Columnistas

Impresiones de un asiduo (y obstinado) visitante

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Como muchos de los que en algún momento tuvimos que salir al exilio pero que terminamos haciendo de los países de destino nuestros nuevos hogares, cumplo estos días con esta suerte de ritual de visitar la patria original. Bueno, hago una concesión al emplear aquí el vocablo “patria” que, aparte de sonar un tanto cursi, es más bien un término de uso común por la derecha.

Hecha esa aclaración, me repito la pregunta que creo que muchos de nosotros, turistas en un Chile ajeno, nos hacemos: ¿qué nos hace cumplir con este ritual de la visita anual? Por cierto, todos tenemos familiares y amistades que añoramos y deseamos ver. Esa es probablemente nuestra motivación emocional. ¿Pero, qué más? Por algún tiempo se albergó la idea que podíamos influir de algún modo en el desarrollo de los acontecimientos políticos del país natal. Cuando luego de un largo proceso de movilización y de lobby se logró que los chilenos del exterior pudiéramos votar, eso representó un importante logro. Por extensión se pensó que ello daría también mayor peso a otras demandas y sobre todo, contribuiría a que la izquierda en Chile se hiciera eco de las propuestas que desde el exterior llamaban a profundizar los cambios.

Esto resultó ilusorio, porque, a decir verdad, la militancia del exterior—que algunos en Chile catalogan como “anclada en los tiempos de la UP”—“no corta ni pincha” en las decisiones que toman las direcciones de los partidos en el interior. Cosa curiosa, dirán algunos, dado que muchos de los dirigentes más influyentes de la izquierda, especialmente en el Partido Socalista, fueron ellos mismos exiliados en algún momento. Eso sí, fuera como efecto de su consecuencia y sentido del deber, su ojo político o por último, su sentido de la oportunidad,  ellos pudieron posicionarse en puestos de conducción partidaria, en altos cargos de la burocracia estatal, acceder al parlamento o incluso a la presidencia de la república.

No corresponde aquí entrar a juzgar cada caso, porque como señalo, todas esas motivaciones, desde las más nobles a las más pedestres se dieron en lo que fue el retorno al país cuando la represión empezaba a aflojar y las perspectivas de terminar con la dictadura eran más ciertas, o cuando ya se iniciaba la entonces promisoria transición bajo la consigna de que “la alegría ya viene”. Para quienes por diversas razones—muy respetables por cierto—nos quedamos en los países que nos acogieron, Chile se ha convertido más y más en un destino turístico, y como tal lo observamos con la curiosidad, las aprensiones y hasta el espanto que algunos de sus características causan al visitante inadvertido.




LA PERPETUA TRANSICIÓN

Va a ser ya dos generaciones de chilenos las que han vivido la experiencia de la transición a la democracia, proceso iniciado en 1990 y cuyas etapas han transcurrido de un modo mucho más lento del que hubiéramos podido imaginar. Algunos cambios—más bien cosméticos—fueron hechos a la Constitución impuesta en 1980 por Pinochet, pero básicamente todo el andamiaje ideológico de ese cuerpo legal engendrado por Jaime Guzmán y sus asesores sigue en pie. Peor aun, dados los fracasados intentos por cambiarla, ese texto ha adquirido cierta legitimidad, gústenos o no.  Al menos hoy el tema constitucional no está en la agenda de nadie.

La recientemente aprobada reforma al sistema de pensiones puede considerarse como una de esas etapas en este largo proceso de transición. Aunque, como bien se sabe, la reforma ha estado muy lejos de satisfacer a todos, en especial a quienes demandaban el fin del nefasto sistema de las AFP.

En esto debo recalcar como la ideología neoliberal y la mentalidad individualista impuestas por ese modelo económico siguen demonizando los llamados sistemas de reparto, en circunstancias que ese tipo de modelo previsional es el que predomina en prácticamente todos los países (muy capitalistas) de Europa occidental y por cierto, en el país en que vivo, Canadá, que nadie puede tildar de socialista ni mucho menos. Gracias a las pensiones decentes que allí se pagan, jubilados como yo podemos hacer este peregrinaje anual a la “copia feliz del Edén” con relativa facilidad.

LAS NOTICIAS DEL MOMENTO

Llego a Chile en un momento de verano, cuando las noticias que parecen predominar vienen del campo policial o del ámbito farandulero, especialmente cuando se acerca el Festival de la Canción de Viña del Mar. Aunque ciertamente el centro de una de esas informaciones policiales ha tenido un rasgo trágico, admito que su trama daría para un buen thriller: el caso de la señora que desapareció desde un restaurante donde le celebraban su cumpleaños. Como en una de esas buenas historias de Agatha Christie todos parecen ser sospechosos y hasta se ha mencionado que elementos de la propia policía podían estar involucrados. Eso sin olvidar las teorías conspirativas que añadían a la señora a una larga lista de personas abducidas por extraterrestres.

La farándula es junto a la información policial la que parece atraer la mayor atención de un público chileno seriamente afectado en sus valores culturales. A esta altura la “gran” preocupación de muchos es qué humoristas van a estar en el escenario de la Quinta Normal. Humoristas que por cierto lo que hacen es lanzar desde el escenario una retahíla de groserías que el público de manera más bien bobalicona va a aplaudir o pifiar, si es que no les han parecido suficientemente estúpidas como para reírse tontamente.

ECHÁNDOSE A LA GENTE AL BOLSILLO

En el decadente plano de lo que hace el modo de vida y la cultura de las relaciones humanas, es curioso constatar como ahora de manera oficial muchas de las instituciones del Estado se “echan al bolsillo a la gente” como pudiéramos decir. Por alguna razón, ahora es común que perfectos desconocidos (una buena moza dama de TV Chile, TVN, por ejemplo nos pregunta “¿te parece que estás suficientemente informado…?” (Por cierto si dependiera del paupérrimo nivel de la televisión chilena la respuesta tendría que ser “No”), pero el tema no es ese sino la ligereza con que gente que a uno no lo conoce, como esta dama, se echa al bolsillo a los televidentes tuteándolos. Algunos a lo mejor piensan que ese lenguaje es más informal, más amistoso… La verdad es que no. Tradicionalmente el patrón del fundo tutea a sus trabajadores, pero no a la inversa. En todo este último tiempo se ha normalizado en los mensajes de las diversas agencias del Estado el tuteo. En el fondo es una manera de ningunear a la gente, el mensaje que da instrucciones, sea en el Metro, algún hospital o ministerio  tuteando a los usuarios bien puede traducirse como “oigan pobres hombrecitos y mujercitas, hagan lo que le decimos sin chistar y si no váyanse a la cresta, aquí los que mandamos somos nosotros…”

¿DÓNDE  DIABLOS PONER LA ESTATUA DEL GENERAL?

En uno de estos días, yendo a comer a una de mis picadas favoritas, la Antigua Fuente (ex Fuente Alemana) tuve que caminar por los alrededores de la Plaza Italia, ahora llena de obstáculos para el peatón que se atreva a ir por allí. La Alameda (tantos gobiernos la han deshecho y rehecho, como si se tratara de un pasatiempo nacional) está en proceso de remodelación y esta vez el sector donde se han centrado todos esos esfuerzos renovadores es el de la otrora icónica Plaza Italia. En este nuevo proyecto refundador del sector, la plaza, más bien dicho su rotonda donde figuraba el general Baquedano, desaparecerá. El viejo proyecto de los automovilistas que allá por 1965 proponía poner la estatua a un lado y hacer que uno pudiera circular expeditamente desde la Alameda a Providencia y viceversa, se hará realidad con este nuevo diseño que remueve la rotonda.

Lo que ha sucedido aquí es que un grupo de diseñadores con absoluta ignorancia de la historia urbana de nuestra capital se ha hecho cargo. Muestra de la ignorancia de esta gente es que ha desconocido que la Plaza Italia tomó como inspiración la Place de l’Étoile de París de la cual, como de una estrella, irradiaban diversas calles. Eso puede apreciarse en antiguos planos de la ciudad. Esta gente, con un discurso aparentemente progresista de dar continuidad al Parque Forestal, la Plaza Italia, el Parque Balmaceda y el Parque Bustamante, ha “vendido la pomada” con este proyecto  que al final sólo va a contentar a los automovilistas ya que la “continuidad” de esas áreas verdes está de todos modos interrumpida por los cruces de vías de circulación que por cierto no se van a remover. Esos tecnócratas impondrán su modelo, pero no van a conseguir que la gente circule desde uno a otro de esos parques, algo que por lo demás tampoco necesita ni quiere hacer. Cada una de esas áreas verdes ya tiene su propio público que disfruta de ellas por separado. Los millones que se están gastando en este absurdo remake de la Plaza Italia y los jugosos cheques que deben haberse llevado los “genios” que lo idearon bien pudieron ir a algo más productivo.

Ah, y por cierto ¿adónde va ir a parar Baquedano y su caballo?  Sin rotonda ya no hay un lugar adecuado para la estatua. Además ella ha sido un blanco fácil de manifestaciones por lo que no es aconsejable que vuelva allí. En mi opinión la explanada enfrente de los edificios militares cerca del Parque O’Higgins y Plaza Ercilla sería el sitio más adecuado: más discreto pero todavía con suficiente exposición pública.

Baquedano también fue discutido por su rol en la historia de Chile.  Algunos apuntaron a su actuación en la Guerra de la Araucanía, donde entonces era un oficial de menor graduación, pero no por eso exento de responsabilidad por las atrocidades cometidas contra los mapuches. Sin embargo, el reconocimiento ciudadano vino por su importante rol como comandante de las fuerzas chilenas durante la Guerra del Pacífico, donde, hay que admitir, demostró una buena capacidad estratégica, mal que mal el hombre terminó llegando hasta Lima… Su rol menos airoso es posiblemente el menos conocido, cuando luego de la Guerra Civil de 1891 fue designado presidente interino y a pesar de sus promesas de respetar a civiles y militares del bando derrotado, ello no ocurrió, en gran parte porque él habría hecho la “vista gorda” ante las represalias que se desataron contra los balmacedistas.  Por cierto, sucesos y personajes del pasado no deben juzgarse con los criterios del presente, pero si bien es problemático que el viejo soldado montado en su caballo vuelva a una plaza que de todos modos va a ser borrada, tampoco merece que se lo encierre en una bodega. Recordemos lo que nos canta María Elena Walsh en su tema Las estatuas: “Su memoria procuran decir / sin palabras /y nos piden la poca limosna /  de mirarlas / Cuando quieren contarnos un cuento / de la Patria…”

LA NOSTALGIA

Después de toda esta tirada habría que dar respuesta a la pregunta inicial ¿por qué este peregrinaje que hacemos los chilenos del exilio? Simplemente por nostalgia, habría que decir, sin temor a caer en el sentimentalismo. Nostalgia viene del griego donde su significado original puede definirse como “mirar a casa con dolor”.  La nostalgia es justamente ese deseo, ilusorio por cierto, de revivir o retornar a un período pasado o una condición irrecuperable.

Hay que reivindicar la nostalgia como un sentimiento legítimo y que envuelve la variedad de nuestras experiencias: las masivas, entusiastas y combativas manifestaciones de nuestros tiempos estudiantiles (pero donde nunca quemamos buses, negocios ni iglesias como hicieron los infiltrados del lumpen en el estallido social), el recuerdo de esos mil días de esperanza y acción que fueron los tiempos felices del gobierno de la UP, los amores de entonces, algunos dejados en nuestras intenciones sin habernos atrevido a manifestarlo, y por cierto, las interminables conversaciones de la bohemia en torno a unas cervezas en locales inolvidables como Los Cisnes, frente al Pedagógico, la Fuente Suiza en Irarrázaval cerca de Macul, o en el centro, Il Bosco, en la Alameda entre Estado y Ahumada.

¿Y para qué sirve la nostalgia? Pues para recordar, ya que como se dice, sin memoria no hay futuro.

 

Por Sergio Martínez (temporalmente desde Ñuñoa, Chile)

 

 

 

 



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  1. lo ramon roman says:

    Don Sergio, se me olvidaba esto, que para mi esta observación es importante: Yo crecí con los cabros de la población en un sector donde las poblaciones callampas se establecieron, en los años 50 hasta los setenta, me parece, pero aquí noto la diferencia entre las tomas de los «callamperos», donde teníamos cabros amigos, y las tomas de ahora en el neoliberalismo. Usted verá, no se si usted experimentó esta realidad ya que usted tenía sus ratos de ocio en sectores y lugares donde discutían, posiblemente, con otros amigos la terrible vida de los callamperos, como decía, los callamperos no poseían nada, solamente sus familias y las ropas que tenían puestas y no tenían trabajos lo que a muchos los llevó a cometer crímenes, crímenes de necesidad, pero ahora, estos nuevos callamperos del neoliberalismo, que diferencia, se ve en los videos que muchos tienen autos y hasta trabajos, dígame, don, ¿usted cree que con esta calidad de pobres se puede pensar que pueda haber un cambio de sistema en un futuro cercan o lejano? La semilla de descontento tiene que brotar de una mayoría de explotados para que los cambios se hagan efectivos. ¿Estoy equivocado? Posiblemente, ya que mi teoría de la vida nace de la realidad y no solamente de ideas, al menos Marx experimentó con sus ojos está miseria en Inglaterra. Addendum: me recuerdo que las callampas brotaron a los largo del Zanjón de la Aguada, bajo tierra, las casuchas eran hechas de cualquier material, hasta con diarios, y los pocos que tenían luz, estaban «colgados» de las torres de alta tensión que todavía existen y que causaron no se cuantas muertes por electrocución, pero ahora, los adorables chilenos de las tomas, usan compañias que les construyen sus casas, e incluso, las arriendan y hay chilenitos que incluso venden lotes dentro de estas tomas.

  2. Renato Alvarado Vidal says:

    >las masivas, entusiastas y combativas manifestaciones de nuestros tiempos estudiantiles (pero donde nunca quemamos buses, negocios ni iglesias como hicieron los infiltrados del lumpen en el estallido social),

    Hay una diferencia que conviene tener en cuenta, las «manifestaciones» callejeras de los años 60 tenían una motivación de esperanza, de certeza de construir un mundo mejor; las del presente son por bronca, por frustración que finalmente estalla. Puede haber lumpen infiltrado, pero ni siquiera es necesario para que la indignación supere a la razón cuando se tiene la edad que nosotros teníamos en los 60.

  3. lo ramon roman says:

    Don Sergio, la nostalgia y el horror de la realidad para los de ese tiempo, pero para los de ahora, bueno, es lo único que tienen y que siguen aceptando y apoyando como si no hubiera algo diferente. La normalización del neoliberalismo con sus parches y reformas. Yo creo que la estatua del mentado general y su caballo debieran los chilenos de las tomas ponerlo en medio de ellas para darle un toque patriotico Y «CULTURAL».

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