Política Global

El rearme europeo beneficia a EEUU (la guerra como negocio)

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Lo que está quedando en evidencia en épocas del segundo gobierno de Donald Trump es que su agresividad se convierte en el criterio de toda práctica, económica, social, política, diplomática y preocupa porque este modelo amenaza con volverse universal, condicionando, asimismo, el futuro de nuestro sur.

Ahora parece que, si la paz se debilita, cualquiera que quiera sobrevivir se ve obligado a aumentar su poder y prepararse para la guerra. Por lo tanto, todo debe orientarse hacia este objetivo, si es necesario, cuestionando viejos principios.

El rearme de Europa no lo han inventado Ursula von der Leyen ni Kaja Kallas, jefa de la diplomacia europea: Europa lleva al menos cinco años inmersa en la carrera de rearme, con armas fabricadas en EEUU.  Hablan contra EEUU, pero dos tercios de las armas importadas por los países europeos de la OTAN en los últimos cinco años son fabricadas en Estados Unidos.

La guerra de Ucrania fue (es aún) un excelente negocio para EEUU. Las importaciones de armas de los europeos aumentaron más del doble entre 2020 y 2024 en comparación con los cinco años anteriores, con la excusa de la guerra en Ucrania, y el 64% procedía de Estados Unidos, frente al 52% del quinquenio anterior.




Pese a su apuesta radical por una Europa independiente militarmente de Washington, a ninguno de los líderes de la Unión Europea se le pasa por la cabeza que en estos momentos se pueda dar un paso efectivo en lo que se refiere a la guerra de Ucrania sin contar con la Casa Blanca y Donald Trump.

El presidente estadounidense no encontró mejor forma de presionar que amenazar a los rusos con más aranceles comerciales a sus hidrocarburos si no aceleraba el alto el fuego y a Ucrania le recriminó por tratar de cambiar sobre la marcha el principio de acuerdo por el que debía compartir con EEUU los recursos naturales ucranianos.  “Si lo hace, tendrá serios problemas, muy serios”, amenazó directamente Trump a Zelenski.

En la agenda de Trump, la guerra es un negocio más. Las compras de armamento anunciadas por la Comisión Europea seguirán beneficiando al complejo militar industrial de EEUU, por lo que la jugada del gobierno de Trump es evidente: obligar a la UE a comprar armamento para revitalizar económicamente a su industria de guerra.

El grado de dependencia europea en materia armamentística respecto a EEUU es “alto y creciente”, especialmente en sistemas críticos como aviones de combate, defensa aérea y tecnología avanzada. en 2024 más de la mitad del volumen de armas importado por los países europeos venía de EEUU. En algunos países como Holanda, Polonia o Reino Unido, esta dependencia supera el 90% para sistemas específicos.

Un estudio de del Instituto Internacional de Investigación por la Paz de Estocolmo señala que las áreas críticas con mayor dependencia son la aviación militar, la defensa aérea y la industria de misiles. El 60 por ciento de los aviones de combate europeos son estadounidenses (F-35, F-16, F-18), y sólo Francia y Croacia operan aviones 100% europeos (Rafale).

El 75% de las baterías antiaéreas en Europa para 2035 serán estadounidenses (Patriot) o israelíes, frente a opciones europeas como el SAMP/T NG 13. Y sistemas de misiles como los HIMARS o los misiles Tomahawk dominan sobre alternativas europeas.

El análisis concluye que al menos hasta el 2035, la Unión Europea seguiría dependiendo estructuralmente y en áreas críticas de la industria militar norteamericana, por lo que cualquier discurso que hable, por ahora, de romper esta dependencia es, simplemente, una frase hueca para el entretenimiento del gran público.

El borrador del acuerdo de Trump con Zelenski señala que EEUU obtendría la mitad de los beneficios de los recursos naturales de Ucrania, incluida la extracción y comercialización, el transporte y los sistemas ferroviarios y portuarios. Y Ucrania debe devolver con intereses a EEUU la ayuda militar durante tres años de guerra: no había nada de desinterés ni altruismo en la “ayuda”.

Este nuevo distanciamiento favorece la estrategia rusa de desacreditación de Zelenski, en un escenario donde aún existe un apoyo europeo a un presidente ucraniano y una animadversión del gobierno de Washington hacia la UE.  Hoy, por desgracia para Zelenski, su dependencia de la voluntad de EEUU es mayor que al comienzo de la guerra: ya no está en juego la pérdida de más o menos territorio, sino su propia supervivencia política.

Mientras, la guerra continúa y los europeos hacen alboroto para defender su participación en las negociaciones y apoyar a Ucrania “hasta el final” e intensificar el rearme contra una “Rusia amenazante e imperialista”. Lo cierto es que la ayuda inmediata que ofrecen jamás inclinaría la balanza.

La dependencia de los suministros estadounidenses de armamentos es la mejor garantía de que Trump no sacará a su país de ese pacto atlántico firmado hace ochenta años y que ahora pasó de ser una alianza política intangible a una relación económica altamente redituable para Washington y su industria armamentista.

Mientras, Ucrania se ha convertido en el mayor importador de armas del mundo, aumentando sus compras casi cien veces más que en el quinquenio anterior y recibiendo el 8,8 % de todas las importaciones de armas del mundo (por encima de la India, Qatar y Arabia Saudí). Las importaciones europeas aumentaron un 155 %, y al menos 35 Estados, en su mayoría europeos, han entregado armas a Kiev tras la invasión rusa.

Los investigadores señalan que EEUU aumentó su cuota en los contratos militares mundiales, que ahora se sitúa en un 43%. Rusia, por su parte, ha visto caer sus exportaciones bélicas en un 64% y ya que está recurriendo a la utilización de las armas que fabrica y le quedan menos para exportar.

El negocio de la guerra se explica con el ciclo de economía militar que se basa en la lógica neoliberal, el mercado libre, la privatización y la reducción de las regulaciones. Conlleva actitudes estrictamente relacionadas con el enriquecimiento personal y la maximización del beneficio económico de la industria de defensa, formando el llamado militarismo neoliberal.

Además, el negocio de la guerra va más allá de las armas y del sector de defensa. La guerra necesita muchos recursos, no sólo armas y ejércitos, también logística, medios de difusión y propaganda que incidan en el imaginario colectivo, transporte, alimentos, limpieza, servicios de interpretación y seguridad privada.

*Colectivo del Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican, Fundación para la Integración latinoamericana (FILA)



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