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Trump: imperialismo desatado y desfachatado
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Desde hace muchas décadas que el mundo no contemplaba una manifestación tan explícita de imperialismo como la expresada por el nuevo presidente de Estados Unidos. Paradójicamente, todo indica que la propia decadencia económica y política que está sufriendo el país desde hace muchos años es uno de los factores que está condicionando este ominoso “despertar”. Ya el mismo eslogan de la campaña de Trump – Make America Great Again (MAGA)- podía ser indicativo de lo que venía. Y, más aún, las amenazas planteadas a medio mundo –particularmente respecto de una apropiación del Canal de Panamá y de Groenlandia- antes de asumir la presidencia. Aunque, por cierto, no deja de asombrar -¡y espantar!- la radicalidad y desfachatez de los nuevos bríos imperialistas.
Así, además de iniciar una cruel política con los inmigrantes ilegales latinoamericanos radicados en Estados Unidos, Trump ha procedido virtualmente a extorsionar y humillar a Colombia y Panamá, respecto a obligar al primero a recibir aviones con colombianos de vuelta a su país; y a que el gobierno panameño terminase un acuerdo económico con China. Asimismo, ha también obligado –so pena de subirles los aranceles de inmediato en un 25%- a Canadá y México a sentarlos a una mesa de “negociaciones” para lograr diversas medidas de esos gobiernos que le interesan a Trump. Y le ha subido todos los aranceles a China en un 10%. Además, ¡está amenazando a Europa en el mismo sentido! Y a todo el mundo le ha subido unilateralmente un 25% los aranceles al acero y aluminio, y está amenazando con seguir haciéndolo en otros rubros.
Por otro lado, ha emprendido una política decididamente en contra de las Naciones Unidas expresada en el retiro de Estados Unidos de varias agencias de la organización mundial y en la revisión que el país aporta a su financiamiento, “en vista de las numerosas medidas adoptadas por varios organismos de Naciones Unidas que demuestran un profundo sesgo antiestadounidense” (“El Mercurio”; 5-2-2025). En concreto, ha retirado a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud y del Consejo de Derechos Humanos. Asimismo, ha prolongado la suspensión de toda financiación estadounidense a la agencia de Naciones Unidas de apoyo a los refugiados palestinos (UNRWA) y está estudiando si continúa participando y financiando a la Unesco. Incluso, Trump ha llegado al extremo de firmar un decreto que prevé sanciones contra la Corte Penal Internacional (CPI) –¡de la que Estados Unidos no es Estado Parte!- las que “de acuerdo a la prensa estadounidense apuntan a las finanzas personales y los visados de personas vinculadas a los procesos lanzados por la CPI” (“El Mercurio”; 7-2-2025).
Más grave aún, Trump ha desarrollado también una política de amenazas a Rusia y Ucrania (y de buscar sacar ventajas de esta última) ¡con la idea de contribuir a la paz entre ellos! Así, por un lado, amenazó a Rusia con aumentar las sanciones a su economía y de “imponer aranceles masivos a sus productos si es que no acepta negociar el fin de la guerra con Ucrania, además de extender esa amenaza a cualquier país que le brinde apoyo a Moscú en el conflicto” (“El Mercurio”; 12-2-2025). Y, por el otro, “el mandatario exigió a Kiev el acceso a parte de sus reservas de tierras raras –de gran interés para EE. UU. al ser elementos fundamentales para productos como baterías de autos eléctricos y semiconductores-, y minerales como el uranio, titanio y litio, como compensación por la ayuda que Washington envió a Ucrania desde el inicio de la guerra” (Ibid.).
Y de modo casi increíble, señaló -en conexión con un plan de paz que estaría promoviendo entre ambos países- que “Ucrania podría ser algún día parte de Rusia” (Ibid.). A lo que el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, aseguró que la situación en Ucrania “corresponde en gran medida a las palabras de Trump y que es un hecho que una parte significativa de Ucrania quiere ser rusa, y ya es rusa” (Ibid.).
Pero ciertamente lo que ha sobrepasado todo límite ha sido la enunciación pública por parte de Trump de los propósitos más expansionistas y criminales en el ámbito internacional escuchados en este siglo, aprovechando el virtual genocidio ya realizado por Israel en Palestina: “Estados Unidos va a tomar el control de Gaza. Seremos los dueños y nos haremos responsables de desmantelar todas las bombas sin explotar, de nivelar el lugar y deshacernos de los edificios destruidos” (“EL Mercurio”; 6-2-2025). Y, junto con ello, ¡desplazar a los gazatíes de su territorio! ya que “no tienen otra alternativa”, dado que “Gaza es un agujero infernal y le vamos a dar la oportunidad a la gente de vivir en una comunidad estupenda”, sugiriendo “a países como Egipto y Jordania como destino para los desplazados” (Ibid.). Y esto lo dijo en la Casa Blanca acompañado del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien mostraba un rostro radiante de felicidad al escucharlo…
Y por si lo anterior fuese poco, dada las complicaciones en preservar la frágil tregua existente en Gaza por complicaciones en el intercambio de rehenes israelíes por presos palestinos, con la amenaza ¡de Trump! a Hamas, de que si no seguía liberando rehenes el sábado 15 de febrero, “se le abriría el infierno”, la organización islamista desistió de sus alegaciones…
Así, en menos de un mes de gestión, Trump ha configurado –con su MAGA- un escenario mundial de amenazas y extorsiones no superado desde los infaustos tiempos del Deutschland Über Alles del siglo pasado. Afortunadamente con pretensiones mucho más “modestas” que las del Führer, pero no menos preocupantes y angustiosas, si consideramos que Hitler (¿providencialmente?) no alcanzó a disponer del armamento nuclear; dispositivo que ahora no sólo tiene Estados Unidos (que ha sido el único país que, a la fecha, lo ha utilizado, ¡y dos veces!, sin pedir aún ningún perdón a la humanidad por ello) sino el conjunto de las grandes potencias.
Felipe Portales
Ricardo says:
Es mas peligroso que Hitler, porque psu paips dompipna internet, tengo no puedo comentar p