Las Derechas chilenas en caída libre
Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 20 segundos
En estas últimas semanas, la derecha chilena está atravesado un periodo de profunda confusión interna, evidenciado por una serie de acontecimientos que han sacudido la credibilidad de sus líderes y su capacidad para actuar de manera coherente. El reciente escándalo sobre el sueldo de Marcela Cubillos en la Universidad San Sebastián no ha hecho más que develar, una vez más, las fracturas y contradicciones dentro de los partidos de derecha, que van desde Chile Vamos hasta el Partido Republicano.
Marcela Cubillos, exministra y figura de relevancia en la política nacional, quedó expuesta públicamente cuando se reveló el monto de su sueldo como académica en la Universidad San Sebastián. En un primer momento, Evelyn Matthei, candidata presidencial de Chile Vamos y alcaldesa de Providencia, pareció defender a Cubillos. No obstante, sus declaraciones confusas rápidamente generaron controversia: mientras algunos interpretaron que respaldaba a Cubillos, en otras instancias Matthei dio un paso atrás, desdiciéndose y generando dudas sobre su postura. Esta ambigüedad no solo mostró una falta de coherencia en la líder de Chile Vamos, sino también una señal de que, al menos en este tema, las derechas no presentan una sola voz, sino múltiples y contradictorias.
El Partido Republicano, que ha intentado posicionarse como una fuerza conservadora cohesionada y con una visión clara, se mantuvo en un silencio tibio frente al escándalo. José Antonio Kast, líder indiscutible de esta facción política, optó por no hacer declaraciones contundentes sobre el tema. Su falta de intervención en un caso de alta exposición pública y su distanciamiento de la figura de Cubillos muestran que el partido no está dispuesto a involucrarse en polémicas que puedan comprometer su imagen, especialmente cuando las encuestas ya muestran señales de un retroceso significativo en la popularidad de Kast.
A esta situación se suma la decisión de Gloria Hutt, presidenta de Evópoli, de dar libertad de acción a los militantes de su partido en la comuna de Las Condes, lo que, en términos prácticos, significó quitarle el apoyo a Cubillos en su candidatura por dicha comuna. Este movimiento desató un enérgico conflicto interno en la derecha. En respuesta, Renovación Nacional (RN) decidió no apoyar a Camila Merino en Vitacura, revelando las tensiones y retaliaciones políticas que emergen de las pugnas internas. Esta maniobra de RN no es un hecho aislado. Vitacura, una comuna simbólica para RN, ya había estado en el centro de un escándalo de corrupción que involucró a su exalcalde Raúl Torrealba, manchando aún más la imagen del partido.
El conflicto en Vitacura alcanzó niveles insólitos cuando RN decidió llevar al Tribunal Supremo a quienes no estaban dispuestos a apoyar la candidatura de Merino. Este recurso muestra la desesperación del partido por mantener una apariencia de unidad interna, aunque, en la práctica, solo resalta las divisiones y la desconexión entre sus miembros. Es interesante observar cómo las derechas, históricamente caracterizadas por su disciplina y cohesión, ahora parecen tambalearse frente a luchas de poder internas y contradicciones públicas.
No es menor señalar otro signo de confusión innecesaria: el anuncio de una acusación constitucional por parte del Partido Republicano contra la ministra del Interior, Carolina Tohá, en materia de seguridad pública. El objetivo parecía claro: posicionar al partido como el gran defensor de la seguridad ciudadana. Sin embargo, la estrategia resultó poco efectiva, ya que esta misma facción ha sido crítica con las políticas de seguridad del expresidente Sebastián Piñera, lo que puso en evidencia una falta de coherencia en su planteamiento. La acusación no encontró un respaldo fuerte dentro del mismo bloque de la derecha, revelando una desconexión entre los partidos que debían apoyar la iniciativa.
Por si fuera poco, Renovación Nacional quiso lanzar su propia acusación constitucional, esta vez contra el presidente Gabriel Boric. En otro episodio que ilustra la desorganización interna, la bancada de diputados de RN avanzó con esta iniciativa sin siquiera avisar a Rodrigo Galilea, presidente del partido. Este hecho no solo muestra una falta de coordinación, sino que revela que Galilea es un líder sin control real sobre las decisiones de sus propios diputados, lo cual resulta profundamente problemático en términos de gobernabilidad interna.
En contraste con esta serie de desatinos, el oficialismo y las izquierdas parecen estar navegando un periodo de mayor orden y cohesión. Aunque la actual administración enfrenta desafíos significativos, la percepción pública sugiere que están mejor posicionados en términos de coordinación interna. Según la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), de los ocho personajes políticos mejor evaluados, solo dos pertenecen a la derecha: Evelyn Matthei y Rodolfo Carter. El desplome de José Antonio Kast en esta misma encuesta es un reflejo de cómo la confusión y la falta de estrategia en su partido están erosionando su imagen ante el electorado.
El liderazgo de Kast, que alguna vez se presentó como una alternativa sólida frente a los desaciertos del gobierno de Sebastián Piñera y la izquierda, parece haber perdido fuerza en un momento crucial para la configuración del escenario político. Las señales de desorden en su partido, junto con la incapacidad para ofrecer respuestas claras en temas claves como la seguridad, están minando su popularidad. Lo que alguna vez se percibió como un bastión de coherencia ideológica ahora parece más bien un espacio de silencios incómodos y falta de dirección.
Para esta finalizar esta columna, las derechas chilenas enfrentan un dilema profundo: mientras intentan proyectar una imagen de fortaleza y unidad, los hechos demuestran lo contrario. Los enfrentamientos entre los partidos de Chile Vamos, las retaliaciones políticas en comunas clave y las acusaciones constitucionales desarticuladas revelan una derecha debilitada, desconectada de su base y sin un liderazgo claro. Mientras tanto, el oficialismo sigue avanzando, aprovechando esta desorganización para consolidar sus posiciones y capitalizar el descontento ciudadano.
Fabián Bustamante Olguín.
Académico del Instituto de Ciencias Religiosas y Filosofía, Universidad Católica del Norte, Coquimbo
Felipe Portales says:
No hay que olvidar en las derechas chilenas a nuestra «centro-izquierda» que ha desempeñado un rol clave (¡e insustituible!) en la legitimación, consolidación y profundización del modelo neoliberal extremo impuesto por la dictadura. Y que también, por suerte, está en caída libre.