Cuando los buitres cambian de plumaje
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Alejado de este mundo ingrato, Sebastián Piñera debe observar, desde donde esté, las primarias presidenciales. Si se dio el gustillo de ser presidente dos veces, ahora ansía que sea uno de sus paniaguados, quién alcance la primera magistratura. Incluidos amigotes y compinches malabaristas en el manejo de las finanzas y marrulleros, muchos de los cuales han caído en desgracia. Viven acosados por la justicia. Andan de visita de chirona en chirona, lo cual se podría llamar turismo carcelario. ¿De acuerdo? Una novedad en nuestros tiempos de turbulencias. Debido al desprestigio de las clases de ética, nadie habla de ellas. Y pensar que, en una época, llenaron de gloria a sus alumnos. Deben ser remplazadas por clases de estética. Fracasaron y quienes asistieron a ellas, se les ve rebosantes, hacer negocios a la ventolera.
En pocos años, Chile ha cambiado de pelaje. ¿O usted no lo ha advertido? Con decirle que hay patipelados que ahora usan zapatos o zapatillas, cuyo valor es de 299 mil pesos. La aristocracia del dinero y la ficticia, enemigas de ser contaminadas por los arribistas, inmigrantes y quienes se cambiaron de apellidos, se dejó contagiar. Vivían de espaldas a la realidad. A los nuevos tiempos, otras caras. Y de golpe, cayeron las máscaras. Ello se refleja en quienes van a postular a la presidencia, en calidad de paniaguados de la derecha. Ya consagrada doña Evelyn Matthei, en el templo de las componendas, como adalid de la oligarquía, los borregos miran en el Mercado Persa, otras alternativas. A veces, aparece y desaparece doña Gloria Hutt, política quitada de bulla. Criteriosa e inteligente, no les gusta a los acólitos. Prefieren a una sumisa. A ella, no se le ve anclaje, en el mar de tantos tiburones y su paso por la política, apenas es una ráfaga de viento. En medio de tanta alharaca, se habla que doña Marcela Cubillos es del gusto de los académicos universitarios, para ser candidata a la presidencia, pero ella lo desmiente. “No estoy para un refrito”.
Entre la varonía de la derecha, incluidos los amarillos, donde la variedad es pródiga, aparece y desaparece el joven diputado Diego Schalper. Recuerda a uno de los santos de la Edad Media. Hay misticismo en su expresión arcaica, lo cual ayuda en nuestra época de desenfrenado ateísmo. O si usted prefiere, anarquismo o nihilismo. No cualquiera irradia esa santidad de un compulsivo beato.
Al aguaite, se halla Sebastián Sichel, alcalde de Ñuñoa. Derrotado por paliza doble en otras elecciones presidenciales, vive las dudas de ser o no ser. Alicaído, supo reponerse en una comuna emblemática, lo cual lo hizo regresar del ostracismo religioso. Sus íntimos dicen que le gustaría postular al cargo a la presidencia, siempre si contara con el beneplácito de la oligarquía. Pretensiosa su postura, en una época donde debe imperar la humildad, otros de su cofradía, serán los elegidos. No da el ancho. Camuflarse y parecer distinto, aunque siga siendo el mismo. A doña oligarquía, siempre impoluta, nunca le interesa quién gobierne, pues al final, siempre lo hace ella.
Hay otros candidatos, que dicen no ser candidatos para no mosquearse. Viven al aguaite. Entonces, el niñato José Antonio Kast, experto en montajes, amigo de acercarse a quienes comienzan a brillar, trabaja para convertirse en el candidato de la derecha. El encargado de terminar con los males de Chile. Se queja de la avalancha de inmigrantes que hay en el país, e ignora que su familia lo fue. Enterrar los días de penuria y hambre, del rechazo de quienes los despreciaban. Gringos, judíos, turcos, bachichas y coños se apoderaban de las calles, vendiendo baratijas en canastos. Bueno, ahora son otros tiempos, y el olvido se encarga de borrar el recuerdo.
Walter Garib