Entrevistas

Rafael Poch de Feliú: «Temo que no veremos este año el fin de la guerra en Ucrania»

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Después de un 2024 devastador en Oriente Medio, ¿cómo analiza el escenario que se ha creado allá?

Asistimos al suicidio de Israel. Lo digo con pesar, pero un país pequeño y sin recursos peleado con todo su entorno de centenares de millones que depende del apoyo de dos grandes potencias, EE.UU y la UE, y que practica un colonialismo del siglo XIX basado en delirios supremacistas bíblicos, es inviable en el siglo XXI. Hoy Israel ya es el lugar del mundo más peligroso para un judío. Su exitosa táctica de destruir militarmente a sus adversarios oculta su completa ausencia de estrategia. El apoyo de EE.UU y la UE no será eterno. Sus adversarios no serán siempre débiles ni estarán divididos. La opinión pública, incluida gran parte de los judíos del mundo, está horrorizada por la masacre de inocentes y los descarados apoyos políticos y mediáticos que tiene en Occidente. Puede que consigan matar al 20% de la población de Gaza y expulsar a los palestinos de Cisjordania comprando a Egipto y presionando a Jordania, pero su violencia y masacre indiscriminada le ha hecho perder lo que le quedaba de legitimidad histórica. Si no gira radicalmente hacia un entendimiento sostenible con su entorno árabe, se perderá, porque sus victorias tácticas profundizan su carrera suicida.

¿Y la situación en Siria?

Lo de Siria ha sido una victoria israelí que no es que haya acabado con el régimen de Asad, sino seguramente con el propio estado sirio, como ocurrió con Irak y Libia. Con tres invasores (Turquía, Israel y Estados Unidos) en su territorio y la cantidad de actores implicados (kurdos, yihadistas, islamistas, minorías…), me parece difícil que el islam político se consolide allí y pueda reconstruir un estado soberano. Por otro lado, Siria muestra cómo Rusia e Irán subestimaron la capacidad de sus adversarios de incrementar la tensión militar horizontalmente. Han sufrido un revés mayor e intentan salvar los muebles. El corte geográfico de suministros a Hezbollah y el mayor aislamiento de Irán perjudica a la resistencia palestina. Finalmente, aumentan las posibilidades de más ataques a Irán. Esperemos que Estados Unidos se lo piense antes de meterse en la guerra abierta contra Irán que busca Israel. Irán es cinco o seis veces más grande y potente que aquel Irak, que acabó en desastre.




¿Veremos este año el fin de la guerra en Ucrania?

Me temo que no. Hoy por hoy, Rusia sigue avanzando y está menos agotada que Ucrania. De momento Moscú no tiene problemas de reclutamiento de voluntarios, porque les paga 2100 dólares al mes, más 4000 al firmar el contrato y decenas de miles de dólares si son heridos o muertos. Son cantidades enormes que están solucionando la vida a regiones pobres enteras de Rusia. En cambio, Ucrania tiene un serio problema de personal. Hay muchas deserciones y aun más escaqueo. Están movilizando a cincuentones. Tanto en Ucrania como en Rusia y en la UE, hay una clara mayoría favorable a la negociación, pero en lugar de desescalar se exige a Kiev bajar la edad de reclutamiento a los 18 años, lo que provocaría una estampida general. Ambos países ya cuentan con un enorme ejército de mutilados, viudas y huérfanos. Moscú solo negociará un arreglo que satisfaga su objetivo de recuperar el estatuto de neutralidad para Ucrania con veto para la OTAN. Nunca aceptará tropas de paz de la OTAN en Ucrania, ni devolver las regiones de las que se ha apropiado, ni la pertenencia de Ucrania a la alianza. Estados Unidos quiere desentenderse y los aliados europeos están desconcertados. ¿Cómo dar marcha atrás sin reconocer sus propias responsabilidades en la génesis de la guerra ni perder la cara? ¿Qué será de la OTAN en tal caso? Biden lo formuló muy claro en su entrevista del 4 de junio con la revista Time: “si dejamos caer a Ucrania, todas esas naciones junto a la frontera de Rusia, desde los Balcanes hasta Polonia y Bielorrusia, empezarán a hacer sus propias componendas”. Eso ya está ocurriendo con Eslovaquia, Hungría, incluso Bulgaria y Georgia. Es la posibilidad de una autonomía europea y de su integración en un marco euroasiático con motor chino, lo que está en disputa. Así que se continua con la narrativa de la amenaza rusa, lanzando misiles de largo alcance y propiciando atentados en Moscú. Es muy contradictorio que digan que Rusia, que ya está agotada con Ucrania, podría atacar países europeos de la OTAN y que consideren, al mismo tiempo, que la pertenencia de Ucrania a la OTAN es la “garantía de seguridad” que impediría un nuevo ataque ruso.

¿La guerra de Ucrania ha cambiado a Rusia? ¿En qué sentido?

Rusia está cambiando mucho. La elite rusa ya no quiere integrarse en Europa, donde solo le ofrecían un papel subalterno incompatible con su identidad de gran potencia, sino vincularse a la pujante China y al Sur Global emergente. Cree que mediante una alianza con Pekín y potenciando el movimiento de los Brics y las relaciones con el Sur global que estuvo en buena sintonía con la URSS, logrará mantener mucho mejor su soberanía a medio y largo plazo en un mundo multipolar con varios centros de poder. Me parece que en Bruselas aún no se han enterado de esto. Al mismo tiempo, la guerra ha ofrecido una prórroga a las contradicciones del régimen bonapartista ruso, a su falta de pluralismo y alternancia en el poder. Una prórroga para transformarse mediante un nuevo contrato social con su población que está siendo formulado bajo la certeza de un endurecimiento del autoritarismo y la promesa de una mayor nivelación social. Respecto a las sanciones, de momento han fracasado: Rusia crecerá este año un 4%, más que cualquier otro país de Europa, y los salarios suben. De momento el keynesianismo de guerra está funcionando. La pregunta es si será sostenible a más largo plazo y si la UE, que de momento no tiene capacidad industrial para vencer a Rusia militarmente, puede dotarse de ella en cinco o seis años.

¿Cómo valora la incapacidad de la Unión Europea para reforzar ganar autonomía respecto a Estados Unidos?

La autonomía estratégica de la Unión Europea dependía de unas relaciones normales con la Rusia que le suministraba energía y con la China que es su principal socio comercial. Bajo dirección alemana, se optó por supeditarse por completo a Estados Unidos, romper la relación gasística con Rusia y tensar la relación con China. El resultado es una UE más débil e inoperante, una crisis económica en Alemania -que paga el gas licuado americano tres o cuatro veces más caro que el ruso – lo que disuelve su liderazgo, y el traslado del centro de gravedad europeo más hacia el este y el norte, con un polo de países más pro estadounidenses consolidado que ya puede mas que el maltrecho eje franco-alemán. En el orden interno, las políticas nacionales las determinan organismos no electos como la OTAN -en política exterior y de defensa – el Banco Central Europeo -en economía y política monetaria – y la Comisión en todo lo demás relativo a gobernanza. Así que hay una devaluación general de la soberanía y de la capacidad de los electores por cambiar las cosas. Paralelamente, la UE se comporta hacia su periferia como un imperio autoritario. Sus relaciones se parecen, cada vez más, a las de Estados Unidos con América Latina. Lo vimos en la “crisis del euro” con Grecia, y con su conducta ante las elecciones que no le gustan: en Moldavia, en Georgia y en Rumanía. Tras un cuarto de siglo de cuentos de hadas neoliberales, la Unión Europea se ha hecho mucho menos atractiva en su periferia y comienza a recurrir al pucherazo.

¿Qué nos traerá el regreso de Trump?

Está claro que Trump anuncia malos tiempos para las mujeres y para los emigrantes, por ejemplo, pero en materia de política exterior es mucho menos previsible. Ha colocado a gente diversa y contradictoria en puestos clave. Su criterio parece ser la fidelidad. Ha sufrido dos atentados y está por ver si es capaz de desafiar al “deep state” como a veces pavonea. Su promesa de tarifas y guerra comercial contra todos, incluidos aliados, podría aumentar la caída del nivel de vida de la mayoría desfavorecida, lo que puede acabar con el vector popular de su base social. Trump puede ser una especie de Boris Yeltsin americano que arme un buen estropicio en el país. Eso podría favorecer a países como Rusia y China, e incluso, quizás, paralizar los desastres de la política exterior americana del último cuarto de siglo, con su factura de más de cuatro millones de muertos y 40 millones de desplazados, según el recomendable estudio de la Universidad Brown, “Costs of War”.

¿Cómo está afrontando China los cambios geopolíticos en curso?

En general es mucho más activa en el mundo. Por un lado está fortaleciendo una red internacional sin Occidente desde organizaciones y foros como la Organización de Cooperación y Seguridad de Shanghai, los Brics, o el Banco Asiático de Inversiones e Infraestructuras (AIIB) que es la segunda institución de desarrollo multilateral más grande del mundo. Por otro, se está preparando para afrontar las claras señales de guerra que le lanzan diariamente los políticos y militares de Estados Unidos. Pekín se está preparando no para ser una potencia hegemónica global, pero desde luego sí para vencer en una guerra militar con Estados Unidos en Asia Oriental. Para eso han desarrollado un gran potencial de misiles con los que eliminar grupos navales enteros frente a sus costas, tienen la mejor tecnología de drones, aéreos y submarinos y una gran capacidad de intercepciónelectrónica. Las sanciones han incrementado su esfuerzo en alta tecnología. El Instituto Australiano de Política Estratégica (ASPI), observa 44 áreas de ciencia y tecnología. China es líder en 37 de ellas, dice. Cada año en China se gradúan cuatro millones de especialistas en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). En Estados Unidos se gradúan 800.000, pero gran parte de ellos son chinos.

¿Qué impacto tiene la falta de gestión internacional del cambio climático?

Con problemas globales como el peligro nuclear o la desigualdad social y regional se puede trampear y convivir aunque sea peligrosamente. Con la crisis climática no se puede, porque aumenta conforme no haces nada para atajarla. El Presidente colombiano Gustavo Petro ha dicho que “lo que el poder militar bárbaro del norte ha desencadenado sobre el pueblo palestino es la antesala de lo que desencadenará sobre el éxodo de centenares de millones de los pueblos del sur, cuando por la crisis climática quedemos sin agua”. Da que pensar.

 

Anna Balcells

(Publicado en El Punt Avui, 7 de enero)



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