
Matthei se vuelve a equivocar: sin primarias y con discurso pinochetista, la derecha tradicional pierde el rumbo
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La renuncia de Evelyn Matthei a competir en primarias marca otro paso en falso de una candidatura que busca seducir a la ultraderecha, pero se queda sin apoyo ni liderazgo en su propio sector.
La candidatura presidencial de Evelyn Matthei, que hasta hace poco parecía la carta más sólida de la derecha tradicional, se desangra lentamente. Pese a mantenerse en el primer lugar de las encuestas, su tendencia se ha estancado y su figura comienza a desdibujarse en medio de errores estratégicos, contradicciones ideológicas y un evidente aislamiento político. A las polémicas declaraciones de la semana pasada —cuando justificó los crímenes de la dictadura como «inevitables»— se suma ahora la decisión de Chile Vamos de no realizar primarias presidenciales.
El anuncio, hecho este lunes por la propia Matthei durante una actividad en La Reina, confirma que la derecha tradicional ha renunciado a toda forma de articulación democrática interna. En lugar de someterse a una competencia abierta entre sus distintas sensibilidades, el bloque (UDI, RN y Evópoli) optó por evitar el riesgo de una baja convocatoria y apostar por la imposición de Matthei como candidata única. Una decisión que no sólo refleja la fragmentación de la derecha, sino también la incapacidad de su abanderada para liderar un proyecto colectivo.
Más aún: la decisión llega luego de que Matthei condicionara su participación en primarias a que se incluyeran los ultraderechistas José Antonio Kast y Johannes Kaiser, quienes desde el primer momento descartaron cualquier intento de convergencia. El gesto, que intentó proyectar apertura, terminó por mostrar debilidad: Kast y Kaiser se niegan a competir con ella, y el resto de su sector quedó sin espacio para disputar democráticamente el liderazgo. El resultado es claro: Matthei se enfrentará sola en noviembre, no solo contra el candidato o candidata de la centroizquierda, sino también contra una ultraderecha que crece en las encuestas y que no la reconoce como parte de su mundo.
La lectura de los analistas ha sido lapidaria. Para la cientista política Marta Lagos, lo ocurrido revela el enorme vacío que dejó Sebastián Piñera, el último dirigente con capacidad de conducir a la derecha. Para Marco Moreno, el fin de las primarias es una señal inequívoca de la fragilidad del diseño estratégico del sector. Y para Javier Sajuria, Matthei ha optado por abandonar el proyecto de derecha democrática que el expresidente intentó sostener, para competir de lleno en el terreno de la ultraderecha, con ideas y discursos que la desplazan aún más del centro político.
El problema, sin embargo, va más allá de una estrategia mal calculada. La deriva de Matthei hacia posiciones autoritarias —como su defensa de la pena de muerte, su propuesta de exportar presos o su reivindicación del Golpe de Estado— no solo desconcierta a quienes confiaban en un liderazgo moderno y democrático. También legitima a sus adversarios más extremos. La evidencia comparada es clara: en todos los países donde la derecha tradicional ha intentado competir con la ultraderecha en su propio terreno, ha terminado derrotada. Argentina, Estados Unidos, Francia, España y ahora Chile, muestran el mismo patrón: el endurecimiento del discurso no fortalece a la derecha tradicional, la vacía. Alemania es un caso aparte.
Con esta decisión, Matthei no solo renuncia a las primarias: renuncia también al liderazgo democrático de su sector. En lugar de construir una mayoría, se encierra en una candidatura que no entusiasma a nadie, que no suma aliados, y que parece más preocupada de no perder votantes que de ofrecer un proyecto político claro.
La derecha tradicional, que alguna vez buscó reconstruirse tras la dictadura con una imagen de modernidad y gobernabilidad, parece hoy más perdida que nunca. Y Matthei, que pudo ser la heredera de esa apuesta, se equivoca de enemigo. Al tratar de vencer a Kast y Kaiser en su propio juego, corre el riesgo de terminar igual que ellos, pero sin su electorado fiel. Y sin partido que la defienda.
Alexandre says:
La señora Mathei ha tratado desde hace un rato de disfrazarse de demócrata, pero apenas puede muestra la hilacha. Facha de tomo y lomo. Como decía un viejo sabio que conocí « aunque la mona se vista de seda la cola le queda ».
lo ramon roman says:
Es cierto, completamente cierto, en Chile hay una derecha «tradicional» y una derecha creada desde que pinochet le «entregó» el poder a los políticos tradicionales, que está compuesta por la mayoría de los chilenos de 60 años de edad para abajo. Por lo tanto, importa un rábano quien salga elegido presidente, la derecha tradicional y la otra derecha siempre ganan.
lo ramon roman says:
Es cierto, completamente cierto, en Chile hay una derecha «tradicional» y una derecha creada desde que pinochet le «entregó» el poder a los políticos tradicionales, que está compuesta por la mayoría de los chilenos de 60 años de edad para abajo.