El Legado de EPES Concepción: La lucha por la salud que transforma vidas
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A lo largo de la ribera norte del río Biobío, en Concepción, proliferaban los basurales ilegales, matorrales y lugares donde empresas descargaban desechos. A poca distancia existían poblaciones donde las familias vivían hacinadas en casas construidas de material ligero. Los roedores, la insalubridad y las inundaciones invernales eran habituales. Pero había que resignarse a este penoso destino. Hacía 10 años que la dictadura había irrumpido en las vidas de la población y nadie se atrevía a reclamar.
El año 1983 esto empezó a cambiar. Venciendo la desarticulación social, el miedo y la violencia institucional, por todo Chile surgieron jornadas de protesta. En Concepción renació el movimiento estudiantil y en noviembre Sebastián Acevedo se auto-inmoló frente a la catedral para exigir la libertad de su hijo e hija en prisión. Entes internacionales, instituciones de fe y organizaciones humanitarias, canalizaron recursos económicos para fortalecer el proceso de democratización mediante un centenar de nuevas instancias colectivas que abordaban una gama de necesidades humanas postergadas, ignoradas y silenciadas. Eran expresiones de resistencia.
En este contexto, nació Educación Popular en Salud (EPES) con sedes en Santiago, a partir de 1982, y en Concepción, desde 1983. Hoy, después de 41 años de una vibrante existencia, la sede de EPES en Concepción está próxima a bajar el telón. A partir del 2 de enero del 2025, el edificio que durante 18 años ha sido la sede de EPES en Concepción se arrendará al Servicio de Salud de Talcahuano.
En 1982 EPES se fundó en Santiago (donde sigue con fuerza) como un proyecto de la Iglesia Evangélica Luterana de Chile (IELCH) para apoyar a los procesos de reorganización ciudadana en sectores vulnerables, en torno al derecho a la salud. El equipo original fue compuesto por Karen Anderson, María Eugenia Calvin, Rosario Castillo y Cristina Mills. El abordaje de EPES es mediante metodología lúdica de reflexión crítica colectiva basada en conceptos elaborados en los años ‘60 por el pedagogo y filósofo brasileiro Paulo Freire. Las personas toman conciencia de la forma en que factores sociales inciden en la salud y bienestar de sus comunidades y forman grupos de educadoras comunitarias para abordar estos problemas.
Desde sus inicios, el proyecto EPES contempló un centro en Santiago y otro en Concepción. La ciudad de Concepción fue elegida por la concentración de la población y por su historia de organización y movilización popular anterior al golpe militar de 1973. Otro factor decisivo fue la presencia de congregaciones de la Iglesia Evangélica Luterana en Chile en sectores populares, como fue el caso del Obispo luterano Helmut Frenz, destacado defensor de los derechos humanos, varios años antes de la llegada de EPES a la zona.
Transformación de mujeres y de sus comunidades
En Caleta Lo Rojas, Chaimávida y Hualpencillo (Hualpén a partir del 2004) se formaron grupos de salud como Nikey Pay, Deya, Alfareras de la Salud, Domohuallipén, Mosahual, Surco, Los Boldos, Elmapún y Solidaridad Social. En su apogeo, solo en Hualpencillo participaron más de 100 mujeres. La formación de un gran número de grupos de salud “tuvo que ver con los niveles extremos de precariedad de la vida,” señala María Eugenia Calvin. “Estábamos en una situación de emergencia”.
Para estas vecinas, quienes vivían en una franja entre el borde norte del río y las industrias petroquímicas, el medioambiente fue un tema sobresaliente. EPES abarcaba otras problemáticas a medida que iban surgiendo nuevas y apremiantes necesidades: la epidemia del VIH/SIDA, el desastre post-terremoto de febrero del 2010, listas de espera y la vulneración del derecho a la salud. EPES Concepción respondía a través de la formación y asesoría de grupos barriales y la articulación de amplias redes organizativas.
En el proceso, las comunidades se transformaron y las mujeres también.
Sonia Bustos y Cecilia Sepúlveda llevan más de 30 años como promotoras de salud formadas por EPES. “Todos estaban muy conformes. Al principio había mucho temor. Era dictadura todavía y la gente estaba atemorizada ante cualquiaer problema que podían ver como revolucionario”, señala Sonia.
Ellas destacan una exitosa campaña, a fines de los ’80, que clausuró a un vertedero, foco de plagas de zancudos, ratones y malos olores. El anuncio de las autoridades de planes para construir viviendas para trabajadores/as justo al lado del vertedero resultó ser el momento propicio para lanzar la campaña con apoyo de EPES. Hartos de los dolores de cabeza, náuseas y malestares crónicos, superaron el temor para unirse en contra del vertedero. Empezó con una conversación entre vecinos/as, siguió con la recolección de 3800 firmas, muchas reuniones y manifestaciones. “Con todo eso logramos ser escuchados”, asegura Sonia. Finalmente, el alcalde acordó reducir el vertedero y, luego, cerrarlo.
Otra contienda, en los ’90 y que permanece hasta hoy, que Cecilia describe como la lucha entre “David y Goliat” doblegó al gigante Petrox, un complejo petroquímico que emitía residuos de alta peligrosidad en la proximidad de casas, escuelas, almacenes y una cancha donde los y las niños corrían tras las pelotas. Los y las habitantes de Hualpencillo entendían la relación directa entre sus malestares y la contaminación emitida desde el cordón industrial a pasos de su barrio. Varios años de esfuerzos de parte de una alianza entre los grupos de salud capacitados por EPES, las iglesias luteranas, el mundo académico y el Servicio Público de Salud de Talcahuano produjeron resultados positivos. Petrox se comprometió a adoptar tecnologías que disminuyeran la emisión de contaminantes y se formó una comisión tripartita para mantener el diálogo. Otro logro fue el traslado de El Triángulo, población cercana al complejo industrial. Tal vez lo más importante fue visibilizar un problema que todavía afecta a muchas localidades de Chile.
“A medida que uno se educa sobre los temas, va adquiriendo seguridad para hablar. El haber participado en EPES nos despejó la mente y perdimos el miedo para poder alzar una bandera de lucha: el conocimiento”, afirma Cecilia. “Lo que se aprende no se olvida. No voy a estar quieta sin hacer cosas. Mientras pueda, siempre estaré en mi población, participando, viendo los problemas que hay y apoyando”.
De una tragedia surge vida digna
Miles de personas se despertaron de un salto en la madrugada del 27 de febrero de 2010 y descubrieron las consecuencias demoledoras para múltiples dimensiones de la vida del terremoto que tuvo su epicentro a 200 kilómetros de Concepción.
En contraste a las soluciones de corto plazo que caracterizan la respuesta a emergencias de muchas agencias nacionales e internacionales, el enfoque de EPES contempló la integralidad de las personas y familias. Fortaleció sus capacidades de protagonismo colectivo y el abordaje de la dimensión psicosocial del daño generado por la emergencia, desarrollando una respuesta a mediano y largo plazo.
A 24 horas después del desastre, EPES repartió kits de primeros auxilios, miles de flyers sobre cómo prevenir enfermedades y agua del pozo en su recinto a cientos de personas. Una semana después, realizó un diagnóstico comunitario para identificar las necesidades y capacitó a 68 personas como facilitadoras de dos programas de apoyo a la recuperación emocional de las niñeces de sus barrios.
Después de tres meses padeciendo de frío en carpas, un grupo de 43 familias se instalaron en un campamento de emergencia. Pero pronto empezaron a sufrir dolores de cabeza y de estómago. Un estudio realizado por EPES planteó que el alquitrán de los techos de fonolita causaba los dolores de cabeza y que los dolores estomacales fueron la consecuencia de agua contaminada. La solución que dio EPES fue exigir el reemplazo de los techos de fonolita con otros de zinc y el procesamiento sanitario del agua.
Desde ese campamento de emergencia en Penco surgieron nuevas promotoras de salud, mujeres empoderadas quienes formaron el más joven de los grupos comunitarios ligados a EPES.
La experiencia mostró que una situación catastrófica puede ser una oportunidad para construir una comunidad mejor con el protagonismo de esa misma comunidad para identificar, priorizar e implementar soluciones sobre la base del respeto a la dignidad de las personas. El modelo de respuesta a la emergencia que EPES implementó en Concepción lo adaptó después para apoyar a la comunidad del Cerro Las Cañas afectado por los incendios de Valparaíso en 2014, a mujeres de un sector de Tongoy tras el terremoto de 2015 y en otros lugares.
Despedida de una época
Durante la tarde del 8 de noviembre un centenar de personas se reunieron bajo una gran carpa para despedirse de la sede Concepción de EPES y reconocer el trabajo que el equipo realizó en la zona. El Centro de Educación Popular Gastón Toledo fue construido en una iniciativa conjunto y solidaria en 2006. Un sinnúmero de encuentros, seminarios, talleres, celebraciones, lanzamientos de publicaciones, además de servir de centro de acopio después del terremoto de febrero 2010 se realizaron en su salón principal. El mural de fondo fue un diseño colectivo que contó con la participación de monitoras de salud y la colaboración entre los artistas chilenos Luis Almendra y Rodrigo Quevedo y los estadounidenses Steve Delaitsch y Scott Duffus.
En la ceremonia, Sonia Covarrubias, Secretaria Ejecutiva de Fundación EPES, señaló: “La existencia de EPES Concepción es un ejemplo de un ciclo que brotó en medio del viento, largos días de lluvia y de la lucha por la vida. Estamos aquí para reconocer su aporte a la lucha, la resistencia, y la rebeldía de construir una sociedad más justa. Sabemos que EPES Concepción deja una huella imborrable en las vidas y las comunidades en las que hemos trabajado por tantos años. La cosecha continuará por muchos años más”.
A pesar de ser un equipo relativamente pequeño que en los últimos años contaba con un promedio de cuatro personas, EPES Concepción logró grandes aportes a la lucha por la salud y la vida digna. Durante la ceremonia de cierre, María Eugenia Calvin, de parte del equipo de EPES, atribuyó estos logros al “fuerte compromiso, capacidad técnica, creatividad y convicción” que caracterizó al grupo humano de Concepción.
El médico Lautaro López, coordinador del equipo EPES Concepción en los últimos 30 años, es una figura conocida y respetada en la Región del Biobío por su capacidad de análisis, organizativa, solidaridad y compromiso con el derecho a la salud. “Creo que EPES hizo un gran aporte en la reconstrucción de la democracia y en la valoración de los derechos humanos», afirma.
El trabajo de EPES Concepción en sectores populares se complementaba con trabajo teórico y de incidencia política. Un ejemplo fue su rol protagónico en el Movimiento de Salud para Todos y Todas, una gran articulación social que nació en 2010 y luchó en muchos espacios y en las calles por el fin a las listas de espera y atención digna en salud.
Una gran fuerza innovadora fue la brindaba Virginia (Vicky) Norambuena, recientemente fallecida. Durante 26 años, Vicky aplicó su talento educativo para elaborar materiales didácticos y encabezó iniciativas como la protección de un humedal que se convirtió en Parque Guñuhue.
El trabajo de EPES, enraizado en las comunidades, permite visualizar un futuro activo, no obstante, el cierre de la oficina. El legado de EPES en Concepción permanecerá en muchas vidas, comunidades y profesionales de la salud que la organización tocó.
De eso da fe Kimi Monsalve del Comité de Salud y Medioambiente de Penco: “Tal vez viviremos otra tormenta, pero sabemos que no será para siempre. Podemos vencer las dificultades porque hemos enfrentado constantes dificultades y hemos salido fuertes después de cada adversidad. Aprendimos palabras claves para seguir adelante como la resiliencia, el empoderamiento y la participación. Nunca nos olvidaremos de los inicios con EPES. Ahora toca soltarnos”.
Maxine Lowy es coautora de la publicación “Celebrando 41 Años de EPES Concepción” por la cual realizó las entrevistas aquí citadas.