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La estancia del arriero en Los Andes maulinos
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«En las arenas bailan los remolinos
el sol juega en los brillos del pedregal
y prendido a la magia de los caminos
el arriero va, el arriero va…»
(Atahualpa Yupanqui)
Unos días de encuentro con familias amigas que por años se comparte el amor y respeto por la precordillera maulina entre robles, coigues, quillaes, canelos, arrayanes, avellanos, castaños, radales, maquis, etc. Acompañados de ese constante trinar de los loros tricahues, las lechuzas con su imponente canto nocturno, murciélagos, gatos alzados, son suficientes para volver a esa necesaria pausa vital que reconforta. Los pies sucios por el trumao, el vino que refresca y abriga según la etapa del día, los juegos de naipe que acaloran la noche, compartir las tareas domésticas en función del día, la noche y el alimento, participar de un funeral de esos viejos y viejas sabias que nos llenaron de relatos legendarios como esos en donde aparece el «diablo» que hace salir mostos de los troncos de los árboles para tentarnos, «dulcesito el vino oiga». Esta es una visión del ambiente vilcheano donde nace el río Lircay y los esteros que van aumentando su curso con lo que queda de la enviernada.
Tomar la ruta internacional del Paso Pehuenche, hacia tierras cuyanas en los límites donde se comparten abrazos y chivos con guitarreo desde antes que esta ruta se asfaltara, cielos azules, cerros de colores ya sin bosque superando los 3500 m.s.n.m compartiendo el espacio con pumas, zorros y cóndores. El viento elevando polvareda golpeando los peñascos como la curiosa muela del diablo alejándose de las instalaciones hidroeléctricas de inversionistas foráneos que han intervenido los ríos donde antes abundaban las.exquisita truchas ofreciendo ese espectáculo trepando las cascadas contra la corriente. Majestuosa laguna del Maule, esa que en invierno gime como de dolor y que ahora el Estado con su administración dificulta su libre ingreso por la instalación de un control fronterizo una vez pasada la ahora famosa cascada invertida.
Es en esta ruta donde van apareciendo baños termales, uno de los más populares es El Medano con un fácil acceso desde el camino, en mi memoria de la infancia suenan estas termas en las que se puede disfrutar del melvin como bebida estrella del veraneo. Es estos paisajes donde aparece la figura del enigmático arriero acompañado de caballo, mulas y perros, con su silencio místico cantándole y silbándole al viento por esas rutas que bordean los ríos que parecen atrapar al cielo, caminos que serpentean por las quebradas de los cerros, aparecen vertientes, termas y cuevas que han ayudado a los ancestros precoloniales y a los fugitivos. Lugares en que la noche no permite despegarse de los ponchos y del necesario sorbo del aguardiente con saboreo de quesos y charqui.
Solidario arriero de la montaña que apenas sale de su silencio para un saludo humano en estos caminos, atento al ganado de vacas, corderos y chivos, día a día enfrentando el brillo del sol en las piedras, escondiéndose del viento bajo el sombrero, cuidador de su oficio y custodio del camino que va abriendo las montañas, casi siempre en tránsito sin el uso del gps, clandestino abierto al azar en eso que parece una acción rutinaria bailando con los remolinos en su modesta vida que ni siquiera apenas comprendemos que sin duda es una digna estancia para el ser.
Alex Ibarra