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La primera semana de Trump: migración latinoamericana en la mira y el desafío de no repetir la historia

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“Estados Unidos no necesita a Latinoamérica, ellos nos necesitan a nosotros”

Estas fueron las palabras del presidente Donald Trump el 21 de enero durante una declaración en la que afirmó que las relaciones entre Estados Unidos y la región «deberían ser geniales» bajo su mandato. Sin embargo, este mensaje, lejos de ser un gesto de cooperación, refleja una visión imperialista, racista y profundamente desconectada de la historia y la realidad. Por años, Estados Unidos ha intervenido en los asuntos de América Latina bajo la excusa de proteger sus intereses. Desde golpes de Estado, operaciones militares y la explotación de recursos naturales hasta la imposición de políticas económicas que han causado desigualdad y pobreza. Y ahora, después de décadas de intervencionismo, Trump pretende darle la espalda a la región y reducirla a una supuesta dependencia de su país.

En su primera semana como presidente, el presidente de los Estados Unidos dejó claro que sus promesas de campaña no eran solo retóricas. El primer mandatario brevemente después de asumir el poder declaró una emergencia nacional en la frontera sur a pesar de que los cruces fronterizos ilegales estaban en su nivel más bajo en más de cinco años. Desplegó 1,500 tropas, incluidas fuerzas militares, y otorgó amplios poderes a agentes federales para realizar arrestos masivos de inmigrantes. Según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, los encuentros diarios con migrantes han disminuido un 75% respecto al año anterior. Sin embargo, Trump sigue alimentando una narrativa de invasión para justificar sus acciones brutales.

En lo que fue quizás el momento más tenso de esta primera semana ocurrió cuando dos aviones militares estadounidenses con deportados a bordo fueron bloqueados por Colombia. Petro acusó a Trump de tratar a los migrantes colombianos como criminales y se negó a aceptar la llegada de los vuelos. En respuesta, Trump ordenó fuertes aranceles a las importaciones colombianas, prohibió el ingreso de ciudadanos colombianos, revocó visas de funcionarios del gobierno y suspendió el procesamiento de nuevas visas.




 

El presidente colombiano, Gustavo Petro, destacado por ser el primer mandatario de izquierda en una larga tradición de presidentes de derecha en Colombia, se refirió a los hechos en una carta abierta dirigida al presidente estadounidense. En este texto, digno de la rica tradición literaria latinoamericana, Petro desafió a Trump y cualquier posible amenaza hacia él o su país. Citó la Operación Cóndor y el golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende, asegurando que no temía represalias y advirtiendo que, si Estados Unidos continuaba con su actitud tensa hacia Colombia, el país y su pueblo dirigirían su mirada hacia otros horizontes en el mundo.

 

“Así que si conoce alguien terco, ese soy yo, punto. Puede con su fuerza económica y su soberbia intentar dar un golpe de Estado como hicieron con Salvador Allende. Pero yo muero en mi ley, resistí la tortura y lo resisto a usted. No quiero esclavistas al lado de Colombia, ya tuvimos muchos y nos liberamos. Lo que quiero al lado de Colombia, son amantes de la libertad. Si usted no puede acompañarme yo voy a otros lados.”

– Gustavo Petro en su cuenta de X. 26/01/2025

 

Al final, Colombia cedió ante las presiones de Trump, accediendo a aceptar a los deportados bajo los términos impuestos por Estados Unidos. Aunque evitó una guerra comercial, este episodio dejó claro que la relación entre ambos países se encontraba bajo una tensión inédita, y da indicios de que la nueva era de política exterior estadounidense ha comenzado.

Trump no solo ignora los hechos históricos entre su país y Latino América, también esta perpetuando aún más un sistema racista que persigue a quienes no encajan en una narrativa racial dominante. Esta semana se han sabido historias sobre agentes de ICE ingresando a escuelas para detener a niños, separando familias y sembrando terror no solo en comunidades inmigrantes, sino también en la población indígena de Estados Unidos. En lo que suena casi como un mal chiste, ha habido reportes desde la Nación Navajo de casos de miembros de su comunidad siendo atrapados en redadas de deportación.

La maquinaria antiinmigrante también apunta al corazón de la democracia estadounidense con el hecho de que Trump ahora está tratando de terminar con la ciudadanía por nacimiento. Por siglos el jus soli ha sido considerado congruente con los principios de los EE. UU, lo cual es consagrado en la Enmienda 14 de la Constitución de los Estados Unidos. Esta cruzada, enmascarada como una medida para parar la inmigración ilegal, no solo es capaz de expulsar a personas no deseables para la administración actual, sino que además puede resultar en niños apátridas. Niños que han vivido toda su vida en Estados Unidos podrían ser deportados a lugares de los que no tienen memoria alguna.  Estos hechos realmente suscitan la interrogante si esto se trata de país, o en realidad es un tema de raza.

Cuando un presidente dirige sus políticas contra un grupo específico de personas basándose en su origen, color de piel o estatus migratorio, no se puede hablar de democracia. Las acciones de Trump son una guerra contra los pueblos de América Latina, una continuación del colonialismo disfrazado de patriotismo. Después de décadas de intervencionismo imperialista, donde Estados Unidos ha explotado los recursos de América Latina, apoyando golpes de Estado y condicionado economías enteras, ahora persigue a inmigrantes como si fueran delincuentes. Mientras tanto, Trump, condenado por cometer múltiples delitos, continúa su actuar bajo un manto de impunidad.

En lugar de construir puentes de cooperación y solidaridad, su gobierno se dedica a destruir sueños y perpetuar un sistema que oprime a los más vulnerables. Es una clara contradicción que un país construido por inmigrantes ahora persiga a aquellos que buscan las mismas oportunidades que una vez definieron su grandeza.

 

Sophie Spielberger

En Washington (Especial para El Clarín)

 



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Sophie Spielberger

Cientista Politico especialista en Relaciones Internacionales

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