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Tarde o temprano el estallido social se repetirá

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El 18/O se repetirá, porque las instituciones fundantes del sistema de injusticias siguen presentes. Además, porque la elite económica y política del país, gracias a sus empleados, Guerra y Hermosilla, han puesto en evidencia -una vez más- la rapacidad, las trampas y los atentados a las leyes de la clase empresarial y sus políticos corruptos.

Como sabemos, el estallido se inició por el aumento del precio del Metro. Los estudiantes pobres y de clase media, en defensa de los ingresos de sus padres, saltaron las barreras de control. Pero no era solo eso.

Era sobre todo el cuestionamiento a las instituciones neoliberales, que inventaron Pinochet y sus economistas, y que la Concertación no fue capaz de modificar. Era el cansancio por las pensiones miserables de las AFP; el negociado de las ISAPRES, junto a un sistema de salud vergonzante para pobres; y, la exigencia de una educación gratuita y de calidad, que no discriminara entre ricos y pobres.

Las demandas del 18/O, en defensa de las personas de bajos ingresos, ancianos y niños, también denunciaban la colusión de precios de los dueños de farmacias, de los comerciantes de pollos y del papel higiénico y pañales. Se luchaba contra los peajes de las carreteras que elevan sus precios todos los años y también por los cobros abusivos de las compañías de electricidad, agua y teléfonos.

La protesta contra el sistema de injusticias la iniciaron los estudiantes, porque el tiempo y energía de los trabajadores se encuentra agotado, con salarios de hambre, jornadas interminables y el bloqueo a la organización sindical.

Sin embargo, en pocas horas la rebeldía estudiantil se extendió a segmentos sociales más amplios y diversos: mujeres, medioambientalistas, regionalistas, defensores de la salud y de una previsión decente. Una vasta gama de reivindicaciones sociales se instaló en la agenda ciudadana y contra la corrupción de políticos y grandes empresarios.

El movimiento alcanzó los lugares más remotos del territorio nacional y sin ninguna organización político-partidaria. La rebelión era un hondo y extendido fastidio contra el orden neoliberal, que surgía espontáneo del alma del pueblo chileno.

El 18-O se convirtió en una rebelión contra el sistema de injusticias y en rechazo a un Estado que utilizaba todas las palancas de su poder para favorecer a la minoría expoliadora. Pero también en el estallido operaba un fuerte componente de indignación moral por la corruptela político empresarial, que se había hecho evidente con los casos de Penta, SQM y Corpesca.

Por otra parte, el enojo ciudadano denunciaba la degradación de la antigua izquierda, que no solo había preservado el modelo neoliberal heredado del dictador Pinochet, sino que también mostraba a varios de sus representantes sentados en los directorios de las corporaciones de los dueños de la riqueza, otros recibiendo dinero para campañas políticas o, algunos, defendiendo sin vergüenza el régimen de injusticias. El repudio a todos los partidos políticos y al Parlamento fue parte indisoluble del estallido.

Fueron razones objetivas junto al fastidio moral las que se potenciaron para que la población dijera basta a la clase económica y política dominante.

Pero la clase dominante no entendió y sigue sin entender la rebelión del 18/O. Se equivocó el presidente Piñera cuando señaló que las masivas movilizaciones de octubre habían sido capturadas por “enemigos poderosos” y también su esposa cuando, en medio de su perplejidad, sostuvo que unos alienígenas se habían tomado las calles.

Y, ahora, Hermosilla y Guerra, junto a Marcela Cubillos, con sus expresiones vulgares y desvergonzadas, revelan, una vez más, que las desigualdades del sistema económico y la rapacidad de sus representantes, han sido las razones de la rebeldía del 18/O.

Nadie organizó el 18/O. Fue un movimiento espontáneo, como en la revolución francesa o como nos muestra la película El Guasón. El pueblo se cansó de recibir agravios y golpes hasta que no soportó más y se rebeló. Así nació el estallido. Fue la respuesta contra un sistema económico y régimen político protector de los ricos, que ha expoliado a la mayoría nacional.

En las movilizaciones predominó un comportamiento pacífico, aunque lamentablemente hubo violencia delincuencial y de grupos anarquistas. Era el enojo de los jóvenes que patean piedras en las poblaciones; también de los que estudiaron en escuelas públicas inservibles y de aquellos que ingresaron a la universidad, pero que quedaron endeudados de por vida con el CAE.

La rabia y el resentimiento, junto a la nula integración social explican, en gran medida, los actos de violencia, en medio de las movilizaciones ciudadanas. A ello se agregó una izquierda débil, que no fue capaz de orientar las protestas y tampoco pudo frenar los desmanes delincuenciales.

Pero, al mismo tiempo, la violencia represiva del Estado fue desenfrenada, con dolorosos resultados en muertos, heridos y cientos de personas que perdieron la vista por las bombas lacrimógenas y perdigones de los fusiles de Carabineros.

A final de cuentas, lo más destacable del estallido fue la comprensión del pueblo que el modelo económico y el Estado subsidiario, consagrados en la Constitución de 1980, son los que han cerrado las puertas a una distribución equitativa, del poder y la riqueza. Y también se dio cuenta que los políticos, que hasta ahora habían gobernado el país, no tuvieron la voluntad para cambiar el orden de cosas.

Por ello, la rebelión del 18/O fue el fundamento para elaborar una Nueva Constitución, que permitiera cambiar las instituciones fundantes del neoliberalismo.

No se logró. Y, nuevamente, fracasó la izquierda. Porque no fue capaz de ordenar, con un discurso coherente, a esas fuerzas de la Convención Constituyente que representaban el 80% de todos los chilenos. Esa nueva Constitución debiera haber fijado nuevas reglas del juego para nuestro país y terminar con las que fijaron Pinochet-Guzmán.

Y, como el latrocinio no se ha detenido, el estallido social se repetirá.

Roberto Pizarro Hofer

 

Fuente: El Desconcierto

 

 

 



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