Contra el apetito voraz del olvido: Rosa
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Es difícil no repetir ese dicho popular que en versión de Adolfo Pérez Esquivel queda como, «un pueblo sin memoria está condenado a ser dominado”, sentencia que tienen en extrema consideración los dueños del capital y de las comunicaciones en esta larga y endeudada franja de tierra.
En periodos como los que actualmente vivimos -de elecciones populares- la desinformación y el negacionismo alcanzan alturas superlativas, al punto de que si fuesen escritas en un libro de Víctor Hugo nos mostrarían como una buena parte de los postulantes al poder solo ambicionan entrar de sirvientes a la casa del éxito. Luego travestidos con la librea de sus amos operarán como lacayos en la repartija de la prosperidad, haciendo olvidar al pueblo que ésta existe pero que el propio capitalismo necesita que nunca estemos todxs invitados a la mesa.
Si observamos la historia oficial que en Chile diseña el perfil socio cultural de nuestra república, podemos constatar fácilmente que los movimientos sociales que cada cierto tiempo se toman la agenda del país son cada vez considerados como accidentes violentistas a la luz de la continuidad de las estructuras patriarcales. Observar en la actualidad la operación escritural y de registros audiovisuales de estos últimos cinco años confirma fácilmente lo expuesto.
La verdad es que avergüenza el relapso de una elite que hace cuatro años prometía penitencias ante la indignación masiva contra la desigualdad que implica que un porcentaje enorme de la sociedad sobreviva en el límite de la miseria. Promesas dichas y olvidadas, como se refleja en estos días cuando sus representantes políticos bloquen del presupuesto nacional partidas que benefician al pueblo, multiplicando el dolor de las mayorías solo por darse el gustito de soñar que con ello podrán demostrar inoperancia en el gobierno actual y así en un año más estar ellos en el poder.
Recurriendo nuevamente a Víctor Hugo podríamos decir que esta actitud pareciera ignorar qué “aunque los pueblos suelen inclinarse más a la iluminación que al incendio, también saben que un gran incendio produce Aurora” y Rosa, el personaje de la obra de Teatrocinema encarnado por Laura Pizarro nos lo deja claro.
Rosa es una actriz mayor que durante el transcurso de la trama nos conecta con los roles que ha tenido que vivir ante el espesor existencial de tres grandes acontecimientos que gravitan actualmente en el alma nacional, los cuales como comunidad no debiéramos dejar de rememorar interconectadamente: la vía chilena al socialismo; la dictadura cívico militar; el estallido social de 2019.
Sostenida esta puesta en escena en el lenguaje teatral y audiovisual que caracteriza a la compañía, vemos como Rosa se expande, se multiplica, interactúa y habita diacrónicamente estos tres acontecimientos nodales de la historia de nuestro país.
Su narrativa revisita cuerpos y ensoñaciones de su propia historia confundida con la memoria de aquellas mujeres (personajes) a las cuales les prestó su vida para que existieran en un escenario.
Desde el punto de vista de la dramaturgia se establece un juego performático en el cual Rosa revive personajes extraídos de obras en las que actuó Laura Pizarro, construyendo con ellas una secuencia de fragmentos de piezas de la ex Troppa y de Teatrocinema, ejercicio de arte y de memoria que los seguidores de la compañía disfrutarán plenamente y para quienes se aproximan por primera vez les abrirá ventanas a realizaciones que algún día tendrán que ver.
La propuesta escénica dirigida y musicalizada por Juan Carlos Zagal nos hace transitar desde los marcos de la vida cotidiana, a la estética, y de allí a la esencia originaria del Teatro, el Ritual, instancia de encuentro colectivo que nos acompaña desde los albores de la humanidad y cuya misión es conectarnos con el esplendor de la eternidad, siendo capaz de reinstalar el valor de culto aún en el desacralizado siglo XXI.
Desde un más allá del teatro Rosa aporta al espesor de una memoria individual y colectiva que deja en claro que a las Utopías, las Distopías y sobre todo a los Nuevos Movimientos Sociales, no se les debiera considerar tan a la ligera. No son accidentes. No son tan fácilmente olvidables. Se forman y se deshacen sin cesar si las condiciones que los activan no cambian. Nos hacen recordar que el mar está hecho de olas, que las repúblicas se componen de individuos y que si activamos la memoria profunda reviviremos en nuestros sueños colectivos que el destino de la humanidad puede ser el de compartir en paz y felicidad en la Tierra, y no necesariamente el de transformarnos en plagas que devoremos primero este planeta y luego el de otras galaxias.
Rosa es un notable ejercicio de arte y memoria que amerita ser vista desde el 27 de noviembre al 01 de diciembre en la sala de Teatrocinema. Aldea del Encuentro. La Reina.
Pedro Celedón Bañados
Dr. Historia del Arte