que en verdad son ´pobres de tomo y lomo; además pobres y endeudados, como coronación a su desventura.
Por otra parte, si las Administradoras, por su gestión le hacen perder dinero a su fondo- como está pasando ahora- entonces ellos le obligan a usted a asumir la pérdida y ellos siguen con la ganancia. Es lo que en el circo se llamaba “la pelea del payaso”. La regla era tan descarada que el payaso 1 daba el primer golpe, pero cuando le tocaba dar el golpe al payaso 2, el payaso 1 estaba autorizado a parar la pelea.
Esta burla entronizada como sistema y legitimada por los poderes fácticos y políticos de dudosa solvencia moral, es tan antinatural, tan falta de sentido común, que se les ha hecho fácil, luego de hacer tragar esa rueda tan enorme, introducir estos otros supositorios ideológicos, como el de que usted es propietario, pero no puede ejercer su derechos de tal, porque hay otro propietario jurídico que hace lo que le viene en ganas, sin usted tener arte ni parte en la administración, uso y destino de “sus fondos”.
Los que no deseamos este sistema por torpe, incompetente y antidemocrático, queremos romper el cepo de una legislación retorcida e injusta. Queremos que se retire ese 10% y que la sociedad se haga cargo por una vez de lo que nunca se hizo cargo: de la clase media; más bien de aquellos a quienes se les dijo que eran de clase media, pero que esta urgencia de retirar fondos de ahorro para sobrevivir les lanza a la cara una realidad cruda, que en verdad son ´pobres de tomo y lomo; además pobres y endeudados, como coronación a su desventura.
Por Hugo Latorre Fuenzalida.