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Brutal contraste en Viña del Mar
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Ni la huelga de hambre de 10 días ni las continuas protestas de los damnificados por el mega incendio de Viña del Mar tratando de visibilizar su doloroso drama ante la autoridad política han sido suficientes para que los poderosos – los que hacen la agenda de Chile – hayan interrumpido los preparativos de la gala festivalera, la máxima expresión de frivolidad hoy en la sociedad chilena.
En la gala y sobre una impecable alfombra roja en el recinto de Valparaíso Sporting desfilarán seleccionadas figuritas de la televisión y acompañantes luciendo elegantes y lujosos vestidos cuyo valor asciende a los 10, 20 y hasta 30 millones de pesos, según se ha dado a conocer ante el estupor generalizado.
Mayoritarios sectores de la población nunca han tenido – ni tendrán – la posibilidad de contar en sus manos con una cantidad de dinero de esa envergadura, pero sí una pequeña minoría que está en condiciones de despilfarrar la plata a manos llenas a tal punto que pareciera que es una burla a la pobreza de muchos.
Se trata de un contraste brutal que se agudiza en Viña del Mar y Quilpué, donde hace un año un incendio devastador provocado intencionalmente produjo consecuencias que hasta el día de hoy no son reparadas o fueron irreparables. El fuego causó la muerte de 136 personas y se contabilizaron cerca de 20 mil damnificados que quedaron con lo puesto, sin casa, comiendo en ollas comunes, durmiendo en carpas y con la totalidad de sus pertenencias perdidas, salvo la dignidad.
Desde la dictadura hasta ahora en Chile hay la aplicación de un modelo de desigualdades y discriminación que se acentúa durante los distintos tipos de emergencias que se producen frecuentemente. Los ricos ignoran el verbo solidarizar y desde el gobierno se anunció meses atrás un programa de reconstrucción en Viña que va muy lento, ha demorado demasiado o en otras palabras no ha funcionado.
A contar de la época negra de la historia, cuando generales, almirantes y oficiales eran “autoridades” por la fuerza de las armas, se instaló en Chile un modelo de vida clasista y elitista, el que fue refrendado por los siguientes gobiernos civiles. En ese contexto se encuentra la gala, una expresión baladí de desinterés y desconocimiento de las penurias de las mayorías.
Para el ámbito popular la gala no tiene razón de ser, no se justifica, no pasa de ser una manifestación de soberbia y arrogancia o un alarde de los que poseen mucho dinero o lo aparentan. La gente sin recursos, los pobres y los damnificados no tienen nada que aparentar, y a la vista de todos se aprietan el cinturón cada día.
Este no es el momento de derroches innecesarios solo para satisfacer el ego ni las ostentaciones faranduleras. Lo que sucede en este caso es un reflejo de la monumental brecha social y económica impuesta en el país, en que la desigualdad es el punto de partida de muchas de las calamidades que atribulan a los chilenos: en estas circunstancias los rostros de los llamados famosos y famosillas que pisarán la alfombra roja junto a las “celebridades” invitadas y el canal que los llevará a todo Chile no son más que una fanfarronada.
Viña del Mar, donde aún se respira el dolor por las muertes que dejó la catástrofe de hace un año, es una ciudad con una grave crisis habitacional y laboral. Es donde hay un mayor número de campamentos de tránsito y sus calles céntricas se ven repletas de comerciantes ambulantes, a los que se agregan los miles de familias a las que les cuesta asumir que el fuego implacable se llevó no solo a sus parientes más cercanos sino también sus viviendas, mobiliarios y recuerdos.
En Viña y Quilpué se ha constituido una “agrupación de sobrevivientes del mega incendio” cuyas permanentes protestas – incluso la huelga de hambre – han sido improductivas. Sin resultados hasta ahora, piden acelerar el proceso de reconstrucción y en lo inmediato el pago de un bono de acogida universal que les permita el arriendo de un techo mientras algún día se resuelve en definitiva su problema habitacional.
El sector privado se ha anticipado en darles respuesta con una manifestación de impudicia que es también una falta de respeto. No otra cosa representa la gala farandulera que será una exhibición de lujos y opulencias, finos y costosos trajes y vestidos, zapatos de última moda y joyas de alto valor, en una transmisión televisiva a todo Chile contando con el sólido respaldo financiero de las más renombradas marcas del mercado transnacional.
En medio de una vorágine de desigualdades y hasta discriminación en las invitaciones, este desfile fuera de la realidad tendrá lugar en vísperas del Festival Internacional de la Canción fijado para la ultima semana de febrero. Será una transmisión especial de Mega, que con el signo pesos por delante ha contratado para la conducción a un locutor llamado Neme y a una señora de apellido García.
Sin duda Mega es el medio más indicado para llevar esta fiesta farandulera a todo el país. Es controlado por el grupo Falabella, que entre sus numerosas propiedades posee el banco de ese nombre, el citado canal y el Club Hípico de Santiago. Allí el dinero corre y fluye con una generosidad extraordinaria que no está en otros lados.
La gala no es un evento cultural o artístico, ni humanitario ni mucho menos solidario. Solo es un despropósito que se realiza en el peor momento, cuando todavía se prolonga el tiempo de la angustia y las lágrimas de miles de compatriotas golpeados por la vida, y que necesitan apoyo y ayuda – no otra cosa – para recuperarse y poder volver a levantarse cuanto antes.
Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso
Felipe Portales says:
Muy buen artículo que desnuda completamente nuestra injusta e inhumana sociedad que trató infructuosamente de ser modificada en los 60 y 70; y que con la dictadura se agravó hasta el extremo con un modelo de sociedad impuesto a sangre y fuego, y que posteriormente -y engañosamente- nuestra «centro-izquierda» legitimó, consolidó y profundizó hasta el día de hoy. Como muy bien lo describe y analiza Hugo Alcayaga, el contraste entre la ostentación y el lujo del Festival de Viña y el terrible drama que aún sufren los miles de damnificados de los trágicos incendios que afectaron hace un año a la región -¡y absolutamente evitables en cuanto a los más de 130 fallecidos debido a la criminal negligencia gubernativa en el atraso del aviso del incendio para la evacuación!- no puede ser más penosamente demostrativo del estado de total postración moral en que nos encontramos como país.
ilsita says:
Buen análisis, pero desgraciadamente no fue el gobierno de generales que instaló la sociedad de clases, esa existe desde siempre se tiene memoria y por ello no se tienen los mismos intereses, por más que se quiera hablar de hermandad, o solidaridad menos aún.