Chacarillas: Cuando los monaguillos se hicieron sacristanes
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En 1977 la dictadura organizó una ceremonia al estilo fascista, en la cumbre del cerro Chacarillas en Santiago. Algo jamás visto por estas latitudes.
77 jóvenes asistieron al evento, para rendirle tributo al tirano Augusto Pinochet, endiosado por la oligarquía. Acaso el más servil, entre una recua de malvados. Militar rastrero, que no dudó en traicionar a Allende. Como un vulgar Judas, le prometió lealtad y días después, lo traicionaba.
De aquellos acólitos de Chacarillas, hay infinidad de ellos que se les perdió el rastro y viven el protector anonimato y un mínimo de ellos, persiste en su anhelado propósito de seguir activo. La idolatría pagana los convierte en serviles al régimen. Lame botas por tradición, aunque no arrepentidos de haber venerado a la tiranía, de tarde en tarde, dan señales de vida.
Así demuestran que no están muertos. A esta chiquillada admiradora del sátrapa, la recibía un sujeto, que les hacía aspersiones con agua bendita, para espantar los malos espíritus o el olor a azufre. Escena que desde luego se ocultó, para evitar el hazmerreír.
De distintos pelajes, no han perdido su influencia en la política, menos aún, en las finanzas. El arte del arte.
De monaguillos hoy se les ve en calidad de sacristanes, dispersos por el mundo de las influencias. Se les infló el pecho de pavos reales.
Pese al tiempo trascurrido desde aquella gesta presumida del cerro Chacarillas, aún huelen al incienso de las misas fúnebres. Artistas en escabullirse, trepar en la escala social, teñirse de amarillos, prosiguen su travesía de yanaconas, disfrazados de caballeros.
A menudo se sabe de sus barrabasadas, entuertos y enjuagues, empeñados en enriquecerse al amparo de la ley, pero continúan amando el periplo de la dictadura.
Aún guardan en el baúl de la buhardilla, el ropaje que vestían y el velón que los iluminaba en su ascenso a la cumbre del cerro.
En nuestra historia cívica, no se conoce una parafernalia o ceremonia de estas características escénicas. Idólatra en su esencia o no, venía a fortalecer el fetichismo hacia la dictadura y el inicio de la noche oscura, que se prolongaría por casi 20 años.
Ni hablar de las secuelas que se sufren hasta hoy. Como usted es una persona observadora y acuciosa, descubrirá que los ahora sacristanes, visten de caballeros y si meten las manos al saco del carbón, usan guantes de cabritilla.
Que sean otros pánfilos que dejen las huellas de tanto latrocinio. Diestros en el arte de escabullirse y cambiar el pelaje, al sucumbir a medias la dictadura, supieron esquivar el maremoto que se les venía encima.
Algunos de ellos, que por higiene omitiremos sus nombres, todavía circulan por el Congreso de Valparaíso, mientras hacen alardes de santidad.
Esa santidad que utilizó Augusto Pinochet, para engañar al pueblo. Pechuga al aire, sus hijos se abren paso en nombre de la democracia. ¿Cuál democracia? Ninguno de ellos ha abjurado de ese tiempo de mierda, donde la muerte acechaba al país.
¿Y cuál es el candidato a la presidencia que apoyan? Aunque lo nieguen y se hagan los pánfilos, les seducen aquellos figurines con apellidos que comienzan en K.
Misteriosa letra, la cual ya se encontraba en el alfabeto latino y descendía del griego a través del etrusco. Pura magia dirá usted, en una época donde los admiradores de los 77 de Chacarillas, crean empresas brujas, cuyo objetivo apunta a defraudar a los incautos y al fisco.
A modo de encantar a los borregos, a los señores K les ha crecido el tambembe y sus mejillas se han sonrosado. Por ahora, el viento está a su favor, mientras navegan en sus barcos piratas, auspiciados por la oligarquía.
Walter Garib