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Columnistas

Conocer el imperialismo, tarea ineludible

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 49 segundos

La caída de los imperios dio a luz el imperialismo. Durante el siglo XX y lo que va del XXI su estructura se ha modificado. Pero su definición sigue vigente. Si nos atenemos a la primera caracterización, Gran Bretaña se estrenaba como faro de la revolución industrial. John Hobson, un liberal educado en Oxford, profesor de secundaria, especialista en literatura clásica, escritor de artículos periodísticos, utilizó por primera vez el concepto en su ensayo Estudio del Imperialismo. Publicado en 1902, tuvo nueva versión en 1905 y la última en vida del autor, en 1938. Bajo su influencia, Lenin, en 1916, redactaría su folleto El imperialismo, fase superior del capitalismo. Le cita profusamente. Pero Hobson sería olvidado o leído dentro de la teoría marxista del imperialismo. El británico había identificado factores que Lenin consideró el armazón del imperialismo. 1) Concentración de la producción y del capital que da origen a los monopolios; 2) fusión entre el capital bancario e industrial, base del capital financiero, y una élite especulativa; 3) aumento cualitativo en la exportación de capitales frente a la exportación de mercancías; 4) formación de los monopolios y capital multinacional, y 5) luchas entre imperialismos por repartirse y controlar el mundo.

Hoy nos enfrentamos a una situación inédita. El capitalismo ha demostrado vitalidad, ser capaz de recrearse. El poder, en manos de los magnates del big data y sus trasnacionales de la inteligencia artificial, abre un proceso cuya fuerza radica en neutralizar y anular la conciencia crítica, haciéndonos creyentes de un relato incuestionable. Creemos en el libre mercado, la democracia liberal, las leyes de la oferta y demanda, la pax americana, la malignidad del socialismo, el sí se puede, el empoderamiento, el egoísmo y la competitividad. El imperialismo se refunda bajo sus premisas iniciales.

Las declaraciones de Mao Tse-Tung concedidas a la periodista Anna Louise Strong, propias de la cultura china, en 1956, adjetivando al imperialismo estadunidense como una nación en apariencia poderosa, pero incapaz de soportar el viento y la lluvia, que vista de frente era un tigre de papel, alejada de su pueblo, se extendió entre la izquierda política y social. Esta visión ideológica sirvió para dar ánimos, pero no para entender sus dinámicas. En medio de los procesos descolonizadores en África, el apartheid, la guerra de Vietnam y los movimientos de liberación nacional en América Latina, el imperialismo parecía tener sus días contados. Pero la realidad es tozuda. No era un tigre de papel, es más una hidra de mil cabezas, como lo adjetiva el EZLN.

Pero volvamos a Hobson. Su reflexión parece no envejecer. Así se despachaba: Aunque el nuevo imperialismo ha sido un mal negocio para la nación británica, ha resultado rentable para ciertas clases sociales y para grupos industriales y financieros del país. Los enormes gastos de armamentos, las costosas guerras, los graves riesgos y las situaciones embarazosas de la política exterior, los impedimentos y los frenos a las reformas sociales y políticas dentro de Gran Bretaña, aunque hayan sido tan dañosos para la nación, han resultado muy provechosos para los intereses económicos de ciertos grupos industriales y profesionales. Perderemos el tiempo si nos ponemos a hablar de política sin ver con claridad este hecho fundamental y sin percatarnos de que estos intereses privados son enemigos de la seguridad y del bienestar nacional. Su preocupación se centraba en las futuras guerras imperialistas. Definió a las empresas armamentísticas como parásitos económicos y el pilar sobre el cual se asienta el imperialismo: “no cabe duda de que siempre que estalla una guerra […] podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que no se tiene memoria de ninguna guerra que, por evidentemente agresiva que pudiera parecer al historiador desapasionado, no se presentara ante las gentes que eran convocadas a la lucha como una política defensiva necesaria, en la que estaba en juego el honor y hasta la misma existencia del Estado”. Guerra, no paz, es la propuesta.

Estudiar el imperialismo, sus tecnologías de la muerte, armas y argumentos, es urgente. Para ello, es necesario recurrir a nuestros clásicos. Sólo así tendremos opciones para enfrentar la lucha política y construir una alternativa. Acá algunas recomendaciones. Samir Amin, Imperialismo y desarrollo desigual Libros de confrontación, Barcelona; Theotonio Dos Santos Imperialismo y dependencia , editorial Era; Octavio Ianni, Imperialismo y cultura de la violencia en América Latina Siglo XXI Editores; Pablo González Casanova, Imperialismo y liberación , Siglo XXI Editores; Anouar Abdel-Malek, Sociología del imperialismo Ediciones UNAM; Arghiri Enmanuel y otros: I mperialismo y comercio internacional; el intercambio desigual, y dos textos colectivos de Ediciones Periferia: Economía política del imperialismo Corporaciones multinacionales en América Latina Todos escritos en el último cuarto del siglo XX.

Los afanes expansivos del conglomerado industrial, tecnológico, financiero y militar de Estados Unidos y sus aliados, aunque Europa Occidental se sienta ninguneada, nos llevan a la guerra. Trump no es un loco, no actúa solo. Representa a los sectores más agresivos del imperialismo del siglo XXI, cuyo objetivo es controlar el mundo. Para esta labor, no dudarán en llevarse por delante todo lo que no les es rentable, democracia incluida.

Marcos Roitman Rosenmann



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Marcos Roitman Rosenmann

Profesor titular de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y profesor e investigador invitado en la Universidad Nacional Autónoma de México así como docente en diferentes centros de América Latina. Columnista del periódico La Jornada de México y Clarín digital de Chile

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