Humor, ácido como el limón
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Ojalá tuviésemos el humor de nuestro compatriota, el escritor Enrique Araya, y el del irlandés Oscar Wilde. Ambos sabían reírse a gritos de la sociedad bajo esa ironía que sólo poseen los iluminados. Príncipes del lenguaje, cuya maestría ha sobrevivido. Ahora, los graciosos hacen llorar. Burlarse de la estupidez humana en su amplitud. Enrique Araya reconocía su admiración por Oscar Wilde y en su novela “La luna era mi tierra”, como en su posterior obra, se burla de nuestra sociedad. A menudo citaba a Wilde y admitía su influencia. Preámbulo necesario a raíz de la designación de Doña Evelyn Matthei, como candidata a la presidencia de la república, apoyada por la oligarquía. Aquella conocida y jactanciosa, pues hay otra que se disfraza de demócrata, y en la oscuridad, procede a realizar sus engañifas.
¿Acaso hay un tema de urgencia en este asunto? Existen otras derechas, adictas al poder, ansiosas por depredar hasta la maleza. Entre nauseabundas, amarillas y también pardas, que no olvidan sus hábitos de sacristanes. Embolinada la derecha golpista, incluidas las otras golpistas, las menos golpistas y aquellas que visten hábitos de santidad, no resisten el embrujo de llegar al poder. En el Congreso es donde mejor muestran su voracidad. Algo así como el mercado Persa, donde hay desde un alicate hasta un catalejo. Urge servir al terrateniente de turno, aunque sigue siendo el mismo. Desaparecidos y aventados los monaguillos del cerro Chacarillas, son otros quienes emergen de las cloacas.
Expertos en besuquear las antífonas, palabreja desaparecida del diccionario, por tratarse de una grosera ambigüedad. Aunque las aspiraciones de estos acólitos son las mismas, visten otros hábitos. Nada de faldones tejidos a crochet, incensarios para aventar el mal olor a santidad y cilicios destinados a flagelarse. Si en una época su existencia de monaguillos producía gloria y necesidad social, hoy se escabullen y alegan haber sido engañados. “Yo creía que se trataba de representar la ópera Aída”, alega una chiquilla, ahora no tan chiquilla.
En medio de tanta batahola, dimes y diretes, don Carlos Larraín Peña, cuya sabiduría política nadie cuestiona, ni siquiera sus enemigos ni él mismo. Pomposo, manifiesta que designar a la chica Matthei en estos días, es prematuro. Algo intrigante la idea, pero él debe tener sus razones. No le hicieron caso y la candidata de las barras bravas de la derecha, impuso su criterio. Entonces, al patrón nadie debe desobedecer en materias electorales y si hay dinero de por medio. Existe por ahí, cierta resistencia a apresurar el tranco, pues otros candidatos a la presidencia, vinculados a servir a quien los contrate, dicen estar disponibles. Como novedad merece un siete. Hasta la fecha, la oligarquía dura, mandona, guarda silencio lúgubre, mientras se lima las uñas en un pedernal. Como las ofertas del mercado son variadas, deberían analizarse otras alternativas. Desplegar el abanico de la intimidad. Buscar el apoyo de los borregos, siempre dispuestos a la obediencia del amo que, en manada, van de un lugar a otro, tras el pasto tierno. Lo que se conoce como los trashumantes.
¿Y cuáles serían los otros candidatos? En este ejercicio de adivinar, muchos han perdido la bola de cristal, por no decir otra cosa.
Walter Garib