A medio siglo del Golpe la figura de Salvador Allende sigue elevándose
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En el filme, The Post, los oscuros secretos del Pentágono, se reproduce un diálogo entre la dueña del conocido periódico americano, Katherine Graham, representada por la actriz, Meryl Streep, y el secretario de defensa, Robert Mc Namara donde éste último le advierte, sobre a quién se va a enfrentar si el conocido matutino publica los contenidos del informe secreto develado sobre la fallida intervención norteamericana en Vietman, refiriéndose con ello a la Casa Blanca y a Nixon y Kissinger como personajes “malos de verdad”.
A ese mundo debió enfrentarse el presidente Allende quien, desde antes de su mandato fue asediado por la casa blanca, con el asesinato del general Schneider, luego con el intento de impedir su ratificación por el congreso y a quien Nixon amenazó con “hacer chirriar la economía chilena” para desestabilizar al país. Ya en una fecha tan temprana como el 15 de septiembre de 1970 Nixon ordenaba a la CIA “evitar que Allende asumiera el poder, o lo derrocara”.
En un mundo dominado por la guerra fría y la política de bloques, resulta hoy casi una epopeya el esfuerzo del presidente Salvador Allende y su coalición por transitar al socialismo por la vía democrática y con empanadas y vino tinto durante tres años.
Las imágenes que han dejado para la posteridad documentales como La batalla de Chile o la película del Raúl Ruiz, Palomita Blanca, dan cuenta de un país muy distinto del que vivimos en la actualidad con mucha discusión cívica, masiva participación, mucha solidaridad y compañerismo altruista y con actores políticos de otro talante y estatura a diferencia de los de hoy donde tenemos mandatarios que modifican sus ideas como quien se cambia de calzoncillos, que sostienen una idea hoy y dirán absolutamente lo contrario mañana. Un escenario político donde hasta el famoso tango Cambalache se ha quedado corto – “Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos” – y cuyo último epicentro es el caso audios y ahora su última trama develada por el periodista Ivan Weissman que pone en el centro de la noticia a la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), a la corredora Larraín Vial como facilitador del esquema de defraudación fiscal, su conocimiento temprano de los hechos y su demora en operar judicialmente y que tiene a todo el sistema institucional – políticos, empresarios, poder judicial – a punto de venirse abajo y colapsar.
Todos conocen que una vez producido el golpe Pinochet y sus secuaces, además de exterminar a sus adversarios, no escatimaron esfuerzos en investigar para acusar a los ex líderes de la Unidad Popular y sus seguidores. Hoy, asistimos a un momento histórico en que la actividad pública, y muchos de quienes se dedican a ella, están afectados por un profundo desprestigio. Escarbar en la historia de la Unidad Popular y el gobierno del presidente Allende es, también, un esfuerzo, más allá de aciertos y errores, por reivindicar lo más noble de la política. Fue esa una época de sueños e ideales donde la actividad pública exigía el máximo compromiso de quienes se dedicaban a ella. En ese sentido, no fue casual que, una vez fracasado el experimento socialista chileno, no diera frutos el esfuerzo de la dictadura militar por involucrar a los protagonistas del gobierno de Allende en hechos de corrupción a pesar de su absoluto control de la policía, la judicatura y la prensa ningún alto dirigente de la Unidad Popular fue condenado por coimas, tráfico de influencias, soborno o enriquecimiento ilícito. Y créanme, los militares no escatimaron esfuerzos ni recursos para las investigaciones.
Cuando se cumplen esta semana 51 años del derrocamiento del presidente Salvador Allende una forma de conmemorar el esfuerzo más importante por cambiar nuestra trágica y desigual historia es, también, poner el acento y refrescar la memoria sobre una generación de actores políticos que dieron lo mejor de sí por transformar un país con una larga tradición de desigualdad. Que pagaron caro su osadía de enfrentarse a los de siempre. Y que cayeron defendiendo sus convicciones y con sus manos limpias.
Un lindo y hermoso testimonio de virtudes cívicas, lejos del fango en que esta sumergida la actividad política hoy.
Edison Ortiz