Enjambre de incertidumbres
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Aunque fue el pueblo el que hace menos de 3 años le dio el triunfo con su generoso aluvión de votos por su posición de Izquierda, por su programa de cambios, transformaciones y refundaciones, y para derrotar al fascismo, hoy el gobierno prefiere correr por carriles separados en relación a las necesidades populares, según recientes anuncios.
Entre ellos la principal novedad ha sido el Plan Enjambre como parte de los programas oficialistas, pero éste corresponde a la acción de Carabineros para la detención de más delincuentes aprovechando la presencia en las calles de un mayor número de funcionarios y no tiene relación con la multitud de hombres y mujeres sin recursos que no lo pasan bien y cuya crítica situación requiere de la atención pronta y eficiente de las autoridades.
En Chile hay múltiples enjambres de pobres, cesantes y endeudados, de despedidos por “necesidades de la empresa”, de jóvenes, adultos, y adultos mayores desposeídos, y de vastos sectores poblacionales que no logran salir de la frustración y la incertidumbre, que permanecen marginados, no son tomados en cuenta ni considerados en ninguna parte, y sobreviven a duras penas.
Un nuevo ministerio, otra cárcel, mas calles sin violencia, todo ello en materia de seguridad pública, constituyen los objetivos centrales inmediatos del gobierno que no coinciden tampoco con las demandas de las mayorías que piden prioridad para las urgencias sociales que se encuentran en listas de espera por tiempo indefinido.
Junto a una treintena de leyes, inteligencia, tecnología, equipamiento y destinación de cuantiosos recursos a las policías, últimamente ha habido intensos operativos masivos de la PDI y carabineros sin que ello signifique una disminución de los homicidios. A la vez se ha incorporado una nueva instancia que es una mesa jurídica-judicial contra el crimen organizado, legado de la dictadura y que en ese tiempo de oscurantismo era planificado, preparado y perfectamente ejecutado con la complicidad de la llamada “prensa seria”.
Actualmente Chile tiene un Ejecutivo que parece obnubilado con el crimen organizado y sus consecuencias, y tanto las dos policías como otros servicios afines cuentan con un departamento que lleva ese nombre. Quizás ello le haya hecho desentenderse de su programa gubernamental, de lo que necesita la clase trabajadora y de los clamores del pueblo y de la calle.
La ciudadanía observa con preocupación que La Moneda se ve confundida y desconcertada ante las presiones que se ejercen en su contra y arremete a ojos cerrados contra la inseguridad pública, la delincuencia y el narcotráfico, sin considerar su origen que es la desigualdad. En un país en que el poder del dinero lo decide todo, este es el principal problema que agobia a la gente modesta, porque allí está el punto de partida de ésa y otras lacras que atribulan a la sociedad chilena.
Distinto seria el panorama si se quisiera crear un ministerio de la igualdad que impulse medidas para emparejar la cancha a través de un necesario impuesto a los superricos, una reforma tributaria a fondo y una justa distribución de la riqueza. A la vez una cárcel para los violadores de los derechos humanos durante el estallido social, mismo recinto donde habría espacio para los delincuentes de cuello y corbata que estafan a la población desde el mercado todo poderoso.
Un cambio de enfoque daría paso a un programa de calles sin cesantía, sin discriminación ni tantos jóvenes ociosos en las esquinas de los barrios sin tener nada qué hacer porque pertenecen a la generación ni-ni que nunca estudiaron ni trabajaron. Muchos de estos jóvenes, frustrados y sin un peso en los bolsillos, están lejos de haber tenido alguna vez la posibilidad de desarrollar sus capacidades.
Llama la atención que por estos días figure un alto número de menores de edad involucrados en hechos policiales o formando parte de bandas de ladrones o narcotraficantes. Se trata en gran medida de menores que han formado parte de la deserción escolar y que hoy no tienen proyecciones ni futuro alguno, a los cuales el modelo vigente empuja a incursionar en actividades ilícitas para procurarse su sustento.
La casta política anquilosada y los grandes medios de comunicación manipulados por la oligarquía no hablan de desigualdad, porque podrían ver afectados sus mezquinos intereses. Así lo hacen los diarios de cadena mercurial y entre otros, los canales de televisión del clan Luksic, dueño de Chile, y del empresario Heller, propietario de un banco, de la marca Falabella, del Club Hípico de Santiago, etc. Otros canales se jactan de que son “pura entretención”, buscando evitar que los televidentes también piensen.
No hay que pensar mucho para darse cuenta que si la inflación sigue apabullando a la población, el desempleo oficial es de 8,7%, están endeudadas 3 de 4 familias y el trabajo informal ya va en un 28%, difícilmente se podrán controlar los elevados índices delincuenciales. El estado de bienestar no está en ningún lado, el malestar generalizado va en aumento y se expresa en las más variada formas, no siempre al amparo de la ley.
Mientras no faltan los que sueñan con ver a las FF.AA. otra vez en las calles, el presidente de la República hace lo posible por demostrar que no es el mismo a quien el pueblo eligió en 2021: sus homenajes a Piñera han sido desmedidos para sacar aplausos de la derecha empresarial, expresa apoyo día por medio al General de Carabineros que dispuso la brutal represión contra el estallidos social, se siente cómodo junto a las cúpulas de los partidos de la ex Concertación que por alguna razón ha debido cambiar de nombre reiteradamente y en el ámbito internacional no tiene reparos para que en declaraciones públicas su nombre se coloque junto al imperio yanqui y de los presidentes empresarios o pro empresariales de países del continente.
Aun así, este gobierno dispone todavía de algún tiempo – que se va acortando – para comenzar a cumplir su programa, reivindicarse ante el pueblo, identificarse con las urgencias de la calle y poner a salvo a la población de las angustias, zozobras e incertidumbres que hoy la agobian implacablemente.
Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso