Economía y Mercados en Marcha

Sobre impuestos e inversiones

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La derecha económica y política, en forma muy coordinada y sostenida – incluso majadera – ha venido predicando la tesis de que para aumentar la inversión hace falta disminuir los impuestos. Postula, en forma implícita y explicita, que hay una relación directa entre ambas variables: si baja la tributación, aumenta la inversión y, por ende, el crecimiento. Sin embargo, esa relación no soporta mucha confrontación con la teoría económica ni con la historia económica reciente de Chile y de otros países.

Veamos. Si baja la tributación, como quieren los grandes gremios empresariales, el efecto más inmediato es que aumentan las utilidades de los empresarios. Eso está claro como el agua. Pasan a aportar menos a las necesidades sociales del estado, y se quedan con un monto mayor de los ingresos nacionales en sus manos. Se acrecienta la mala distribución del ingreso. Pero no es seguro que ese mayor ingreso de unos pocos vaya a canalizarse hacia una mayor inversión.

La inversión no depende tan directamente del nivel de los impuestos corporativos. Depende también de la demanda que exista en el país o en el extranjero respecto a la mercancía producida. Si la demanda es alta y creciente las ventas serán mayores, las utilidades también, y eso incentivará la inversión, aun cuando la tasa impositiva se mantenga en los mismos niveles. Si la demanda y las ventas son pocas y/o decrecientes, aun cuando se bajen los impuestos, la inversión no aumentará. Se tendrá peor distribución del ingreso, pero sin mayor inversión ni crecimiento.

También la inversión depende de la innovación que lleve adelante las empresas. La que invierte más y mejor, en nuevos procesos o en nuevos productos, obtiene mayores utilidades y convoca en mayor medida a que la inversión se radique allí, aun cuando la tasa impositiva se mantenga constante.

La innovación, a su vez, depende de la calidad de los profesionales egresados de nuestras universidades, de las líneas de investigación que se lleven adelante en los centros de investigación universitarios, gubernamentales o privados. Y también, desde luego, de los fondos públicos o privados que se puedan canalizar hacia la investigación, el desarrollo y la innovación. Si de verdad se desea que aumente la inversión sería importante y enteramente posible ponerse de acuerdo en todo lo relativo a ese tema, en vez de seguir clamando por una mera disminución de las tasas tributarias.

La inversión y las utilidades dependerán también, en alta medida, del proyecto de desarrollo que se lleve adelante en el país. Si seguimos apegados a ideas que ya carecen de sentido y de viabilidad en la mayor parte del mundo, y hacemos descansar las nuevas inversiones solo en los recursos naturales que tengan demanda internacional, no habrá tasa impositiva que haga incrementarse a la inversión, aun cuando los impuestos se reduzcan a la mitad.

Con la misma lógica de que es necesario bajar los costos tributarios para lograr que haya más inversión, se puede mañana postular que bajen los niveles de salarios reales o que subvencionen las tasas de interés para los créditos nacionales o extranjeros, o que hayan divisas artificialmente baratas para ciertas empresas con el suficiente nivel de presión política.

Todo ello puede hacer aumentar las ganancias corporativas, aumentando al mismo tiempo la mala distribución del ingreso, pero con dudosos efectos sobre la inversión. La teoría del derrame – consistente en que hay que dejar que los ricos sean muy ricos para que chorreen ingreso y bienestar hacia los sectores de más bajos ingresos – es una teoría que no tiene sentido en un país en que el 1% de la población concentra en sus manos el 50 % de los ingresos y de los patrimonios.

Por último, un antecedente histórico relevante: durante los 16 años de dictadura la tasa de formación bruta de capital fijo (inversión) fue de 17.2 % del PIB en promedio anual. Durante los primeros 16 años de democracia esa tasa aumentó a 25.4 % como promedio anual.  Los empresarios invirtieron más en un contexto político democrático – en que la tasa de impuesto corporativo había aumentado en forma significativa como consecuencia de la reforma tributaria impulsada por el gobierno del Presidente Aylwin – que en el contexto dictatorial en que tenían todo a su favor. Parece evidente, por lo tanto, que en materia de inversión y de crecimiento económico, no todo lo decide la tasa tributaria.

 

Sergio Arancibia

 

 

 

 

 

 

 

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Sergio Arancibia

Economista

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