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El IPC le toma el pelo a los pobres

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Siete de cada diez trabajadores cargan hoy en Chile con un estrés agudo que les impide dormir bien, están angustiados y su preocupación radica en la incerteza de que sus precarios presupuestos hogareños vayan a llegar a fin de mes,  según un estudio de una entidad privada que se conoció días después de la publicación del IPC de septiembre que fue de un 0,1%.

Este IPC oficial – no el real – entregado por el Instituto Nacional de Estadísticas es el más bajo del año, estuvo a enorme distancia de lo que esperaba la masa consumidora y también muy lejos de las expectativas de los llamados expertos del mercado que lo anticipaban tres o cuatro veces más alto. Fue tan sorpresivo e inesperado que la ciudadanía no lo creyó y muchos pensaron que era una tomadura de pelo como ha ocurrido antes en reiteradas ocasiones.

Calculando seguramente que durante la prolongada celebración dieciochera la escalada inflacionaria pasaría inadvertida, en septiembre se elevó el precio de un sinnúmero de productos alimenticios. Subieron los pollos, los huevos, el pan, la leche, los fideos, el arroz, té y café, verduras y frutas, además de diversos indispensables servicios públicos en manos privadas, etc.

Junto a ello volvió a registrarse el alza desmesurada de las tarifas de los buses interprovinciales,  que en este tiempo viajan con su pasaje completo, lo que se produce cada fin de semana largo. Este reajuste tarifario es absolutamente injustificado, pero los propietarios de las flotas de buses saben que no van a ser fiscalizados ni sancionados como se ha hecho costumbre. Queda en evidencia que nada de ello entra en los informes oficiales del INE.

Solo el ministro cuentacuentos que vive en un mundo de fantasía (Marcel, titular de Hacienda) recibió el 0,1% con regocijo y se apresuró en formular declaraciones diciendo que era una muy buena noticia para los bolsillos de los chilenos. Nadie en los barrios o poblaciones tuvo una reacción similar, la que en todas partes se convirtió en rechazo.
Marcel es el dueño de la billetera fiscal, pero no otorga recursos para responder a los clamores populares ni quiere que la gente modesta tenga algún dinero disponible: siempre se ha opuesto al retiro de fondos previsionales que enriquecen a las AFP. Nunca se refiere a las desigualdades sociales,  en razón de lo cual la derecha lo distingue como personaje clave en el gabinete ministerial.

Todos los días los políticos contrarios a los cambios están demandando la salida  de tal o cual Secretario  de Estado, pero el nombre del ministro de Hacienda permanece intocable porque no es progresista ni menos de Izquierda y mantiene al libre mercado a salvo de cualquier contingencia el pueblo lo sindica como responsable de no mover un dedo ante la derrota diaria de lo pobres frente a la carestía generalizada.

Oficialmente  la inflación de los últimos 12 meses alcanzó a un 4,1% y en lo que va corrido del año a un 3,5%, pero las cifras reales son mucho más elevadas según lo comprueba a diario las dueñas de casa que deben concurrir de compras a almacenes o supermercados.  Cual huracán Milton el fenómeno inflacionario arrasa con todo a su paso, incluyendo las esperanzas de incontables desposeídos por días mejores.

Lo que viene, sin embargo, no es mejor. Las cuentas de la luz vuelven a subir en octubre, luego de que pocas semanas atrás ya se registrara un reajuste extraordinario, muy oneroso para la población, pese al deficiente servicio que recibe. Este invierno hubo prolongados apagones en la zona central que afectaron seriamente la actividad normal de las personas.

Por la falta de la indispensable energía eléctrica se lamentó la muerte  de tres vecinos de avanzada edad, electrodependientes,  con domicilio en distintas comunas del Área Metropolitana. La transnacional que ha provocado  toda esta situación – la empresa Enel, con sede en Italia y prósperos negocios en el continente americano – hasta ahora se ha negado a aceptar los múltiples cargos formulados en su contra.

Mientras la clase trabajadora sigue perdiendo poder adquisitivo, La Moneda no parece dispuesta a ayudarla. En el Ejecutivo se limita a observar las arbitrariedades que cometen los poderosos,  que bajo el manto mercantilista que los protege suben los precios en el momento más propicio a sus mezquinos intereses sin importarles el resto.
Antes del pasado primero de mayo la CUT salió de su habitual pasividad, alzó y exigió un salario mínimo de 620 mil pesos, necesario a su juicio para el pasar digno y sin apreturas para una familia de cuatro personas. Han pasado los meses y nunca se ha conocido una respuesta concreta del gobierno. Después de los discursos en el acto de celebración del Dia de los Trabajadores,  la CUT no ha vuelto a hacer noticia.

Lo peor es que con tanta inflación, que muchas veces no se consigna en los registros oficiales – como acaba de ocurrir en septiembre – la clase trabajadora continúa endeudándose para cumplir con sus compromisos comerciales que no perdonan. Se sabe que en la actualidad tres de cuatro hogares chilenos mantienen deudas y están morosos contra su voluntad. En gran medida el endeudamiento es a tasas usureras fijadas por instituciones financieras y comerciales.

Los costos de la carestía de todo los paga el pueblo no solo con sus escasos ingresos, sino también con serias alteraciones de su salud mental y bienestar emocional. Es necesario que la autoridad política se haga cargo de ello, a través de los ministerios pertinentes y servicios especializados.

Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso

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