La teología y la necesidad de creer en tiempos de crisis
Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 46 segundos
En su obra “Hemisferio Izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos (Editorial Siglo XXI, 2013)”, el sociólogo Razmig Keucheyan introduce un tema tan provocador como fascinante: la reaparición de la teología en el corazón de las nuevas teorías críticas. Esta reaparición se desarrolla en el marco de un progresivo detrimento de las ideas y proyectos socialistas del siglo XX encarnados en la caída de los socialismos “reales” europeos y la crisis profunda de los marcos organizativos y conceptuales marxistas, Keucheyan plantea una interrogante de gran actualidad: ¿cómo es posible seguir creyendo en la factibilidad de un proyecto emancipador cuando la historia reciente parece haber invalidado brutalmente esta idea? Es en este punto donde la teología, con su rica tradición de reflexiones sobre la fe frente a la adversidad, ofrece un refugio intelectual y emocional para los pensadores críticos contemporáneos.
El problema que plantea Keucheyan no es menor. Las experiencias históricas del socialismo, desde la Revolución Rusa hasta los experimentos latinoamericanos más recientes, han dejado una estela de críticas y derrotas, también desencanto y tragedias. Esto ha generado un escepticismo generalizado en torno a la posibilidad de construir una sociedad más justa y solidaria que rebase el horizonte del capitalismo neoliberal. Ante esta desolación, la pregunta teológica por excelencia cobra relevancia: ¿cómo seguir creyendo cuando todo parece perdido? La recurrencia a figuras como San Pablo, Job o Pascal en las teorías críticas contemporáneas no es casual.[1] Estas figuras encarnan la lucha por mantener la esperanza en circunstancias aparentemente imposibles, un desafío que resuena profundamente en el ámbito político actual para así situarnos más allá de la practicidad del ejercicio político y recobrar el sentido de la utopía y los sueños en un mundo mejor.
La teología, como señala Keucheyan, es una disciplina experta en la creencia en lo inexistente. Esta afirmación, lejos de ser peyorativa, nos invita a reflexionar sobre su utilidad en momentos de crisis. Cuando el socialismo parece haber fracasado en múltiples ocasiones, y cuando el capitalismo global continúa dominando sin contrapesos efectivos, la capacidad de imaginar alternativas parece un acto casi milagroso, pero necesario y urgente para avizorar nuevos horizontes de posibilidades para los seres humanos. En este contexto, la teología ofrece recursos conceptuales que permiten articular una esperanza que desafía la realidad aparente. San Pablo, por ejemplo, habla de la fe como «la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Esta definición podría aplicarse perfectamente a los intentos de mantener viva la llama de la transformación social en un mundo que, en apariencia, ha clausurado toda posibilidad de cambio estructural ante la política de los consensos que evitan avances sociales y de derechos de poblaciones dominadas por el capital, el consumo y el invidualismo.
Sin embargo, este regreso a la teología plantea un dilema: ¿es suficiente con creer para cambiar la realidad? La fe, entendida como una fuerza movilizadora, puede ser un punto de partida, pero no puede sustituir al análisis crítico ni a la acción política organizada que son parte de la lógica de transformación del mundo y consecuencia lógica de un pensamiento y reflexión que se encarna en la vida concreta de las personas y comunidades. Si bien las referencias teológicas pueden ofrecer un marco simbólico que permita recuperar la esperanza, el riesgo de caer en un misticismo que evita la transformación social. El desafío para los pensadores críticos radica en integrar estos recursos teológicos sin renunciar a los fundamentos materiales y racionales que caracterizan la tradición marxista.
En este sentido, la “especialidad” de la teología en creer en lo inexistente, puede ser una buena aliada de la crítica implacable que se debe hacer a las estructuras de poder existentes. La fe en un futuro socialista, aunque inspiradora, debe ir acompañada de un análisis riguroso de los fracasos históricos, de las condiciones materiales actuales y de las estrategias necesarias para construir alternativas viables y convocantes. La fe por sí sola no transforma el mundo; necesita de la praxis, de la acción consciente que busca cambiar las estructuras sociales, políticas y económicas, en definitiva, dar espacio a nuevas relaciones sociales que reivindiquen lo colectivo, la solidaridad y el respeto a la diversidad, y el cuidado de toda forma de vida en nuestro planeta.
La fascinación contemporánea por la teología en las teorías críticas también revela algo más profundo: una crisis de imaginación política. Cuando el socialismo parece inviable y el capitalismo continúa demostrando su capacidad para adaptarse y perpetuarse, las alternativas parecen diluirse en el horizonte. En este contexto, la teología emerge como un espacio para repensar lo imposible, para imaginar lo que aún no existe. Sin embargo, esta tarea debe ir más allá de la mera introspección espiritual. Requiere un esfuerzo colectivo por articular nuevos horizontes políticos que sean tanto inspiradores como realizables.
En definitiva, la pregunta que plantea Keucheyan trasciende el ámbito académico y se dirige al corazón mismo de las luchas sociales contemporáneas: ¿cómo mantener la fe en la posibilidad de un mundo diferente cuando todo parece conspirar en contra? La respuesta, como sugiere, no radica en abandonar la crítica materialista en favor de una fe ciega, sino en reconocer que incluso los proyectos más racionales necesitan de un componente de esperanza y creencia. La tarea de las teorías críticas contemporáneas no es solo analizar el presente, sino también construir las condiciones para que esa creencia se traduzca en acción transformadora que nos sitúe cada vez más cerca de la noción de hermano/a y la idea de comunidad.
En este sentido, el recurso a la teología no debe ser visto como una capitulación, sino como una herramienta más en la búsqueda de alternativas. En un mundo donde las certezas parecen haberse derrumbado, la capacidad de creer, incluso contra toda evidencia, puede ser el primer paso hacia la construcción de una nueva realidad. Razmig Keucheyan nos invita a reflexionar sobre esta posibilidad, recordándonos que, aunque el camino hacia el cambio pueda parecer oscuro, la fe en lo inexistente es, a veces, el motor que impulsa lo imposible.
Fabián Bustamante Olguín. Académico del Departamento de Teología, Universidad Católica del Norte, Coquimbo
Javier Romero Ocampo. Doctor en Estudios Americanos, USACH, especialidad pensamiento y cultura. Profesor de Historia y Geografía, Sociólogo, Psicólogo.
[1] Alain Badiou. San Pablo, La fundación del universalismo, Barcelona, 1999. Toni Negri, Job, la Fuerza del esclavo, Buenos Aires, Paidós, 2004. Slavoj Zizek, El frágil absoluto, Valencia, Pretextos, 2002; Slavoj Zizek, El núcleo perverso del cristianismo, Buenos Aires, Paidós, 2005. Daniel Bensaid, La apuesta melancólica. Metamorfosis de la política, política de las metamorfosis, Buenos Aires, El Cuenco de Plata, 2024.