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El PS veinte años después del 27° congreso: de la casa común a la archipielagización de la izquierda

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“En fin, hacia el amanecer del domingo 30 de enero por un estrecho margen, diferencia de diez votos, no se extendió el mandato solicitado por la directiva que encabezaba Gonzalo Martner, y de ese modo continuar con la tarea pendiente, que pretendía culminar con Bachelet en la presidencia. Una vez más, al igual que en el XXIII congreso de la organización, cuando se le rechazó la cuenta a Aniceto Rodríguez, por una mayoría abstencionista, luego que la directiva del exsenador había colaborado para que Allende alcanzará La Moneda, el PS repetía el mismo hecho político. De la toma de decisiones que realice Michelle Bachelet dependerá que el tránsito equivoco y sinuoso que tuvo el PS durante la Unidad Popular no se repita”.

Con esas palabras evaluaba, en el texto “El socialismo chileno de Allende a Bachelet (1973-2005)”[1], lo que, eventualmente podría ocurrirle al PS sino no se hacía un gesto unitario para recomponer relaciones después de ese congreso dramático que volvió a tensionar a la organización y que se inició exactamente un 28 de enero de 2005.

Los barones que encabezaron el golpe de estado dado a Gonzalo Martner -Camilo Escalona, Ricardo Núñez y Ricardo Solari -, según la versión entregada por los periodistas Andrea Insunza y Javier Ortega, llevaban meses reuniéndose con la aspirante a las primarias de la entonces concertación en su departamento.

Luego de perpetrada la defenestración de la directiva que encabezaba el ex subsecretario de la presidencia, el pacto de los conjurados puso a Ricardo Nuñez como presidente del PS durante todo el 2005 y a Camilo Escalona como secretario general, y en la elección de abril del 2006, ya con Bachelet como presidenta, se impondría la alianza que reunía a las tres fuerzas que representaban a los protagonistas  del golpe interno: Renovados de Nuñez y Schilling, Nueva Izquierda de Camilo Escalona y Tercerismo de Ricardo Solari, instalándose en entonces senador por Los Lagos, Camilo Escalona, como presidente del partido y Marcelo Schilling como su secretario general en un acuerdo político que se extendería hasta 2010.




Como ya se sabe Michelle Bachelet privilegió la relación con el presidente del PS, y amigo de juventud, Camilo Escalona, quien, con mano férrea, dirigió la colectividad durante cuatro años, periodo en que se quebró la concertación, se dividió el PDC, comenzó la diáspora en el PS y se quebró también el PPD. El corolario de la hegemonía de Escalona sobre el oficialismo concluyó con él mismo dejando anticipadamente su cargo como presidente de la colectividad luego de pérdida la presidencial con Frei Ruiz-Tagle y su criticado papel en todo ese proceso que luego de veinte años llevó a la concertación a perder su primera elección presidencial desde el retorno a la democracia.

Como se sabe Bachelet empezó su periodo con mayoría absoluta en ambas cámaras, le dio un aire renovador a una coalición que ya durante el periodo de Ricardo Lagos evidenciaba agripamiento en su estructura. Tal cual lo señaló el periodista Daniel Matamala “en esta década Bachelet ha batido todos los récords. Los históricos: primera socialista ministra de Defensa desde el golpe militar. Primera mujer ocupando ese puesto. Primera candidata femenina a la presidencia con opciones de ganar. Y, en una sucesión vertiginosa, la primera Presidenta de la República de Chile”.

Sin embargo, concluyó su periodo con una coalición derrotada por primera vez desde el fin de la dictadura. A ella la reemplazó en la presidencia Sebastian Piñera, la derecha luego de 50 años sin haber ganado una elección presidencial volvía en gloria y majestad a La Moneda. La coalición oficialista concluyó quebrada, con los colorines fuera del PDC, lo mismo sucedió en el PPD donde abandonaron la colectividad, el senador Fernando Flores, el exdiputado Jorge Schaulsohn y el legislador Esteban Valenzuela.

El panorama en el PS bajo la égida de Escalona no pudo ser, peor, se bloqueó la candidatura de Marco Enríquez-Ominami, que significó su partida junto a la del senador Carlos Ominami y mucha militancia joven, Alejandro Navarro y su grupo Movimiento Al Socialismo (MAS) y una serie de figuras más. Una diáspora que se extendería a lo largo de la segunda década del siglo xxi y que, significaría la partida, entre otros, de sus expresidentes Jorge Arrate, Gonzalo Martner y Germán Correa.

Gran parte de esa responsabilidad fue ciertamente del hombre clave en la administración Bachelet, su Factotum, Camilo Escalona quien debió abandonar la presidencia del PS antes de que culminara su mandato.

Todo había comenzado aquel último fin de semana de enero de 2005, luego de un maratónico evento partidario donde no se discutió nada, salvo hacer caer a la directiva en ejercicio.

XXVII Congreso del PS: Lecciones para un futuro incierto.

Como en el XXIII congreso de La Serena en 1971, el III pleno nacional clandestino, del XXVII Congreso de enero de 2005, emergió una colectividad rota y quebrada en su alma. Una mayoría circunstancial – los vencedores alcanzaron una diferencia de apenas diez votos en cerca de 500 delegados – lideradas por Camilo Escalona, Ricardo Núñez y Ricardo Solari hizo virar a lo que en algún momento se llamó “la casa común de la izquierda”, rompiendo su tradicional alianza con el PPD y PR, hacia un pacto con el centro político representado por lo más conservador del PDC. La colectividad dejó de dialogar con “La Surda” y las nuevas generaciones de actores políticos que serían conocidos a partir de las protestas estudiantiles de 2011 y que, basados en la identidad generacional, tomarían distancia de los referentes políticos de izquierda tradicional como el PS.   Esta colectividad a su vez iniciaría, más allá del éxito electoral de Bachelet, una lenta pero irremediable pérdida de influencia política, cultural y electoral hasta alcanzar, incluidos los independientes, el umbral más bajo de su historia con el 6,06 de los votos válidos en las municipales de 2024.

A su vez se inició la larga diáspora socialista que, comenzando por allá por 2008 llevó al PS a pasar de más de cien mil militantes a inicios de la década pasada a los cuarenta mil de hoy.

Si bien algunos de ellos están de vuelta en la colectividad y el proceso de diáspora parece haberse detenido, lo cierto es que hay señales alarmantes sobre la pérdida de influencia y peso de la nonagenaria institución política. El eterno intento por el retorno, hasta ahora sin éxito, de Michelle Bachelet como varita mágica de salvación es un símbolo de la falta de capacidad del PS para generar y producir nuevos liderazgos, aunque la autoproclamación de Paulina Vodanovic, como lo fue el de Paula Narváez, puede concluir en profundizar esa crisis.

Lo anterior es sinónimo de la pérdida de influencia social de uno de los partidos claves del siglo XX y de la particular transición chilena que hoy, para bien y para mal, se autoerige como el soporte de la actual administración, mientras a la vez paga a un alto precio – su votación más baja en la historia partidaria – por sostenerla.

¿Será este el capítulo final de un proceso inaugurado hace 20 años, que se abre con la candidatura presidencial de Michelle Bachelet y que puede cerrase nuevamente con ella, aunque tal vez no de la mejor manera?

Todo este proceso está descrito en el texto digital “El PS veinte años después del 27° congreso: De la casa común a la archipielagización de la izquierda”, que intenta poner en perspectiva uno de los eventos más dramáticos del socialismo chileno contemporáneo.

 

 Edison Ortiz

 

[1] Edison Ortiz, El socialismo chileno de Allende a Bachelet (1973-2005), Pla-Fiadelso, 2007, págs., 467-468.

 

 

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Edison Ortiz

Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago

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  1. Felipe Portales says:

    Y no nos olvidemos como la derecha y los empresarios hicieron apologías del Gobierno de Lagos. Sólo a título ejemplar, César Barros lo definió como «el mejor presidente de derecha de todos los tiempos» («La Tercera»; 11-3-2006); Hernán Somerville declaró que a Lagos «mis empresarios todos lo aman, tanto en APEC (Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico) como acá (en Chile) porque realmente le tienen una tremenda admiración por su nivel intelectual superior y porque además se ve ampliamente favorecido por un país al que todo el mundo percibe como modelo» («La Segunda»; 14-10-2005); y Herman Chadwick expresó que «Lagos nos devolvió el orgullo de ser chilenos» («El Mercurio»; 21-3-2006).

  2. Margarita+Labarca Goddard says:

    Cuando vi la palabra archipielagización no pude seguir leyendo. ¿Por qué te permites destrozar el idioma? ¿Eres profesor y eso les enseñas a tus alumnos. Seguramente se pueden encontrar palabras menos espantosas para decir lo mismo.

  3. Felipe Portales says:

    El problema de fondo del PS fue su completa subordinación a la derecha (efectuada en conjunto con el PDC, el PPD y el PR) efectuada solapadamente desde fines de los 80, como lo reconoció descarnadamente el máximo ideólogo de la Concertación, Edgardo Boeninger, en su libro escrito en 1997 (¡y nunca refutado por nadie!): «Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad»; el cual está en PDF; y cuyas especificaciones centrales, en este sentido, se encuentran en sus páginas 367-373.

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