Isapre te vigila
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Despertar a medianoche, y oír que alguien te grita: “Isapre te vigila”, constituye una experiencia aterradora. Pesadilla sin precedentes. La sensación que el delgado hilo de la vida, en cualquier instante se puede cortar. De pronto, aparece el verdugo y cimitarra en mano, quiere cercenarnos la cabeza. A diario, todos estamos expuestos a estas amargas y escalofriantes experiencias, cuyo inicio se remonta al tiempo de la dictadura cívico-militar. Hagamos algo de historia, donde en una época, la población vivía bajo el yugo del terror. Si usted se quejaba de cualquier abuso, lo catalogaban de subversivo, de ser enemigo de la patria, pues estaba al servicio de un país enemigo. Cada día los golpistas cometían arbitrariedades contra la población; fraudes, escamoteos y quejarse, constituía un delito. La oligarquía, bajo la protección militar, apoyada por traidores, se apoderaba de los recursos del país. Escamoteo a la luz del día, pues en la noche había toque de queda.
Lo que parecía en aquella época ser una solución a la salud, siempre cuestionada en Chile, significó una argamasa, o un contubernio, si se quiere, destinado a robarse los recursos de los afiliados. Robo hormiga, cuyo silencio y eficacia, no perturba. Nada de saqueos en despoblado, para asustar a la gente. Más bien, en compañía de una banda de música, que interpreta el Aleluya.
Así las “Isapres”, nacidas en un contubernio, desde aquella época siniestra, han embaucado a la población. Mostraron ser vírgenes, dispuestas a dar la vida para proteger los intereses de los cotizantes. Inventaron una forma de latrocinio, algo original y aguardaron en silencio el resultado. Los flujos del escamoteo se acrecentaban día a día, y cuestionarlos, era considerado una vergüenza, o si se quiere, una injusta acusación. ¿Dudar de su eficacia, si ahora los cotizantes o “pacientes” o quienes han perdido la paciencia, eran atendidos en clínicas?
Hay quienes aseguran que estas instituciones de caridad, le metieron la mano al bolsillo a los cotizantes. Yo discrepo. Le metieron la mano en la boca hasta la epiglotis, porque a veces en el bolsillo sólo está el pañuelo, para enjugarse las lágrimas o decir adiós. Así se apoderaron de miles de millones de dólares de sus clientes, para utilizarlos en el campo especulativo de las bolsas internacionales. Todo legal, al amparo de la codicia. Todo ajustado a la ley, como traje de gala. El desenfreno de aquí al planeta Marte.
En estos últimos meses, mientras tiemblan sus bases, las “Isapres” se prosternan ante el cadáver de sus engaños y gimen su eventual desaparición. “Ahora somos pobres como un derviche” gimen, a la hora del ángelus. Ya no vive el dictador que las protegía, pero no las utilizaba. Y quienes las crearon, se ocultan en sus madrigueras, donde idean sus latrocinios. Pese a todo, no deberíamos ser tan amargos, pese a que la tercera mundial comenzó hace meses. He pensado escribir a la Academia Chilena de La Lengua y proponerle el vocablo “isapre”, para ser incorporado al léxico. He buscado sinónimos en el diccionario y no los encuentro. Cuyo significado podría ser: “Embaucamiento soterrado, a menudo perverso, que se utiliza para hacer creer en las bondades de un sistema malicioso”.
Walter Garib