
Canadá: el gusto de votar contra Trump
Tiempo de lectura aprox: 6 minutos
Las elecciones canadienses de este pasado lunes 28 de abril tuvieron una característica muy especial: desde los tiempos más álgidos de la Guerra Fría no se veía que factores externos tuvieran un peso tan determinante, en la campaña primero y, por cierto, en el resultado después. Por cierto, en ninguna parte del voto estaba el nombre de Donald Trump, pero las agresivas intervenciones del presidente estadounidense estuvieron tan presentes que a menudo durante la campaña la pregunta fue quién sería el líder político mejor equipado para lidiar con el prepotente vecino. Indirectamente se votaba contra Trump.
Como ya se sabe, el veredicto de las urnas benefició a Mark Carney, líder del Partido Liberal, por sobre Pierre Poilievre, jefe conservador quien ni siquiera resultó elegido en su circunscripción. Los liberales se alzaron con 169 diputados, los conservadores llegaron segundos con 144. Más atrás el Bloc Québécois con 22, el izquierdista Nuevo Partido Democrático (NPD) con 7 y el Partido Verde con una diputada. Los liberales, sin embargo, se quedaron cortos de la mayoría absoluta (172 diputados) por lo que para aprobar sus proyectos de ley dependerán del apoyo de algún otro partido. En la última legislatura, cuando los liberales bajo Justin Trudeau gobernaron en minoría, recibieron el apoyo del NPD, por lo que ese escenario podría repetirse. En esto el NPD, un partido socialdemócrata, tendría la ventaja de tener “la balanza del poder político”. En la anterior legislatura ello le permitió presionar a los liberales a aprobar leyes bastante progresistas, como no permitir la contratación de rompehuelgas durante conflictos gremiales en empresas reguladas federalmente, un programa de seguro de medicamentos y probablemente su mayor logro, un seguro nacional de atención dental por ahora disponible para mayores de 60 años, pero que debería ampliarse gradualmente. Sin embargo, también hay quienes son un tanto escépticos porque, a diferencia de Trudeau que por momentos tenía algunas aperturas progresistas, Carney, que viene del mundo de las finanzas (fue presidente del Banco de Canadá y del Banco de Inglaterra), podría estar menos inclinado a expandir programas sociales que al mundo empresarial les causan urticaria.
Sin embargo, lo central de la campaña y un tema casi existencial para Canadá, han sido, por un lado, la imposición de aranceles por parte de EE. UU. que, en el caso del aluminio, el acero y los automóviles alcanzan a un 25%, la energía eléctrica y el petróleo un 10%, en tanto que, por ahora al menos, otros productos protegidos por el Tratado de Libre Comercio vigente entre Estados Unidos, Canadá y México no tendrán aranceles. Por otro lado, un irritante aun mayor, ha sido el destemplado, insistente y hasta grosero empeño anexionista que pudo haberse iniciado como broma de mal gusto, “hacer de Canadá el estado número 51 y así evitar los aranceles”, pero que con el correr del tiempo ya se ha transformado en una insolencia y falta de respeto hacia otro país soberano. Ante esto, el público canadiense respondió con una inusitado sentido de patriotismo que incluso se pudo advertir en la provincia de Quebec, donde históricamente ha habido un sentimiento nacionalista y separatista. Eso se reflejó el día de la elección, cuando el Partido Liberal arrasó en Quebec, reduciendo al separatista Bloc Québécois a 22 diputados (tenía 35).
Aunque algunas encuestas anticipaban un gobierno de mayoría liberal, como suele ocurrir, ellas estuvieron erradas. Uno de los factores que impidieron ese resultado fue una actuación insuficiente en la provincia de Ontario, la de mayor población y donde los liberales aspiraban a obtener 80 escaños, logrando sólo 69. Un factor para considerar ha sido el voto de muchos sectores de clase obrera (Ontario es el principal centro industrial de Canadá, especialmente del rubro automotriz) que otrora apoyaban al NPD y que esta vez se volcaron a los conservadores. En esto tiende a repetirse un patrón de conducta similar al que se dio en la elección estadounidense donde esos sectores votaron por Trump o como también se ha dado en Francia, donde barrios obreros dieron su apoyo a la extrema derecha. Sin duda algo que los sectores de izquierda deberán analizar cuidadosamente, algo se está haciendo mal, no todo es la manipulación por parte de los medios controlados por grandes consorcios. En el caso canadiense eso corresponderá al socialdemócrata NPD. Aunque otros grupos de izquierda como el Partido Comunista y el Partido Marxista Leninista presentaron candidatos en algunas circunscripciones, su votación es muy marginal y no tienen impacto alguno en el cuadro político del país. Como dato curioso debe decirse que no siempre fue así: el PC canadiense tuvo un diputado federal en los años 40 y hasta comienzos de los 50, el carismático dirigente obrero Fred Rose, elegido en una circunscripción de Montreal. La carrera política de Rose terminó abruptamente y con él encarcelado en medio del anticomunismo desatados durante la Guerra Fría.
Otro de los efectos de las amenazas de Trump llevó al electorado canadiense a estar muy polarizado entre los dos partidos principales, liberales y conservadores, en detrimento de los partidos pequeños, el NPD, el Bloc Québécois y los Verdes. Este fenómeno ha hecho temer a algunos que podría importar a Canadá el modelo estadounidense, donde republicanos y demócratas monopolizan la esfera pública, sin embargo, la tradición multipartidista es también fuerte en el país y este esquema a dos bandas se dio más que nada por la amenaza de Trump y la necesidad de responder a ella. Este escenario eso sí, hizo que otros temas importantes como la defensa de los programas sociales, la creciente desigualdad en los ingresos, el déficit habitacional que ha llevado a que gente pernocte en carpas incluso en medio del brutal invierno, quedaran postergados en el debate político, situación que perjudicó especialmente al NPD.
Ahora, pasada la euforia o la decepción por los resultados, el nuevo gobierno tendrá que lidiar con los problemas que enfrenta el país. Carney se entrevistará pronto con Trump, con el cual se tendrá que negociar los nuevos términos del tratado de libre comercio, junto a México. Trump ha insistido, majaderamente, en que su país “subsidia” las economías de sus dos vecinos, argumento que llevó a la imposición de aranceles. Lo que él llama subsidio en verdad es simplemente un déficit en el comercio exterior de EE. UU., es decir, ese país compra más a sus vecinos de lo que sus vecinos le compran a él. En otras palabras, como diría cualquiera que haya tomado un curso de economía, un simple asunto de mercado.
Para Canadá, esto de los aranceles es una amenaza real y un desafío mayor para su nuevo gobierno. La respuesta a las amenazas de Trump parece de Perogrullo: hay que diversificar los mercados. Por decenios, Canadá ha cimentado una relación de integración económica con Estados Unidos, ciertamente una economía más grande y dominante, y eso ha creado una dependencia que ahora le puede costar muy caro.
Diversificar los mercados para las exportaciones canadienses no será muy fácil tampoco: este país es un gran productor de petróleo y gas natural, pero para llevar esos productos a mercados como los de Asia, requiere mejorar las infraestructuras, esto es construir más oleoductos y gasoductos, ampliar las facilidades portuarias, entre otras cosas. Tareas que son urgentes para mantener la economía en marcha, pero que también tienen fuerte oposición de sectores ambientalistas y de algunas comunidades indígenas, ya que esas instalaciones en algunos casos pasan por sus tierras ancestrales. Una situación compleja porque sobre el tema, las propias comunidades indígenas están divididas: mientras algunas, especialmente las más tradicionalistas, se han opuesto incluso violentamente a la construcción de oleoductos, otras, más modernizadas las apoyan porque crean trabajo y pueden ser fuentes de riqueza, en los hechos un consorcio de comunidades indígenas desea comprar un oleoducto que en su momento fue muy controvertido.
Otro aspecto que, a pesar de las manifestaciones de unidad y patriotismo vistas durante la campaña, permanece de modo latente, es el de las fuerzas centrífugas que operan en al menos dos provincias. Quebec ha tenido una larga historia de secesionismo, con dos referéndums (en 1980 y 1995) en que la mayoría rechazó la idea de separarse de Canadá, pero ese movimiento, aunque reducido en su apoyo popular a un tercio de los quebequenses, aun tiene presencia. El Bloc Québécois es una expresión de ese sentimiento a nivel federal. Su líder, Yves-François Blanchet, fue el único que, de algún modo, coincidió con Trump, cuando de manera muy provocadora dijo que Canadá “era un país artificial”. Expresión de la cual muchos quebequenses se desmarcaron, porque era hacerle el juego a Trump. Fue además un contrasentido ya que, si de artificial se trata, esos mismos independentistas quebequenses han creado el concepto también artificial de “nación québécoise” que en estricto sentido no corresponde a la definición más aceptada de “nación” (“comunidad que comparte elementos comunes como historia, tradiciones, ancestro, idioma, etc.”). Si se aplica esa definición lo que hay es una nación francocanadiense que vive principalmente en Quebec, pero también está presente en las otras provincias incluso en un número importante como en Nueva Brunswick, Manitoba y Ontario. Los “québécois” (francófonos) serían un subconjunto de esa nación francocanadiense, que naturalmente no incluye ni a quebequenses anglófonos ni a quienes somos miembros de las comunidades étnicas
Alberta, en el oeste del país, una provincia muy rica en recursos naturales, donde predomina el Partido Conservador, aunque el NPD también tiene presencia allí, alberga asimismo sentimientos separatistas. A diferencia de Quebec, la motivación aquí no es tanto de diferenciación cultural o lingüística sino la que consideran utilización de sus recursos—el petróleo especialmente—en beneficio de otras provincias, entre ellas Quebec, que se beneficia largamente de las transferencias de fondos que el gobierno federal hace a las provincias.
El hecho que hay una gran diferencia demográfica entre las provincias centrales (Ontario y Quebec) y las del oeste, hace que obviamente el gobierno de turno favorezca a las regiones donde hay más votos. El centralismo es un fenómeno que afecta a muchos países. Intentar reforzar la unidad nacional en vistas de la amenaza de Trump, será un desafío quizás incluso mayor que arreglar la economía. Carney, en este sentido, llega con una vasta experiencia económica, pero no mucha en el manejo de la política, especialmente la que tiene que ver con el complejo entrelazado de los que a veces son contradictorios intereses regionales.
En este momento Canadá, se halla en un momento de incertidumbre, pero su pueblo espera que más allá de las veleidades políticas, deberá prevalecer ese sentido de comunidad que ciertamente lo hace muy diferente de Estados Unidos, por algo es “el verdadero norte, fuerte y libre” como dice su himno nacional.
Por Sergio Martínez (desde Montreal, Canadá)
Antonio Pizarro says:
El señor que escribe desde Canadá pasa de puntillas sobre un tema de gran calado
acá en Chile , que afecta a territorios y personas
Recordamos
Preocupación por persecución a defensores ambientales en Penco y avance de minera canadiense «Aclara»
Con amplio respaldo nacional e internacional culminó una campaña de solidaridad con Camila Arriagada y Arnoldo Cárcamo, defensores ambientales de la comuna de Penco, en la Región del Biobío, quienes han sido objeto de hostigamiento y persecución judicial por parte de la empresa minera ACLARA, dedicada a la explotación de tierras raras.
Sergio Martinez says:
Obviamente no era el tema de mi artículo que versaba solamente sobre el resultado de las elecciones en Canadá. En todo caso, las empresas mineras canadienses se han ganado mala fama por muchas de sus actuaciones en países extranjeros, no sólo en Chile: Guyana, Panamá, Perú, entre otros, han tenido problemas ya sea ambientales o de choques con la población local. Esas actuaciones han sido denunciadas aquí en Canadá en más de una ocasión.
Antonio Pizarro says:
Desde Chile a Canadá para el señor de Montreal con todo respeto
A saber:
Comunidades indígenas rechazan el retorno de Barrick Gold: “Pascua Lama 2.0”
A cinco años de la histórica sentencia que ordenó el cierre definitivo del proyecto Pascua Lama, las comunidades indígenas del valle del Huasco vuelven a alzar la voz. Barrick Gold, la gigante minera canadiense, ha regresado al mismo territorio protegido
jaime norambuena says:
«Desde » Canada se ve todo muy claro-oscuro..
Pero Montreal esta en una isla……?
Se hablara ingles en este lugar..Debe ser
El SR. Martinez debe saber frances, ingles y español
Es Increible y deberia ser cierto.. Sera asi o no ..?