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Sexo y política: mezcla excitante, pero peligrosa

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Súbitamente la atención del ambiente político chileno se ha volcado hacia el caso del ahora ex Subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, denunciado por abuso sexual y violación. Este hecho a su vez ha desplazado otros temas que por cierto tendrían más urgencia, especialmente considerando la cercanía de las elecciones regionales y municipales.

¿Cómo se llegó a esta situación? Las explicaciones seguramente abundarán, pero el caso me trae a la memoria esta historia que alguna vez escuché: La madre está bañando a su hijito de cinco años, el niño palpa su cuerpo desnudo y de pronto toma su pene y pregunta:

Mamá ¿es este mi cerebro?

—Oh no mi amor, no todavía…




En este mundo, aun dominado por un fuerte sentido machista, no cabe duda de que más de alguna decisión política se ha tomado al calor (literalmente) de un contexto erótico. No en vano Henry Kissinger señalaba que el “poder era el gran afrodisíaco”.  A un nivel criollo, quizás más que un buen ceviche—al que algunos le atribuyen facultades afrodisíacas—el ejercicio del poder, por una parte, complementado por la otra parte con el gusto de compartir con quien tiene poder, pueden haberse conjugado en este asunto que hoy tiene complicado al gobierno, a la izquierda y en especial al Partido Socialista.  Monsalve no sólo milita en el PS (que ahora ha congelado su membresía) sino que era una de sus figuras estelares. Él era además integrante del lote de la Nueva Izquierda, uno de los grupos internos socialistas de mayor peso, liderado por Camilo Escalona.

Por cierto, bien sabemos que la sola mención del tema ‘sexo’ hace parar las antenas y todo el mundo presta atención. No es tampoco sorprendente que este escándalo le haya venido de perillas a la derecha, que hasta hacía pocos días tenía a muchos de sus próceres con líos judiciales de grueso calibre a raíz de lo que ha ido revelándose del caso del encarcelado abogado Luis Hermosilla.

Lo peor de los efectos políticos de este caso es que crea una no-win situation, es decir una situación en la que cualquiera sea lo que hagas o digas, siempre vas a llevar las de perder. Precisamente lo que le pasa al gobierno y a la izquierda en este momento.

Veamos en concreto como se manifiesta esta situación en relación con los dos protagonistas del caso. En términos de los preceptos generales de la justicia, a Monsalve se le debe aplicar el principio jurídico de presunción de inocencia. Sólo una vez que haya una sentencia firme declarándolo culpable, podría condenársele. Sin embargo, sabemos que a nivel de la opinión pública el juicio condenatorio ya está en el aire. No es aventurado decir que además la carrera política de Monsalve, cualquiera sea el veredicto de la justicia, está finalizada.

El caso de la denunciante también tiene aristas importantes, por de pronto, al menos al momento que escribo esta nota, su nombre no se puede divulgar—ese es un derecho al que las denunciantes de abuso sexual pueden acogerse. Sin embargo, no cabe duda de que, en el entorno de ambos personajes, se debe saber quién es la persona de la cual el resto del público sólo sabe que es ingeniera comercial y tiene 32 años. Sea como fuere, su anonimato es un derecho que la denunciante tiene y que, me imagino, debe considerar que hay sólidas razones para hacerlo, aunque, por cierto, no todas las mujeres que denuncian abuso sexual lo hacen desde el anonimato, el caso de aquellas mujeres que han denunciado a Donald Trump es un buen ejemplo de que, para ellas, hacer público sus nombres pudo haberles ayudado.

En relación a esta opción de anonimato que la denunciante ha adoptado sin duda puede haber pesado el hecho que, aunque el delito del cual se acusa a Monsalve es de gran gravedad, son las consecuencias políticas de este suceso las que han dominado los titulares y tienen el mayor impacto. Los eventuales efectos emocionales y físicos que el suceso debe haber ocasionado a la denunciante tienden a quedar rezagados ante los efectos políticos que ha tenido para el gobierno, la izquierda y el partido al cual pertenece Monsalve.

Por cierto, esto de los impactos políticos de los desaguisados causados por descontrolados impulsos sexuales, siempre ha estado presente. Aquellos un poquito mayores deben recordar a John Profumo. En 1963 se destapó el escándalo en Londres al revelarse que Profumo, entonces Ministro de Asuntos Extranjeros, mantenía una relación extramarital con la modelo Christine Keeler. Eso no sería mayormente remarcable si no fuera porque la hermosa modelo también mantenía relaciones sexuales nada menos que con el agregado naval de la Unión Soviética, Yevgeni Ivanov.  La revelación del caso le costó el puesto a Profumo y el escándalo contribuyó a la derrota de los conservadores en las elecciones de 1964.

El caso Monsalve también crea una crisis para el gobierno de Gabriel Boric y lo peor de todo es que—como señalamos antes—este tipo de situaciones deja a quienes están involucrados, en un callejón sin salida: no importa lo que digan o hagan, sus enemigos políticos van a usar sus palabras o hechos para sacar ventajas políticas. Para peor, tratándose de un delito sexual (aunque en estricto sentido la violación debe considerarse un acto de violencia, pero la legislación chilena pone el acento en el sexo como su móvil) cualquier acto o dicho sólo contribuye a amplificar la resonancia del episodio y la consiguiente curiosidad de un público condicionado por el enfoque sensacionalista de la información.

Por de pronto, a este momento al menos, y siguiendo la tendencia de la opinión pública, cualquier intento, aunque sea muy leve, de considerar versiones alternativas a la ya aceptada le crea dificultades políticas especialmente al partido de Monsalve, de ahí que de inmediato ante insinuaciones de que podría haber “un vuelco” en todo este caso, como insinuara Flavia Torrealba presidenta del partido Frente Regionalista Verde Social (FRVS), tales hipótesis fueron descartadas sin mayor examen, especialmente por parte de la jefa del Partido Socialista, Paulina Vodanovic, quien en todo caso se halla en la difícil situación de lidiar con acusaciones que afectan a quien hasta ese momento era un connotado miembro de su colectividad, mientras al mismo tiempo no debe enajenarse el apoyo del electorado feminista.

Mientras en todo este asunto que ocasionó su salida, Monsalve se habría movido de un modo muy torpe, como un conquistador sin brújula, por otro lado, puede ocurrir que el caso tenga más entretelones y quizás haga falta los mejores recursos detectivescos para llegar a toda la verdad de los hechos, pues a veces cuando las cosas parecen muy claras eso puede ser ilusorio: “Sí, sí, demasiado concluyente”, continuó Poirot, casi para sí mismo. “Las pruebas reales suelen ser vagas e insatisfactorias. Hay que examinarlas… tamizarlas. Pero aquí todo está claro. No, amigo mío, estas pruebas han sido fabricadas muy hábilmente… tan hábilmente que han derrotado a sus propios fines.” (Agatha Christie: El misterioso caso Styles).

Por cierto, hay veces en que la explicación más simple es la que calza con la realidad de los hechos, pero no siempre. Por eso hay que ir al fondo del problema y de una manera muy crítica, como nos recomienda el detective Hercule Poirot.  Aunque ese examen exhaustivo, contemplando todos los escenarios posibles, sin duda ahondaría todavía más las ya complicadas aristas políticas de este entuerto, sin olvidar la profundización del daño personal que el suceso habría causado a la denunciante.

 

Sergio Martínez (desde Montreal, Canadá)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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Sergio Martinez

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  1. El señor de Montreal que desde luego escribe desde un lugar que esta muy lejos del nuestro
    Podria titular su escrito de la siguiente manera
    Lo injusto que es el sistema chileno tan lejos del canadiense , en la persona del señor Monsalve
    y de paso señalar al colectivo Las Tesis por radicales al culpar a policias , magistrados y politicos
    profesionales en ejercicio o ya jubilados
    Lo dicho Montreal queda muy pero muy lejos del rigor
    y muy cerca del señor Martinez

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