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El regreso de Bachelet: ¿el fracaso de una generación?
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El fenómeno Bachelet.
Hace un poco más de una década en el prólogo de un libro sobre el personaje el periodista Daniel Matamala decía lo siguiente:” en esta década Bachelet ha batido todos los récords. Los históricos: primera socialista ministra de Defensa desde el golpe militar. Primera mujer ocupando ese puesto. Primera candidata femenina a la presidencia con opciones de ganar. Y, en una sucesión vertiginosa, la primera Presidenta de la República de Chile”.
Lo que nadie se imaginaba por aquel entonces es que diez años después la expresidenta tendría la posibilidad, si se decide y triunfa, de batir otro récord: ser la primera mujer, y también, presidenta, que se repite el plato tres veces en la historia de Chile. Hecho inédito en nuestra experiencia republicana.
Como se sabe, sus dos gestiones anteriores – 2006-2010 y 2014-2018 – fueron de dulce y agraz y estuvieron marcadas por ímpetus reformistas, seguido de titubeos, errores y renuncias. Hay que recordar que su primer gobierno concluyó con la coalición oficialista rota y con la administración que ella encabezaba entregando la banda presidencial a Sebastián Piñera luego de que en cincuenta años la derecha no había ganado una elección democrática. Lo mismo sucedió en su segunda administración donde, además, su gestión, luego de implementar algunas improvisadas reformas, concluyó con un sistema político agotado y salpicado por la corrupción la que incluso alcanzó a su propio entorno familiar e hizo posible el advenimiento del segundo mandato del empresario especulador.
El PS y los liderazgos aluvionales
En la biblioteca personal de Clodomiro Almeyda, no por casualidad, estaba un libro de Benny Pollack que hasta hoy nunca ha sido traducido al castellano: Revolutionary SociaDemocracy: The Chilean Socialist Party. Aquel texto que fue fundamental para ampliar mi comprensión del partido de Allende explicaba, junto a otro escrito con Hernán Rosenkratz (Mobilizartion and Socialist Politic in Chile), la tendencia al populismo de la colectividad y ,como consecuencia de aquello su natural impronta para la irrupción de liderazgos aluvionales y mesiánicos como los de Grove, Allende, Lagos o Bachelet que superan ampliamente la capacidad de representación de la organización pero que, nunca son procesados sistemáticamente y terminan por no empapar ni trasladarse al partido. El liderazgo de Bachelet es una prueba fehaciente de aquello.
El PS, a pesar de su reducido peso electoral histórico ( más o menos, ha representado al diez por ciento con la excepción de la Unidad Popular donde bordeó el 20%), ha poseído en el pasado una tremenda capacidad de interpretación del mundo popular que sus liderazgos aluvionales han logrado encauzar permitiéndoles, a pesar de su tamaño, ostentar tres presidentes de Chile en un hecho inédito en el mundo occidental y podría, eventualmente, tener entre sus filas a la mujer que estaría en condiciones de alcanzar la presidencia de la república en tres ocasiones distintas y de paso darle oxígeno a una colectividad que lleva ya tiempo con respiración artificial.
Bachelet: To be or not to bet. That is the question.
Las procesiones pidiéndole a la exmandataria que realice nuevamente el milagro empezaron hace rato. Y pese a que aún no es candidata ya se sitúa detrás de Matthei como la segunda opción presidencial en las encuestas sin estar en carrera. Michelle Bachelet, hasta hoy, no ha confirmado, ni tampoco negado tal posibilidad. Si bien en una primera instancia señaló que no estaba disponible en la medida que ha pasado los meses y ella se ha consolidado como alternativa a la derecha, ese primer criterio se ha ido matizando. Ya varias figuras del PS, entre ellos el propio Camilo Escalona, secretario general de la colectividad, han ido entregando señales en ese sentido. Desde el propio entorno de la expresidenta también se ha ido flexibilizando la postura inicial del “por ningún motivo”. Es así como Eolo Díaz Tendero, director ejecutivo de la fundación creada por Michelle Bachelet señaló en enero que “se entiende que, voy a ponerlo desde este modo, la presidenta logra unir desde la confianza a sectores de la Democracia Cristiana al Frente Amplio. Ese rol, ese rol específico, no lo cumple nadie más que la presidenta Bachelet hoy día”. Recientemente el Frente Amplio (FA) se abrió a una eventual posibilidad de apoyo a su candidatura lo que confirma lo señalado por Victor Orellana, ex director de la fundación Nodo XXI, cuando hace un mes en Rancagua no solo expresó que el FA es “heredero y continuador del esfuerzo de la ex presidenta Bachelet” sino que, además, abogó “por el diseño de una alianza política amplia, intergeneracional para poder construir un proyecto político que convenza a la mayoría ciudadana”, Ese sujeto histórico, remató, “está en construcción”.
Así como están las cosas y pese a que Alberto Mayol ha expresado en algunos medios que en todos los escenarios en que ha medido a Matthei con Bachelet, siempre triunfa la primera, lo cierto es que otra cosa es lo que pueda suceder si Bachelet oficializará su candidatura. Como, a modo de ironía, me lo manifestó un excandidato presidencial en 2015: nadie que lidere las encuestas previas a la elección termina siendo presidente.
Bachelet y la eventual derrota de una generación.
A fines de 2011, el estudiante de derecho de la Universidad de Chile, Gabriel Boric, representando a nuevas fuerzas políticas de izquierda se erigía como el flamante presidente de la FECH, luego de que Camila Vallejo, con una tremenda exposición pública durante ese año, fuese la carta fija del PC a su reelección. Boric con la consigna, en abierta crítica a Vallejo y al PC, “no seremos el comando juvenil de Bachelet” convencía en segunda vuelta a moros y cristianos (la derecha votó en bloque por él para impedir un nuevo mandato de la militante de las JJ.CC.) y se hacía con la presidencia de la más importante federación universitaria del país y junto con ello daba inicio una vertiginosa y ascendente carrera política.
Como se sabe, él mismo y su entorno – muchos de los cuales eran hijos de actores políticos de la transición – construyeron discurso político a partir de la identidad generacional y en franca oposición a lo obrado por los gobiernos de la concertación. Fue la época en que en un foro debatía con un ex presidente del PS y protagonista de aquel periodo y cuestionaba “la manera en que se habían hecho las cosas durante la transición”, y el segundo le respondía “otra cosa es con guitarra, Gabriel”. Frase que invocaría siendo ya presidente y luego de varios traspiés.
Dicha generación llegó al poder luego del agotamiento del proyecto transicional de la concertación y del fracaso de las dos administraciones de Piñera, en un contexto de mucha agitación y malestar social sin haber enarbolado, más allá de consignas, ningún programa político. Sin mayoría en el parlamento, y originalmente, casi sin coalición política, con errores de gestión que son de manual de cortapalos que se cometieron desde el día uno – conformación del gabinete, cambio de mando, incursión a La Araucanía de la ministra Siches y un largo etc. – la administración Boric acabó como proyecto político el 4 de septiembre de 2022 cuando se perdió estrepitosamente el plebiscito de salida. El resto ha sido una larga espera donde ha habido algunos aciertos – la figura de Mario Marcel para garantizar el macro equilibrio económico, el avance, pese a todas las dudas, en pensiones – seguidos siempre de volteretas, inflexiones, zigzagueos y renuncios. En definitiva, un gobierno que anda más cerca del fracaso que del éxito. En ese contexto no resulta casual que ningún miembro de su gabinete se hubiese proyectado al parlamento a modo de perpetuar su legado y que, por el contrario, la ciudadanía busque hoy, en rostros del pasado una salida a la crisis institucional y social que estamos viviendo.
Se agrega a lo anterior una derecha que luego del plebiscito de 2022 también tuvo su oportunidad histórica, en especial su ala más extrema representada por republicanos, pero que se la farreo literalmente con la propuesta constitucional regresiva y ultraconservadora que el pueblo de Chile también rechazó masivamente en diciembre de 2023. Se suma a ese escenario una derecha tradicional que no logra articular una propuesta programática que vaya más allá de defender y consolidar sus privilegios. Además, su fragmentación creciente y ausencia de liderazgos sólidos han ido abriendo un escenario político en que la ciudadanía compara y empieza a percibir que Bachelet es una alternativa que pueda enrumbar al país por otro cauce que profundice algunas reformas necesarias para garantizar la paz social y que permita restituir un clima ciudadano similar al que se respiraba hasta 2010. Aunque su historia diga otra cosa.
Edison Ortiz
Juan Carlos Gómez Leyton says:
Es interesante el texto de Ortiz, pero tengo la impresión que debió afinar mejor el tema del «fracaso generacional». Según lo expuesto la generación fracasada sería la de los «boric boys» (Frente Amplio). Actualmente, es cierto, que señalar que el ,gobierno de Boric es un fracaso, es relativamente sencillo, los hechos así lo demuestran. Sin embargo, habría que especificar mejor el fracaso generacional. Pues considero que son dos cosas distintas, aunque profundamente relacionadas. Estimo que una generación social y política que emerge a inicios de la segunda década del siglo XXI (2011) y en una década alcanza el gobierno y se dispuso a gobernar a una conflictiva y compleja sociedad durante cuatro años no constituye un fracaso, sino un acierto político e histórico. Ahora, que su gestión gubernamental sea un fiasco es otra cosa. Y, eso tiene múltiples factores que lo explican desde la ignorancia y soberbia supina de sus integrantes en materias de administración del Estado a los obstáculos y barricadas establecidas por los opositores. El éxito de su estrategia política electoral establecida hace 14 años, no los invalida como generación. Aun considerando que podrían continuar siendo parte del aparato gubernamental de derrotar a la derecha, en alianza con la centroizquierda neoliberal (socialismo democráticos y demases) en las próximas elecciones presidenciales (2025). La base electoral de «boric boys» que bordea los 20% del electorado nacional es un piso central para que la mamagrande del socialismo neoliberal, M. Bachelet, pueda derrotar a las fuerzas unidas de las derecha. Por lo tanto, no veo allí el fracaso de esta generación. Están en el poder político y seguirán allí por algunos años más salvo que la «derecha» ya sea con Kast, Mathei o Kayser triunfe de manera amplia y contundente, con cifras semejantes a las logradas en el plebiscito de salida de diciembre de 2023, en la elección de 2025.
En los últimos 34 años (1990-2024). las GENERACIONES FRACASADAS, son dos, y no es, la de los «boric boys», sino (1) la generación de los años ochenta que en vez de disputar el poder político a la generación fracasada de los 60 y parte de los 70. se contentaron en compartir el poder conquistado en 1989, por los Aylwin, los Freis, los Lagos y la misma Bachelet (generación de la cual hace parte Edison Ortiz); esa fue generación no tuvo un proyecto político. es una generación bastante ambigua, amorfa, como dice alguien, son una ameba, media parasita. La segunda generación fracasada es la que el tenista Marcelo «chino» Rios, caracterizo también como la que no estaba «ni ahí», ese fue su lema no estar en nada. En ese vacío generacional emerge la «Boric boys». Y, triunfan. Pienso que esos dos fracasos explican que hoy, ante el fracaso del gobierno de los chicos de boric, quien pueda evitar el triunfo de la derecha extrema, sea una integrante de la generación de los sesenta y setenta tardía como Michele Bachelet. téngase presente que E. Mathei, es de la misma generación que Bachelet. Mi pregunta aquí es ¿por qué ni la generación de los años ochenta, ni de los años noventa, tuvieron la capacidad de plantearse lo que la generación frente amplista si pudo hacer?
Felipe Portales says:
Es la única carta que posee la derecha «centro-izquierdista»…
lo ramon roman says:
Tantas, tantas palabras para llegar a esta conclusión del autor de este análisis acerca del rol de la señora: «… empieza a percibir que Bachelet es una alternativa que pueda enrumbar al país por otro cauce que profundice algunas reformas necesarias para garantizar la paz social y que permita restituir un clima ciudadano similar al que se respiraba hasta 2010.»
ES DECIR, la señora traerá «POSIBLES REFORMAS» que garanticen la paz social, pero no un cambio al sistema neoliberal, punto. Por fin un analista le dá en la cabecita al clavo y se dá cuenta de que el neoliberalismo está aquí para quedarse por el tiempo que las FF AA y los politicos lo deseen.