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Manoseada por la Unión Europea y atrapada por Estados Unidos: ¿hacia dónde se dirige Macedonia del Norte?

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Macedonia del Norte es un pequeño país emergente de la Yugoslavia de Tito. Presionada por Estados Unidos por un lado, y atraída por la Unión Europea por el otro, parece ejemplar, en su situación geopolítica, para dar cuentas de lo que está pasando en la esfera geopolítica global. A diferencia de una Unión Europea fragilizada que tiene que dar la cara a un Trump fuera de control, y que no puede actualmente poner la distancia objetiva necesaria a una análisis de esta envergadura, aquí podemos tomar la distancia necesaria del contexto y cuestionarnos realmente: ¿hacia dónde estamos yendo con esta política?

Macedonia del Norte confina al norte con Serbia y Kosovo, al oeste con Albania, al sur con Grecia y al este con Bulgaria. Solamente desde 2018 su nombre ha aparecido en los mapas, después de un acuerdo con Grecia, el Acuerdo de Prespa, que deja el nombre de “Macedonia” a la región en el norte del país helénico.

Sin embargo, el País ya existe desde hace 34 años, enseguida después de la escisión de Yugoslavia. Su construcción, como la de los demás países balcánicos, no ha sido simple. Búlgaros, romaníes, turcos, albaneses, muchos son los pueblos que viven bajo estas colinas. Las diferencias étnicas que cohabitan en este territorio no han ayudado a la tarea de construir un país “unido”.

Durante la guerra de Kosovo de 1999, Macedonia cooperó con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Unos 360.000 refugiados albaneses de Kosovo entraron a Macedonia durante la guerra, amenazando con romper el equilibrio entre los grupos étnicos eslavo y albanés en el país. Muchos regresaron a Kosovo, pero las tensiones étnicas crecieron y llevaron a cabo un conflicto armado que encontró un acuerdo solo en 2001, calmando de momento las tensiones entre macedonios y albaneses.




De momento, porque los equilibrios fragilizados en estos territorios con la escisión de Yugoslavia no terminan aún de ser amenazados por las diversidades étnicas y, tal vez, la dominación de las potencias extranjeras.

Ingresar en la Unión Europea (UE)

No es un secreto que Macedonia del Norte ha empezado el proceso para ser parte de la Unión Europea (UE). Este último ha seguido sin grandes esfuerzos hasta el bloqueo de Bulgaria: este país, que ya forma parte de la UE, pide al pequeño país balcánico  modificar su constitución y reconocer la minoría búlgara presente en su territorio (que oficialmente correspondería a unas 3500 personas). Solo de esta forma los búlgaros aceptarían la entrada de Macedonia del Norte a la UE.

Según Stevo Pendarovski, político que se desempeñó como quinto presidente de la República de Macedonia del Norte, de 2019 a 2024 (Unión Socialdemócrata de Macedonia), “Macedonia del Norte necesita a la Unión Europea, como lo mismo Trump, finalmente, la necesita”. Según él, aceptar el acuerdo pedido por los búlgaros no sería un problema, y eso aún más ahora, con la política siempre más imprevisible de Trump en Estados Unidos.

La dificultad de aceptar esta condición está en el hecho de que, si eso pasara, muy probablemente muchos más búlgaros “aparecerían” en el territorio macedonio, donde ya viven sin declararlo. Eso, de un lado, podría comprometer la minoría albanesa que hasta el momento es la minoría más grande en Macedonia del Norte (y de hecho es por eso que su idioma está reconocido a nivel nacional como idioma oficial).

Por otra parte, reconocer a los búlgaros podría tener consecuencias más impactantes todavía debido a la sola minoría albanesa: ya hace rato que Bulgaria reivindica el territorio macedonio como parte de su país. La presencia de una gran cantidad de búlgaros en su territorio podría amenazar la estabilidad política de los Balcanes. Bulgaria podría pretender anexarse esta parte del mundo. La inestabilidad podría hasta expandirse a las otras reivindicaciones que siguen ocultadas a estas latitudes: la “gran Albania”, por ejemplo.

El gobierno actual comparte la misma intuición de Pendaroski sobre la importancia, por Macedonia del Norte, de entrar de facto en la UE: para Izet Mexhiti, Primer Viceprimer Ministro de la República de Macedonia y Ministro de Medio Ambiente y Planificación Espacial de la República de Macedonia, “hay que colaborar con la Unión Europea y Estados Unidos. Con la primera, a causa de la proximidad geográfica, y con los segundos, a causa de la estrategia política”.

Un equilibrio frágil que podría ser alterado por la llegada de Trump

En efecto, por Macedonia del Norte, deshacerse de la colaboración con Estados Unidos, parece imposible. “No vamos a ser el futuro estado de USA, pero si, tal vez, de la UE”, nos comenta, en broma, el alcalde de Tetovo, Bilall Kasami. En esta broma, se esconde la dura realidad de Macedonia.

Si de un lado la proximidad geográfica hace natural la demanda de los macedonios de añadir los estados miembros de Europa, del otro lado, la dominación estadounidense en los Balcanes, enseguida a la intervención de la OTAN en la guerra de los años ‘90, no deja duda a quienes deben su lealtad los pueblos yugoslavos. Un equilibrio frágil que podría ser alterado por la llegada de Trump (y eso no en positivo).

“No olvido quien me liberó”: así se expresa Ali Ahmeti, presidente de la Unión Democrática para la Integración, haciendo referencia a Estados Unidos. También conocido como el dirigente político del extinto Ejército de Liberación Nacional en el Conflicto de Macedonia de 2001. El político no piensa que Trump quiera realmente dividir a la UE, porque eso podría llevar a consecuencias realmente nefastas, como a una tercera guerra mundial, abriendo “la caja de pandora” de Putin. Según él, Trump es “flexible”, tiene una estrategia económica y no política.

Sin duda, en un País donde la bandera estadounidense aparece junto a la albanesa antes que a la de la UE, es muy difícil deshacerse de una alianza parecida. Hasta el ministerio de salud, que ahora se cae en picada, ha sido construido, en 2019, con dinero de USA.

“Es historia publica que Estados Unidos contribuyó a instalar la paz en los Balcanes”, nos comenta Denko Maleski, primer ministro de Asuntos Exteriores de la entonces República de Macedonia de 1991 a 1993, y embajador ante las Naciones Unidas, de 1993 a 1997, (hoy, profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Skopje y director de los estudios de posgrado de «Política Internacional y Derecho Internacional»). “Es público también”, sigue comentando el profesor, “que  mientras que Estados Unidos liberó los Balcanes puso sus bases militares aquí para seguir controlándolos”.

 

Entrar en la Unión Europea (UE): ¿una decisión sabia?

“Lo que pasa en el mundo hoy es muy preocupante: la política “transatlántica” de Donald Trump podría desestabilizar el frágil equilibrio que habita de momento estas latitudes”: tales son las preocupaciones de Denko Maleski.

Ciertamente que Macedonia del Norte, en un contexto político todavía en desarrollo (estamos hablando de una democracia muy joven que todavía se está construyendo),  además de un contexto económico devastado por las políticas neoliberales (centralización y cortes en la salud, educación, cultura), con una economía que depende prevalentemente de su diáspora, la situación geopolítica global no la ayuda a ver un futuro estable afuera de su territorio.

“Para Macedonia del Norte no es cierto que hoy la solución para mejorar sus condiciones sea entrar en la Unión Europea. Talvez necesitaríamos una alianza de este tipo, pero los cambios geopolíticos globales actuales hacen que una duda real se antepone a la decisión de entrar o no en la UE”, comenta el politólogo, Maleski. “Lo que es cierto, es que Macedonia del Norte debería mejorar sus relaciones con sus vecinos directos. Eso sí sería clave para contribuir a reforzar los equilibrios de estos territorios”.

Una opinión compartida por la oposición encabezada por Ali Ahmeti. Lo que parece cierto, es que 30 años son pocos para estabilizar un país y que el camino de Los Balcanes para encontrar un equilibrio, podría ser aún largo.

En este sentido, la entrada en la Unión Europea, podría representar más un desafío en este minuto que una solución, por lo menos mientras la misma Unión Europea siga frágil y desestabilizada por el ciclón actual que está devastando la política transatlántica de Estados Unidos.

Muchas preguntas quedan, y pocas son las respuestas.

 

 



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Elena Rusca

Periodista, corresponsal en Ginebra

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