Protestar
Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 59 segundos
Si usted no protesta al producirse una injusticia en su contra, nadie lo hará. O se convierte en un protestador oficial o protestante compulsivo, en una sociedad diseñada por la oligarquía, para empelotarlo. Descuerarlo hasta quitarle el taparrabos o esos calzoncillos de tocuyo. Entonces, usted se queda en la casa por temor a ser el hazmerreír. No hay dobles lecturas en una realidad que durante la dictadura y hasta el día de hoy, la oligarquía construyó un nuevo Chile, para regocijo del uno por ciento de la población. Sí, de esa minoría ladrona, que se embolsica mil millones de pesos al mes y gime bajo los faldones de sus empresas de papel, porque ansía más.
Entonces, protestar es un derecho constitucional. ¿De cuál constitución? Como usted es una persona acuciosa, lectora de cuanto cae en sus ansiosas manos, examinará las fallidas y las que circulan por ahí y se venden al kilo. Entonces, concurra a las entradas de las ISAPRES, AFP, bancos entre otros y a gritarles: ¡Ladrones; devuélvanme mis ahorros! Casi escribí, ahorro sin h, porque de ahorros no queda nada. Desde luego, ese gustito burgués le puede resultar una osadía. Entonces dos gigantones que saben karate, le propinan una paliza por alterar la paz citadina. En el mejor de los casos, barrerán con usted el suelo. Es aconsejable que lleve una pancarta donde diga: “Basta de abusos”. Esos mimos gigantones se la van a destruir en mil pedazos y la van arrojar a la basura. Usted debe sentirse feliz, al haber escapado de una tunda.
A veces, resulta más eficaz salir a protestar en patota, si usted ve una multitud dando gritos por la calle. ¡Viva! ¡Abajo!, ¡Basta! Debe mantenerse alerta e investigar de que se trata. Bien pueden ser patipelados, hinchas de un equipo de fútbol, que gritan: “Se nos fue Cachirulo”. Se ignora si el mentado “Cachirulo” murió o cambió de club. A usted, y así lo sospecho, lo mueven propósitos más altruistas. Desde luego, vinculado al arte. Lo intuyo. Salir a protestar, por ejemplo, si a un novelista nadie lo quiere publicar y el pobre concurre de editorial en editorial, con el original bajo el brazo. Gabriel García Márquez andaba con “Cien años de soledad” amarrado con una corbata.
Desde hace siglos, a los protestantes les ha ido mal. A ningún gobierno le gustan las protestas, incluso las que organizan sus adeptos. Quienes rezongan, afean las calles y las ensucian. A mí me seduce protestar por cualquier cosa. Me parece entretenido, en una sociedad pacata, donde hablar de sexo, enrojece hasta el cuero cabelludo y se utilizan eufemismos para evitar mencionar las partes pudendas. Hay en este juego, habilidad expresiva y un buen manejo del lenguaje. Destreza en llamar de distintas maneras al sexo y darse mañas dirigidas a rescatar del olvido, lo que se quiere olvidar. Si usted desea mejorar su lenguaje procaz, desnudo como sirena en una playa de Rapa Nui, lea a los novelistas chilenos: Nicomedes Guzmán y Armando Méndez Carrasco. Nada de cursilerías a la hora del té; ambos se constituyeron en maestros de la coa, jerga de los delincuentes chilenos, en una reciente época, donde al culo se le decía tafanario. “O mapamundi”, me sopla mi alter ego, mientras consulta el diccionario.
A modo de concluir esta crónica desopilante, y de protesta, incluyo lo que expresó la secretaria de un juez. Al leguleyo, por recorrer la geografía ajena, en busca de la fertilidad, lo condenaron por abusador. “Me manoseó la nalga derecha” -aseguró la secretaria- porque dijo haberla confundido con un laúd”. Quizá nuestro hombre, sea un músico frustrado.
Walter Garib
jaime norambuena says:
Es bastante divertido leer, a veces, opiniones curiosas.
Es muy curioso.