Política Global

Trabajadores podrían incidir en la elección de Estados Unidos; algunos sectores se inclinan por Trump

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La candidata presidencial demócrata Kamala Harris inició gran parte de sus discursos esta semana con la promesa de reducir el costo de vida y los impuestos, así como mayor asistencia de salud gratuita a las familias de los trabajadores del país, pero a cuatro días de la elección, la vicepresidenta aún no logra frenar la hemorragia política de votantes del sector laboral en favor del empresario multimillonario antisindical, su contrincante republicano.

De hecho, a lo largo de este año, los sondeos siguen registrando que casi dos tercios de sufragantes blancos de la clase trabajadora sin educación universitaria dicen que votarán por Donald Trump, y el apoyo al ex presidente entre latinos y afroestadunidenses sin formación superior, aunque es relativamente pequeño, está creciendo, según encuestas recientes.

La gente de la clase trabajadora está enojada, y algunos de ellos están considerando a Trump, reconoció el senador socialista democrático Bernie Sanders en un discurso de apoyo a Harris y los demócratas en Erie, Pensilvania. El sistema actual está descompuesto, enfatizó ante aplausos de familias trabajadoras de esa zona desindustrializada.

Indicó la pérdida de empleos cuando las fábricas de esta región –en medio de uno de los estados claves en esta elección– fueron cerradas y trasladadas a México después de que se aprobó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). También señaló los efectos de la decisión gubernamental de rescatar a las grandes empresas y bancos en la crisis financiera de 2008 mientras se obligaba a los empleados a reducir sus beneficios de jubilación y salarios, todo lo cual se cumplió bajo gobiernos encabezados por demócratas.

Para muchos integrantes de la clase trabajadora, el contraste entre Harris y Trump no puede ser más claro. Ella es parte de un gobierno que ha otorgado cientos de miles de millones de dólares a inversiones en proyectos de infraestructura pública, los cuales ha insistido que sean construidos con sindicalizados. Ha prometido elevar el salario mínimo federal y apoya ampliar programas de asistencia para el cuidado de niños, planes de salud y de recapacitación para nuevos empleos. Todos estos son temas que, según los sondeos, son apoyados por amplias mayorías laborales.

Crece apoyo a sindicatos

A la vez, la organización de los trabajadores, después de años de declive, está creciendo con el beneplácito, y a veces hasta con apoyo, del gobierno. En 2008, sólo 48 por ciento de la población nacional decía que apoyaba a los sindicatos, pero hoy la cifra es 70 por ciento. La candidatura de Harris goza del apoyo de la mayoría de estos gremios nacionales, incluida la central obrera AFL-CIO. Un análisis de la Universidad de Pensilvania sobre las propuestas económicas de Harris y Trump concluyó que las políticas de la demócrata beneficiarán a los que están en la parte de abajo de la distribución de ingresos, algo que también es positivo para los que están arriba.

Sin embargo, el voto de la clase trabajadora no ha sido conquistado por Harris y su partido, y aun en sindicatos nacionales, donde su liderazgo la apoya y/o le ha sido endosado, las bases están divididas, sobre todo en sectores industriales, como el sindicato automotriz y siderúrgico, según detectó La Jornada en pláticas con empleados el año pasado. Esa realidad es la razón por la que el poderoso sindicato de los Teamsters (conductores de camiones) decidió no endosar a ninguno de los dos candidatos presidenciales este año. En septiembre, las encuestas internas de esa organización registraron que 58 por ciento de sus afiliados apoya a Trump y sólo 31 a Harris.

Para muchos trabajadores, particularmente aquellos que tenían buenos empleos sindicalizados, su ira contra los demócratas tiene raíces en la decisión de Bill Clinton de firmar el TLCAN con México y Canadá. Sigue siendo un tema persistente en Michigan, comentó Ron Bieber, presidente del AFL-CIO de Michigan, al rotativo The Guardian. Todos conocen a alguien aquí en Michigan que perdió su empleo por el tratado, subrayó.

No sólo ahí. En 2023, la última fábrica de candados Master Lock en Estados Unidos, en el estado clave de Wisconsin, cerró sus puertas al trasladar su producción a Nogales, Sonora. En 1969, Milwaukee, en Wisconsin, tenía el segundo ingreso medio más alto del país. Para 2021, esa ciudad había perdido más de 80 por ciento de sus empleos en manufactura y tenía la segunda tasa más alta de pobreza de cualquier ciudad mayor del país; sólo un ejemplo del impacto profundo del TLCAN sobre la industria y mano de obra estadunidense, escribió el periodista Dan Kaufman en el New York Times, al documentar las razones por las que los demócratas han perdido apoyo entre las que eran sus bases más fieles.

Trump calificó al TLCAN del peor acuerdo comercial (jamás firmado), en un discurso en la Convención Republicana, retomando una frase de su primera campaña. Repite eso en sus mítines y también cómo desea imponer aranceles altos a México y otros países, con el propósito de obligar a empresas a regresar empleos a Estados Unidos. Suele no hablar mucho en esta campaña de cómo renegoció el TLCAN y firmó otro convenio comercial en 2018 cuando era presidente.

Muchos trabajadores que perdieron empleos por el TLCAN lograron encontrar otros, pero sus salarios eran, en promedio, 20 por ciento menores, comentó al Guardian el ex diputado demócrata de Michigan David Bonior, quien encabezó la oposición al TLCAN, en los años 90, contra el presidente Clinton, de su propio partido. El estilo de vida se deterioró enormemente en mi distrito. Clinton promovió el TLCAN, pero muchos trabajadores percibieron esto como una traición.

El gobierno del demócrata Barack Obama no fue mucho mejor para los trabajadores. Con el rescate de Wall Street en 2008, otorgó a General Motors y otras grandes empresas miles de millones de dólares en asistencia pública, pero los empleados de esas empresas fueron obligados a aceptar concesiones de sus salarios y beneficios. Obama después firmó el acuerdo del Transpacífico con Asia, que pareció concretar la fe de la cúpula demócrata en el libre comercio, a pesar de que cientos de miles de empleos estadunidenses se trasladaron a esa parte del mundo. Trump anuló ese acuerdo tan pronto como llegó a la Casa Blanca.

Bonior y los dirigentes sindicales afirman que Trump no es pro trabajador ni apoya a los sindicatos. De hecho, ha amenazado con favorecer el cese de sindicalizados y respaldó a Elon Musk, su amigo y aliado multimillonario, por amenazar con despedir a empleados si atreven a intentar sindicalizar sus empresas. Pero por ahora podría ser ya demasiado tarde para que Harris y los demócratas recuperen el voto de estos integrantes de la clase trabajadora, advierte el veterano periodista de asuntos laborales en The Guardian, al señalar que el fantasma del TLCAN sigue dañando a los demócratas.

Después de Obama, comentó el ex diputado Bonior, “mucha gente trabajadora dijo que estaba harta. Decidieron que ‘no vamos a estar con los demócratas’, y después llegó Trump que llenó ese vacío. Fue muy inteligente lo que hizo”, concluyó.

 

Jim Cason y David Brooks

Fuente: La Jornada

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  1. Hugo Latorre Fuenzalida says:

    Con demócratas adscritos a la «Tercera vía» ( es decir al filoneoliberalismo), la economía manufacturera norteamericana estaba quedando fuera de competencia, por sus costos productivos y por el avance tecnológico de la industria asiática.
    Los intentos de Clinton y Obama son para retrasar el decaer lo más que se pueda, pero lo de Tump no es ya una solución viable.
    Estados Unidos deberá entrar a competir desde un nivel de costos más bajos, de consumo más sustero, de vida más solidaria y de gasto militar en reducción acelerada (todo lo anterior se está dando paso a paso, pero no el gasto bélico, del que difícilmente podrá deshacer).

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