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Poder y Política Portada

Evelyn Matthei y la justificación del horror: cuando la nostalgia por la dictadura se cuela en la campaña

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 8 segundos

Las recientes declaraciones de Evelyn Matthei, candidata presidencial de la derecha agrupada en Chile Vamos, han encendido las alarmas en el escenario político chileno. En una entrevista concedida a Radio Agricultura, la exalcaldesa de Providencia sostuvo que al inicio de la dictadura cívico-militar de Pinochet “era bien inevitable que hubiesen muertos”, ya que, según ella, “estábamos en una guerra civil”.

La afirmación no solo reescribe la historia desde una narrativa de justificación del golpe de Estado de 1973, sino que relativiza las violaciones sistemáticas a los derechos humanos que, durante 17 años, dejó miles de muertos, detenidos desaparecidos, torturados y exiliados. Como si eso no bastara, Matthei agregó que “probablemente era necesario, no había otra alternativa. Si no, nos íbamos derechito a Cuba”.

Estas palabras no son solo una provocación: son una señal. Matthei, hija del general de aviación Fernando Matthei —miembro de la Junta Militar y excomandante en jefe de la Fuerza Aérea—, no solo carga con el peso simbólico de su historia familiar. Hoy, en su intento por consolidar una candidatura presidencial competitiva, parece buscar el favor de los sectores más duros y nostálgicos de la dictadura. No es casual que compita por ese electorado con figuras como José Antonio Kast y Johannes Kaiser, conocidos por su abierto pinochetismo.

Un retroceso discursivo y político

Sus dichos fueron rápidamente repudiados por diversas voces del oficialismo, la oposición democrática y el mundo de los derechos humanos. El presidente Gabriel Boric fue categórico: “La dictadura fue criminal e ilegítima desde el 11 de septiembre de 1973 hasta el 11 de marzo de 1990. Nada justifica los asesinatos, los desaparecidos, las torturas, el exilio. Ni el 73, 74, 83, 85 o el año que sea”.




Carolina Tohá, también precandidata presidencial, advirtió que Matthei cruzó un límite ético inaceptable: “El asesinato, el secuestro, la tortura, los campos de concentración nunca son necesarios. Y mucho menos inevitables”.

Desde el Partido Comunista, Jeannette Jara y Carmen Hertz expresaron un rechazo tajante. Jara recordó que “Evelyn Matthei votó SÍ en el plebiscito y defendió al dictador”, y que hoy “relativiza el horror que vivió todo un país por 17 años”. Hertz, por su parte, fue aún más directa: calificó los dichos como “un agravio a la condición humana y un asco existencial”.

¿Un guiño al pinochetismo?

Más allá de la polémica, las palabras de Matthei parecen tener una estrategia detrás: consolidar una base electoral dispuesta a relativizar el pasado para justificar sus temores del presente. Es un discurso funcional a quienes siguen viendo en los años de dictadura una época de orden y prosperidad, olvidando —o negando— que ese «orden» se impuso a sangre y fuego.

Matthei busca liderar un sector de la derecha que nunca ha hecho una autocrítica real por su complicidad con la dictadura. En vez de avanzar hacia una derecha democrática, como intentó Sebastián Piñera en su momento con su compromiso “Por la democracia, siempre”, la exministra parece decidida a retroceder hacia la caverna del autoritarismo.

Sus declaraciones, lejos de ser un desliz, son una muestra de que los fantasmas del pasado siguen vivos en parte importante de la derecha chilena. Y lo más preocupante: que hay sectores dispuestos a blanquear el terrorismo de Estado en nombre del cálculo político.

Memoria, justicia y verdad: una lucha vigente

A más de cincuenta años del golpe de Estado, Chile sigue enfrentando la tarea pendiente de la memoria. No se trata solo de conmemorar o hacer justicia, sino de impedir que los crímenes del pasado se repitan, que el negacionismo se normalice y que la historia se escriba desde el olvido.

Las declaraciones de Matthei no solo son un insulto a las víctimas, a sus familias y a toda la sociedad que ha luchado por la democracia. Son también un recordatorio de que la defensa de los derechos humanos no es un capítulo cerrado, sino una trinchera que sigue siendo necesaria.



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