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La visita del demócrata Macron a Chile

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El presidente francés, Emmanuel Macron, está de visita en Chile. Aprovechando la reunión del G20 en Brasil, donde también fue invitado el presidente Gabriel Boric, el mandatario francés llegó en gloria y majestad, recibido con la pompa y ceremonia esperadas por el Congreso y el Senado reunidos en pleno. Una verdadera fiesta de la democracia. No faltó nadie en esta magna cita; no fuera cosa que alguien quedase fuera de la fotografía recibiendo a este «gran demócrata».

¿Demócrata, dije?

Pocos parecen recordar que el ilustre visitante ha cometido recientemente un acto profundamente antidemocrático, incluso medido bajo los parámetros del propio capitalismo neoliberal. En efecto, Macron perdió estrepitosamente las elecciones legislativas de julio pasado en su país, donde su formación política, de derecha, quedó en tercer lugar. Ya había sido derrotado en las elecciones anteriores para el Parlamento Europeo, donde su partido sufrió otra humillante derrota. En aquella ocasión, Macron, en un grave error político, había adelantado las elecciones pensando que podría ganar, solo para enfrentarse a una nueva derrota. En las elecciones legislativas más recientes, como se recordará, triunfó el Nuevo Frente Popular de izquierda, seguido por el ultraderechista partido Agrupación Nacional (anteriormente Frente Nacional).

A pesar de estas dos derrotas, que reflejaban claramente el sentir del pueblo francés, Macron dilató durante dos meses el nombramiento de un nuevo primer ministro proveniente del conglomerado vencedor, encabezado por el izquierdista partido La Francia Insumisa. Finalmente, ignoró el mandato democrático y nombró para el cargo al derechista Michel Barnier, cuyo partido, Los Republicanos, quedó en cuarto lugar en las elecciones.




Naturalmente, la izquierda denunció esto como un robo. Como se puede observar, en esta «democracia», la mayoría pierde si así lo deciden los dueños del dinero. Cabe recordar que Macron es un protegido de la acaudalada familia Rothschild, para la que trabajó durante años. Tras las consiguientes críticas y protestas en Francia por este flagrante atropello a la voluntad popular, el tema desapareció del debate público, como suele ocurrir en las democracias modernas. La gente olvidó, y nadie volvió a mencionar esta violación a la voluntad del pueblo, que exigía un cambio ante la crisis económica y social del país y el costoso apoyo de Francia a la OTAN y a Estados Unidos en la guerra contra Ucrania.

En esta guerra, Macron se ha destacado como uno de los líderes más entusiastas en escalar el conflicto. Desde enviar soldados de la Legión Extranjera al combate en Ucrania hasta lanzar misiles balísticos no solo en suelo ucraniano, sino directamente a Rusia. Un verdadero amante de la paz.

Sus socios europeos, esos mismos «demócratas» que dicen defender la democracia en Ucrania—un país donde se han suspendido partidos políticos, canales de televisión, y se ha prohibido el idioma y la religión ortodoxa del pueblo ruso que representa el 40% de la población—guardan un silencio cómplice ante los atropellos democráticos de Macron. Estos mismos países continúan enviando armas y dinero a gobiernos como el de Israel, que perpetra masacres en Gaza y Cisjordania, sin recibir críticas por su actuar.

Suponemos que el presidente Boric lo ha invitado en su calidad de «demócrata». En la amplia definición de democracia que maneja Boric, parece caber incluso Sebastián Piñera. Es probable que ambos mandatarios hayan conversado sobre la venta de recursos naturales de Chile a la Unión Europea «a precios privilegiados», tal como establece el TPP11. También habrán discutido cómo ayudar a Estados Unidos a derrocar al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela para apropiarse del petróleo del país, que posee las mayores reservas del mundo, como admitió públicamente el expresidente Donald Trump.

La hipocresía de los líderes europeos es evidente. Josep Borrell, jefe de la diplomacia de la Unión Europea y otro defensor de Estados Unidos, critica a Maduro por no respetar los resultados electorales, pero no dice una palabra sobre el mismo comportamiento de Macron. Este doble estándar ha contribuido al creciente desprestigio de la Unión Europea en el mundo.

Mientras tanto, en Argentina, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, visitaba a Javier Milei, un destructor de la economía y el tejido social trasandino, conocido por sus vínculos con el fascismo. En su visita, Meloni se alineó con el guion estadounidense para la región y discutió cómo derrocar al presidente venezolano. Sin embargo, tampoco criticó a su colega francés por sus violaciones democráticas.

Por último, nuestros parlamentarios y la prensa chilena tampoco han alzado la voz para criticar a Macron por su conducta antidemocrática. Estas críticas parecen estar reservadas exclusivamente para líderes de izquierda o enemigos de Estados Unidos.

Las visitas de Macron a Chile y de Meloni a Argentina son parte de los desesperados esfuerzos de los líderes europeos por garantizar acceso a fuentes de energía, materias primas y alimentos baratos en América Latina. Para ello, cuentan con el entusiasta apoyo de las élites locales, que generosamente ceden los recursos naturales de la región siguiendo el guion dictado por los dueños del mundo. Esos mismos que, en democracia, nunca han sido elegidos para nada.

Al final, la democracia parece ser un instrumento al servicio de los ricos y sus cómplices locales, mientras nosotros observamos este circo con impavidez.

 

Patricio Serendero



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