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Mapuche: cuando los suizos participan del neocolonialismo…

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“Hemos sido condenados injustamente por levantar y defender la causa de los derechos de nuestro pueblo”. José Naín Curamil y Marcelo Catrillanca Queipul.

 

La historia mapuche está marcada por la sangre de las injusticias. Ni los españoles ni los chilenos son los únicos responsables de estos hechos. Los colonos suizos que llegaron a estas tierras a principios del siglo XX también tienen sus responsabilidades: la de contribuir al desarrollo de un sistema capitalista y neoliberal en América del Sur, que poco tiene que ver con la visión mapuche del mundo y que continúa haciéndolo, fomentando su explotación y represión por parte del sector privado y el Estado chileno. A través de ejemplos de determinadas comunidades mapuche, rastreamos el hilo conductor que las lleva a seguir luchando, hoy, para hacer valer su derecho a la autodeterminación y su derecho a vivir en sus tierras.

 

Los Mapuche: el único pueblo originario que logró derrotar la invasión española

Los mapuche, en mapudungun (idioma mapuche), “gente de la tierra” (de mapu que significa tierra y che que significa pueblo), son un pueblo originario del sur de Chile y Argentina. Probablemente sean el único pueblo de Sudamérica que pudo frenar el avance de los colonos españoles durante el siglo XVI.




De hecho, la estrategia colonial antiimperialista llevada a cabo en América contra los aztecas o los incas no resultó igualmente eficaz contra los mapuche. Estos últimos estaban (y todavía están) estructurados en comunidades relativamente autónomas que les permitían resistir este tipo de lógica de ataque.

Esta es, entre otras razones, por la que los españoles acudieron a las orillas del río Bío-Bío y firmaron un acuerdo comercial con los mapuche, que duró hasta la independencia de Chile (1818) y Argentina (1816). Es esta misma independencia la que marca, de hecho, el inicio de la masacre de esta población indígena. Chilenos y argentinos, dispuestos a todo para obtener tierras mapuche, perpetraron entonces un verdadero genocidio nunca antes cometido en la historia de estos países y cínicamente mal llamado “pacificación de la Araucanía”.

Fue en 1884, un año después del inicio de la masacre, que a los mapuche se les otorgó un título de propiedad comunitaria, llamado “Título de Merced”. Las distintas comunidades mapuches se ven expropiadas de sus tierras, que son asignadas a “neocolonos”, muchos de los cuales son suizos. Este es el caso, por ejemplo, de la comunidad de Temucuicui, ubicada cerca de Ercilla en el Wallmapu. Aquí dos grandes propiedades se fueron estableciendo al borde de la reserva: se trata de la familia Patterson-Romero, de origen inglés, y Urban, de origen suizo. Otras familias de origen suizo, como los Röf, los Elliker y los Miller también estaban presentes en el territorio, pero en proporciones menores que las de las dos primeras ciudades.

 

Reivindicar su tierra es también una cuestión de clase

Durante casi un siglo, las familias de terratenientes mandaron en los territorios de Wallmapu, la Nación Mapuche. “Me trataban mal en todos los lugares a los que iba, me llamaban “china” (china: término racista atribuido a las mujeres mapuche), me decían que estaba sucia, los jefes a veces me escupían, me hacían quedarme afuera de la casa, no podía No dormí en la casa, estaba en una habitación de mala calidad, con los demás empleados de la casa. Sufrí mucho. Lloré por la noche. Estaba cerca de mi casa pero no podía escapar porque me habían “alquilado”. A mi mamá todos los meses le daban un poco de trigo, harina y listo.[1] »

Urban y Patterson impusieron el orden colonial de sus latifundios mediante la violencia física. Los mapuche quedaron indefensos ante este nuevo orden: los numerosos intentos de revuelta sufrieron una feroz represión, para mantener el statu quo colonial. Tanto los Patterson como los Urban tenían en su propiedad un centro de detención, con presencia policial, en el que encerraban durante varios días a los mapuche a quienes sorprendían en su propiedad o a quienes acusaban arbitrariamente de ser responsables de la pérdida de sus animales. El acceso a otra realidad, fuera de la dominación de los terratenientes, les resultó de hecho imposible: incluso la escuela establecida dentro de la comunidad de Temucuicui fue dirigida por la esposa de René Urban, enfatizando la superioridad y el control de los colonos.

Fue recién a principios de los años 1960, a través del proceso de reforma agraria apoyado por Eduardo Frei Montalva y, sucesivamente, con la llegada al gobierno de la Unidad Popular, que la demanda de las tierras de las comunidades mapuches se convirtió en una realidad concreta. Es en este contexto que, a partir de 1969, si bien el procedimiento de acción legal ante el tribunal de Victoria iniciada para la recuperación legal de parte de las parcelas de Patterson no da resultados, algunos de los habitantes de Temucuicui deciden ocupar la propiedad de Carlos Patterson y solicitan a la «Corporación de la Reforma Agraria” (CORA) su expropiación.

Al mismo tiempo, en el municipio de Ercilla, tradicionalmente gobernado por la derecha colonial, el Partido Comunista iba ocupando cada vez más espacio. Los mapuche de Temucuicui que buscaron desafiar la dominación patronal y exigieron la restitución de sus tierras mucho antes de la reforma agraria encontraron en el Partido Comunista importantes recursos para lograr sus fines como indica Juan Catrillanca: «Había maestros comunistas. Les agradezco, porque dieron su vida por la idea de que los mapuche pudieran ser dueños de su propia tierra, vivir en buenas condiciones, en una buena casa, tener mejores caminos para llegar al pueblo […] Los «comunistas estaban presentes en ciertas territorios y los Lonko (jefes tradicionales mapuches) que estaban en desacuerdo con el Estado, junto con ciertos terratenientes, se acercaron al Partido Comunista y comenzaron a dar a conocer su existencia[2]«.

Esta fue la única ocasión en que la población mapuche se alió con el Estado chileno en el proceso de recuperación de tierras de los latifundios terratenientes. Con la caída del gobierno marxista por la interferencia de Estados Unidos, que apoyó en gran medida el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, los mapuche dejaron de aprovechar su proximidad a la clase campesina empobrecida y sin tierras para exigir sus tierras como sus territorios ancestrales.

 

Hoy: la sombra del neocolonialismo protegida por el Estado chileno

Hoy en Wallmapu, el 35% de los habitantes que viven en zonas beneficiadas con un Título de Merced no son mapuche. Este sigue siendo el caso de la familia Urban, que todavía posee parte del territorio de la comunidad de Temucuicui para cultivar colza.

Desde finales del siglo XIX, poderosas familias madereras y grandes terratenientes agrícolas han mantenido el control de territorios ancestrales para dedicarse a la explotación propia de una sociedad neoliberal.

El Estado, que encarna una “democracia” que aún abraza la constitución de Pinochet, defiende a Urban y a otros terratenientes. La ilusión del gobierno “progresista” de Gabriel Boric no ha mejorado las cosas: el Wallmapu sigue bajo Estado de Emergencia, y así lleva más de 2 años.

Si los mapuche, en el pasado, recibían disparos de fusilería al acercarse a grandes propiedades sin autorización, hoy esto no ha cambiado. Hace 5 años en la comunidad Antonio Calbún, localidad de Victoria, un grupo de campesinos liderados por Jorge Offtester Chifferly dispararon contra los mapuche durante una recuperación de tierras de la comunidad. La policía, aunque presente durante el incidente, no intervino.

Los métodos de represión son diversos e incluyen violencia física y psicológica. En este sentido, no es casualidad que en un pequeño pueblo como Ercilla se gaste dinero del Estado en cámaras de vídeo. No están instalados frente a bancos o ministerios, como suele ocurrir en los pueblos comunes, sino que están ubicados en una vía aislada, que conecta el pueblo de Ercilla con la entrada a Temucuicui: de esta manera los Carabineros pueden controlar las entradas y salidas de todos los miembros de las comunidades.

En particular, bajo el gobierno de Boric, fueron las penas contra los mapuche las que aumentaron: penas cada vez más largas, de 20, 30 hasta 42 años de prisión (la pena más larga impuesta a un compañero de Temucuicui). Los juicios suelen tardar años en concluir: mientras los mapuche se ven obligados a confinarse en unidades penitenciarias dedicadas a ellos, cuando tienen suerte. Por ejemplo, Ángel Nicolás Marillan Cayul, antes de ser trasladado a las unidades dedicadas a los mapuche y al respeto a sus culturas, tuvo que esperar varios meses. Este joven mapuche sólo está acusado, la espera por la sentencia podría durar años, y solo tiene 19 años. ¿Su crimen? Haber chocado accidentalmente con un auto del “Comando Jungla”. Ángel Nicolás se arriesga hasta 25 años de prisión.

Actualmente hay 20 “comuneros” de Temucuicui encerrados en cárceles chilenas. Cientos, entre las diferentes comunidades.

Sin embargo, Estados, jueces de tribunales internacionales y profesores de derecho internacional coinciden en que el derecho a la autodeterminación ha adquirido el estatus de “ius cogens”. Eso quiere decir, “norma aceptada y reconocida por la comunidad internacional de Estados en su conjunto como norma que no admite acuerdo en contrario”.

Esto aún no parece estar claro en Chile, donde grandes empresas forestales y latifundios imponen la ley frente a la realidad de los pueblos originarios de las tierras de Wallmapu. El neoliberalismo, bien protegido bajo los auspicios de la antigua constitución de Pinochet y de las nuevas leyes de Boric, permite que los neocolonistas pasen, una vez más, impunes.

 

[1] Entrevista con Lucia Cayul, Temucuicui, Ercilla, julio 2015. Michael Barbut, « Temucuicui. De la domination coloniale à l’affirmation politique mapuche », Nuevo Mundo Mundos Nuevos http://journals.openedition.org/nuevomundo/82928 ; DOI : https://doi.org/10.4000/nuevomundo.82928

[2] Op. Cit.



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Elena Rusca

Periodista, corresponsal en Ginebra

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